Capítulo veinticinco: "Desagradable sorpresa"

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Sus oscuros ojos miraron a Thomas antes de apartarlo a un lado para mirar a la mujer que estaba allí. Era alta, casi tanto como el italiano, vestía con un largo abrigo de piel sintética y unas botas botas que le llegaban a las rodillas. Tenía el cabello corto de hacía poco tiempo, las puntas perfectamente cortadas la delataban. Su mirada era recelosa pero al posarse en Damiano se suavizó. Sus labios dejan de apretarse y casi sonríe.

—Alexandra, no te esperaba por aquí —admite el italiano sin saber cómo saludarla.

—Damiano no es una buena idea... —Thomas es el primero en hablar, advirtiéndole con la mirada de que solo van a pasar cosas malas.

—Ha pasado bastante tiempo, no te preocupes —Le restó importancia.

—Exacto, Thomas, deja el rencor atrás —pidió ella sin siquiera mirarlo, suficiente tenía mirando a Damiano.

—Que rencor ni que pollas —bufó mirando a su amigo—. No es una buena persona, sus intenciones son todavía peores, ándate con cuidado y no te dejes manipular.

La advertencia resonó en los oídos del italiano incluso cuando este se alejó, situándose en la barra y sin despegar la mirada de ellos. No confiaba en la chica, eso se notaba a lo lejos.

Y es que la historia de Damiano y Alexandra ya tenía un añito y la daban casi por olvidada, que volviera ahora solo podía significar problemas. Disfrutó siendo su sumisa por algún tiempo pero hubo un error en una de las sesiones cara el público, no supo marcar sus límites frente a él solo para demostrarle que podía con todo, pero no era así. Terminó interrumpiendo la escena de la peor manera que se podría hacer y se largó del club para no volver más, aunque si se la pasó hablando mal del italiano a las demás personas que pisaron en club echándole la culpa a él de todo lo sucedido esa noche.

—Lo siento —dijo antes de nada—. Sé que no tengo ningún derecho a volver.

—Es un lugar abierto al público, nadie te puede prohibir volver —habló restándole importancia—. Pero no lo harías de no ser un asunto de suma importancia, ¿que ha ocurrido?

—Detesto que me conozcas tan bien.

—No has cambiado nada.

—Tengo que hablar contigo de un tema serio que nos incumbe a los dos, pero me gustaría hacerlo en privado...

—No quiero que se malinterpreten las cosas, yo tengo a mi novio allí sentado esperando a que vuelva con él, no quiero que Ethan me lo coma.

—A tu novio —repitió antes de sacudir ligeramente su cabeza—. Tu novio tiene que entender que es un tema importante.

—El también es un tema importante, no me jodas.

—No creo que sea más importante que tu hijo.

El mundo de Damiano se detuvo por completo al escucharla, pudo sentir como la sangre de todo su cuerpo se agolpaba en sus sus pies, estaba seguro de que le había bajado la tensión. Nunca en su vida pensó en la paternidad, de hecho siempre tenía cuidado con este tema. No quería tener hijos. No sería un buen padre si los tenía. ¿Cómo había ocurrido tal cosa?

—Yo no tengo hijos —respondió con firmeza.

—Si, si que tienes... Cuando lo dejamos estaba embarazada de dos meses, no lo supe hasta semanas después. Es obvio que es tuyo, nunca te dije nada del embarazo porque sabía que no te querías hacer cargo. Giovanni tiene ahora tres meses y es idéntico a ti, te mereces saberlo y ser el padre que le corresponde.

—Exijo una prueba de paternidad.

—Damiano...

—Mira, si ese hijo es mío no voy a tener ningún problema en hacerme cargo, no te esperes que para ello estemos juntos porque no será así. Pero quiero asegurarme porque puedo jurar por mi vida que en ningún momento tuvimos sexo sin protección.

—Teníamos una vida sexual muy activa, es normal que un día se te pasara...

—No, no lo es.

—Estás actuando...

—Estoy actuando como tengo que actuar, con madurez —la interrumpió—. Nos veremos mañana en la clínica privada y ya comprobaremos si es o no es mío. Lo siento, pero no puedes pretender que después de todo me vaya a creer cualquier cosa que me digas.

Ella asintió y sacó su teléfono para mostrarle la foto del niño que tenía de fondo de pantalla. Era adorable pero no se parecía a Damiano en absolutamente nada. Quizá en el blanco de los ojos, porque el iris era de diferente color.

—Mañana lo conocerás —susurró.

—Alexandra, si resulta ser mío... Joder, no te esperes que sea un buen padre, prometo hacer lo que pueda para que ese niño no se sienta rechazado pero no te esperes gran cosa. No quería tener hijos, no quiero.

Ella asintió ligeramente con la cabeza, tampoco es que se fuera a esperar más, quizá un poco más de actitud por su parte. La plática no fue mucho más allá, terminó yéndose del club poco después dejando a Damiano con el mundo patas arriba.

Siempre creyó tenerlo todo dominando, que su vida era perfecta porque él así lo decidía, y de repente salían cosas que no estaban planeadas, que le descontrolaban toda esa dominación que pensaba tener. ¿De qué manera se enfrentaban estos problemas? La cabeza le dolía y tenía muy claro que al llegar a casa se tomaría dos ibuprofenos antes de irse a la cama, lo sentía por el pelinegro pero no quería pagar sus problemas con él. ¿Debería de decirle sus movidas? ¿O eso sería todavía peor? No podía controlar cual iba a ser su reacción, quizá sólo empeoraría las cosas en su relación y estaba todo demasiado bien como para echarlo a perder.

La desagradable sorpresa traía consigo un montón de cosas a las que tenía que hacer frente cuanto antes... La tormenta ya había iniciado y solo él tenía el poder de calmarla.

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