Capítulo diecinueve: "Lugar de ensueño"

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Un dicho italiano reza "Natale con i tuoi, Pascua con chi vuoi". Significa "Navidad con los tuyos, Pascuas con quién quieras". Ya lo habían cumplido, el día de Navidad ya había pasado y ambos se encontraban ahora abrazados en su cama después de haber tenido unos largos minutos de juegos eróticos. Ahora tenían seis días para hacer lo que quisieran por Italia, para despedir el año de la mejor manera antes del 31 de diciembre.

Lo hicieron, por supuesto.

Al igual que se besaron bajo el muérdago la noche de navidad, con Jacopo haciendo un sinfín de fotos para que quedaran de recuerdo. Había hecho más fotos de las que hacía en un partido de fútbol, eso era digno de admirar, incluso su madre se lo había reclamado un par de veces por si la pareja se incomodaba. Si supiera que ya habían hecho peores cosas en público y que unas fotos era lo que menos les iba a preocupar.

Damiano se levantó de la cama cuando Frigdiano tomó su teléfono para responderle los mensajes a su hermana, cogió la cajetilla de tabaco que tenía encima de la mesita de noche y salió al balcón a fumar, no tenía el mal hábito de hacerlo en la habitación, por muy fumador que fuese después le molestaba el olor a tabaco cuando se ponía a dormir. A medio cigarro salió también el español y se situó a su lado, apoyando los brazos en las finas barandillas.

—Vuelve a la cama, va a cogerte el frío —ordenó el italiano, sabiendo que ambos estaban en la misma posición.

—No seas exagerado.

—Estamos en invierno y lo único que cubre tu cuerpo es un bóxer, no quiero que te enfermes, sería horrible tenerte moqueando el resto de días.

Él sonrió burlón, girándose para mirarlo. Damiano podía resultar irritable cuando se ponía a dar órdenes fuera del contexto sexual, ni siquiera su padre le había dado tantas órdenes en su vida.

—Eres como el padre que nunca tuve, tal vez debería de empezar a llamarte papi.

—Te estás ganando unos azotes —chasqueó su lengua contra su paladar, un gesto que a Frigdiano le estaba empezando a parecer demasiado sexy—. Me miras como si quisieras chuparme la polla, muñeco, ¿es eso lo que quieres?

—Yes, daddy.

Intentó sonar burlesco e incluso divertido, pero la excitación se estaba saliendo del juego de roles que habían empezado en algún momento de la conversación.

—Daddy —repitió el italiano sonriendo de lado—. Bambolotto, mettiti in ginocchio.

—Eso lo entendí —admitió orgulloso, dejándose caer de rodillas tal y como le había ordenado. Jadeó al sentir el frío recorrer sus piernas desnudas, la idea de ponerse un pantalón resultaba ahora muy atractiva. El frío se disipó en cuanto Damiano sacó su polla medio erecta de su ajustado bóxer.

—¿Sabes lo que tienes que hacer o te lo digo en italiano?

—Lo sé, pero en italiano todo suena más sexy, no me enfado si me lo dices —relamió sus labios y alzó la mirada para encontrarse con la de él.

—Succhiami il cazzo —llevó su mano libre a la nuca de su muñeco y lo acercó a su cuerpo, hasta que sus labios rozaron su polla.

Frigdiano no necesitó oírlo dos veces, rodeó su piel con sus labios y succionó esta, poniendo una mano en su pelvis para controlar el movimiento. Pero esto le duró poco tiempo, Damiano no tardó en ordenarle que pusiera las manos en su espalda y que se mantuviera quieto, siendo así él quien embistiera en su boca una y otra vez, este ahuecó sus mejillas por puro reflejo. Las lágrimas picaron en sus ojos cuando sintió la polla del italiano chocando en el fondo de su garganta.

—¿Vas a querer que me corra en tu boca, muñeco?

El sonido que emitió vibró en la polla de Damiano, mandándole agradables sensaciones a su cuerpo entero. La mano que tenía en su nuca ascendió hasta su cabello y tironeó de este, haciendo que su acompañante gruñese en respuesta, mientras descargaba su semen en su boca. El orgasmo lo dejó un poco atontado, escuchaba su corazón latir con frenesí en su pecho.

—Mamma mia —jadeó alejándose unos centímetros, rompiendo el contacto corporal que estaba teniendo con él.

El español abrió la boca, mostrándole parte de su corrida en esta, y después la cerró mientras saboreaba los fluidos que se habían quedado pegados a su lengua.

—Feliz Navidad, Damiano —susurró, levantándose, sintiendo sus piernas medio dormidas después de sostener el peso de su cuerpo en aquella posición.

—Feliz Navidad, muñeco —respondió en su mismo todo de voz, estiró su brazo para colocarlo en su cintura y acercar su cuerpo al suyo, se inclinó y besó la punta de su nariz antes de que sus labios reclamasen un beso.

La noche era clara, la luna iluminaba con esplendor el cielo que, además, estaba cubierto de pequeñas estrellas. La escena perfecta. La situación perfecta. ¿La pareja perfecta?

—Estamos en un lugar de ensueño.

—Tu lugar de ensueño es en mis brazos, muñeco —susurró antes de volver a unir sus labios en un apasionado beso, de esos que dejaban los labios hinchados y palpitantes.

—Dios mío, nos estábamos besando en un balcón, que tiemblen Romeo y Julieta —habló sobre su boca, haciéndole sonreír.

—Romeo y Julieta eran unos peleles.

—Que no te escuche Cyara decir eso, tiene experiencia desafiando a dominantes —advirtió el español con un tono de burla.

Damiano se carcajeó, había tenido el placer de conocer a la filóloga en Moleko y podía asegurar lo que el muñeco acababa de decirle.

—Bueno, pero sí que lo eran comparado a nosotros.

—Eso espero, no quiero un final similar.

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