Capítulo quince: "Encuentro familiar"

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Frigdiano palideció cuando escuchó a Damiano tan seguro de presentarle a sus padres. Cuando lo habían mencionado en el club pensó que solo era por llenar la conversación y que esta no se quedara en nada, pero al parecer Damiano solo jugaba en la cama y no con las palabras.

—Yo conozco a tu familia, ¿por qué no vas a conocer tú a la mía? —interrogó confuso—. Han venido a España y se quedarán unas semanas, me ha parecido correcto presentártelos.

—No es lo mismo —rebatió—, son mi hermana y mi cuñado, lo tuyo es más que eso... ¡Son tus padres!

—Y mi hermano —agregó—, no te olvides de ese capullo.

—Bien, tus padres y tu hermano —repitió antes de tragar saliva—. ¿Cómo decías que se llamaba tu hermano?

Damiano dejó escapar una risita burlona y le masajeó los hombros en señal de que se relajase. No debería de estar tan nervioso por algo tan simple, sus padres no eran como seguramente se los estaba imaginando, habían sido asistentes de vuelo durante toda su vida y se cruzaron con muchísimas personas. Chapurreaban el español así que no tendrían problema alguno con la comunicación.

—Se llama Jacopo, háblale de fútbol y ya te lo has ganado, es un torofo de este deporte en general —le comentó, Frigdiano asintió a pesar de no tener ni idea de fútbol.

—¿Y tus padres...? ¿Debo de llevar flores o vino? Digo, algún soborno no vendría mal para caerles bien.

—Les vas a caer bien por el simple hecho de estar conmigo, no le des más vueltas al asunto, muñeco —volvió a reír, esta vez mientras envolvía el cuerpo del español con sus brazos—. Te prometo que todo saldrá bien, no te asustes.

Depositó en beso en su frente que le proporcionó toda la calma que le estaba faltando. Tenía esa magia de cambiar sus emociones con pequeños gestos.

—Tengo la casa sola hasta dentro de un rato, podemos ir yendo y los esperamos allí, ¿te parece bien?

—Si, supongo que si.

No había estado antes en su casa pero tenía unas expectativas bastante altas de como sería, Damiano era un tipo que todo lo hacía bien, desde su forma de vestir hasta, probablemente, su manera de cuidar su vivienda. Lo confirmó al llegar allí. La casa de dos pisos era blanca y tenía unas grandes ventanas que daban a entender que por dentro era luminosa. Sonrió con los labios pegados, acción que no pasó desapercibida para el italiano.

—Siéntete como en tu casa, muñeco —abrió la puerta para dejarle entrar a él primero y lo siguió de cerca, estaba impresionando mirando alrededor como si se tratase de un niño pequeño.

—No sabía que ser el jefe de un club generaba tanto dinero.

—¿Perdón? —se carcajeó al escucharlo—. Entre el de Italia y este tengo suficiente para poder permitirme una casa, tampoco te creas que soy millonario.

—Pareces.

—No lo soy, el club genera bastante dinero pero somos muchos a cobrar —respondió con diversión.

Le enseñó la casa desde lo más básico como podría ser la cocina y el comedor, hasta su habitación que estaba en el piso de arriba. Su cama estaba perfectamente hecha, sobre la cabeza de la cama había varías fotos colgadas de él con sus familiares y amigos. Frigdiano deseó estar ahí.

—No tenemos fotos juntos —murmuró receloso cuando lo volvió a mirar.

—No, todavía no —admitió sonriendo de lado—. ¿Estás celoso?

Cuando tiró de él por la muñeca, los latidos de su corazón se saltaron hasta los niveles de un ataque cardiaco, y un par de pasos lo llevaron casi al ras de su cuerpo. Deslizó su brazo alrededor de su cintura y lo atrajo hacia su cuerpo, quemándolo desde el hombro hasta la cadera, el calor firme de su mano impresa contra su espalda.

—Claro que no lo estoy.

—Menos mal, porque pienso follarte en esta cama antes de que tener nuestro encuentro familiar.

Las mejillas de su muñeco se tornaron rojas. Una cosa follar en el club y otra muy diferente era hacerlo en su casa, donde sus padres y su hermano no tardaron demasiado en llegar. No quería una situación incómoda. Sería bochornoso que esa fuera la primera imagen que tuvieran de él.

—Si lo hacemos en esta cama voy a tener que mirar esas fotos mientras me follas, no quiero eso.

—Eso sería excitante —admitió el italiano con una sonrisa en los labios—, pero por supuesto que no te obligaré a hacerlo si no te sientes cómodo.

Lo besó al tiempo que lo llevaba hacia un lado hasta dejarlo acorralado, su dura entrepierna excitada lo empujó contra la pared, y Frigdiano quería que él presionara aún más fuerte. Su beso fue un asalto delicioso, urgente. La ropa no tardó en escasear, entre besos y caricias terminaron desnudándose el uno al otro.

—Quizá te mentí y mi hermano vuelva antes que mis padres —habló el italiano al escuchar el sonido de las llaves abriendo la puerta de la entrada—, pero descuida, él nunca entra a mi habitación así que no hay de que preocuparse.

Besó suavemente su boca mientras su polla se empujaba lentamente dentro de él. Ambos abrieron la boca de placer mientras Frigdiano ladeaba su cabeza y Damiano dirigía allí sus labios para explorar su cuello. Envolvió sus piernas alrededor de su cintura, obligándole a profundizar en su interior.

El morbo estaba presente en casa embestida, quizá en el fondo si le parecía excitante la idea de que Jacopo los escuchara gemir.

—Tus padres... —jadeó al volver a escuchar la puerta abrirse.

—Mis padres van a amarte tanto como yo, aunque solo sea por el hecho de que haces feliz a su hijo menor.

Así, entre jadeos y sudor, confesándole algo que el día anterior le había dicho hipotéticamente hablando. Curvó su mano alrededor de su nuca para mantenerlo quieto, gimoteó su nombre mientras retrocedía, amando la forma en que temblaba. Dios. Empujó dentro de él, sosteniéndolo más cerca mientras se tensaba en sus brazos. Miró sus ojos mientras gritaba su nombre, y su cuerpo rugió en respuesta. No podía contenerlo. Alcanzaron el clímax juntos y se corrieron casi a un mismo tiempo.

—Estamos listos para el encuentro familiar —susurró el italiano dejando un suave beso en sus labios, limpió su semen antes de que ambos se vistieran y salieran de la habitación calmando su respiración.

Bajaron las escaleras tomados de la mano, el primer en darse cuenta de su presencia fue Jacopo quien no tardó en levantarse del sofá y acercarse con una amplia sonrisa en sus labios.

Ma se è il mio fratellino —lo abrazó con fuerza para después mirar a su acompañante—, e tu devi essere mio cognato.

Comportati bene, non spaventarlo —advirtió mirándolo—. Él es Frigdiano, mi novio.

Jacopo se sorprendió.

Frigdiano se sorprendió.

Sus padres se sorprendieron.

—Eh... Hola —acarició su brazo un tanto nervioso.

—Hola, Frigdiano, benvenuto in famiglia —sonrió de manera cálida.

BaciamiWhere stories live. Discover now