𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 𝖘𝖊𝖎𝖘

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Rosalie estaba en la cocina preparando café y preguntándose cómo estarían sus hermanos en Hogwarts, cuando llegó un búho con una carta. Como le parecía imposible que alguien le hubiera enviado una carta a ella, agarró al ave con mucho cuidado y tomó la carta.

—¡Riddle! —exclamó.

El aludido abrió la puerta de la habitación y se recostó en el marco.

—¿Qué? —preguntó.

—Te enviaron una... —se interrumpió a media frase cuando apartó la vista del búho para mirarlo. Tom se estaba vistiendo, pero le faltaba casi toda la ropa. Tragó saliva antes de seguir hablando porque sentía que se le había secado la boca— carta.

Él se le acercó, ella le tendió la carta y él la recibió. Mientras desenrollaba el pergamino, ella lo miraba de arriba abajo con admiración mal disimulada.

«¿Por qué me hace esto? —pensó— las hormonas me están jugando una mala pasada por su maldita culpa».

Él levantó la vista del pergamino y la miró como si nada pasara.

—Es tuya —le dijo, tendiéndole la carta.

Ella la recibió con el ceño fruncido.

—¿Mía? —preguntó.

Él asintió.

—La letra es de Marcus.

Ella recibió la carta y le dio una última mirada mientras él daba media vuelta y regresaba a la habitación. Ningún otro hombre le causaba tantos malos pensamientos como Tom, aunque Rosalie sabía que desde que lo había conocido, solo había tenido ojos para él. Se dispuso a leer la carta de su hermano, mientras bebía una taza de café a sorbos cortos. Marcus le decía que tanto él como Flora estaban bien, preparándose para los exámenes finales que estaban cada vez más cerca. Ella sabía que lo último no era tan cierto, porque Marcus jamás estudiaba para ningún examen, pero a pesar de eso le iba muy bien siempre. En cuanto a Flora, era todo lo contrario, pero es que ella solo tenía en común con su hermano la fecha de nacimiento y algunos aspectos del físico. Rosalie se sintió feliz de saber de ellos, y se preguntó cuándo volvería a verlos.

Tom salió de la habitación con toda la ropa puesta y una capa en la mano. Rosalie le dio una taza de café, evitando mirarlo porque a veces le parecía que él podía ver lo que ella pensaba cuando lo veía con tan poca ropa, y le daba mucha vergüenza que supiera que le causaba todo eso.

—¿Te vas? —le preguntó ella, mientras miraba a todas partes menos a él.

—Sí, pero no tardo —respondió.

—Puede que cuando regreses yo ya no esté por aquí —dijo Rosalie, en tono de broma.

Él esbozó una sonrisa de suficiencia.

—Tardarías más en irte que yo en encontrarte.

Ella lo miró y sonrió. Ni siquiera quería irse, y eso era lo peor de todo.

Cuando se quedó a solas, se le ocurrió una idea, aunque no sabía si resultaría.

—Giggly —dijo.

Casi en seguida, el elfo doméstico se apareció en frente de ella.

—Señorita Rosalie —le dijo a modo de saludo.

—No puedo creer que haya funcionado —dijo ella, muy feliz de verlo—. ¿Cómo están las cosas en casa?

—Muy bien, señorita, puede estar tranquila. Giggly mantiene la casa en orden y se encarga de recibir al señor Harlaw cuando va.

—¿Arthur ha ido?

—Casi todos los días, señorita.

Rosalie se sintió culpable, porque donde fuera que estuviera, Arthur estaba preocupado por ella, buscándola, mientras que ella rara vez se acordaba de él.

—Hazme un favor, Giggly —dijo, con seriedad—: no le digas a nadie que me viste, ni que sabes dónde estoy, y menos aún a Arthur.

El elfo asintió.

—Giggly no dirá ni una sola palabra, señorita Rosalie.

—Gracias.

Después recordó algo. Desde hacía muchos años atrás, tenía la costumbre de escribir en un diario lo que sentía o las cosas importantes que le pasaban, y en esos momentos le parecía que necesitaba desahogarse de alguna manera.

—¿Puedes hacerme otro favor? —preguntó.

—Claro que sí, señorita Rosalie.

—Ve a mi habitación y busca en el armario, entre mi ropa. Necesito que me traigas mi diario, por favor. Y en el estudio hay un par de frascos de tinta invisible y varias plumas, tráeme una. Disculpa que te pida tantos favores, pero es algo más o menos urgente.

Tan pronto terminó, el elfo se desapareció. Rosalie se sentó en el incómodo sofá, y esperó. No había pasado en realidad mucho rato cuando regresó con lo que le había pedido, además de una caja llena de tartas de melaza. Ella sonrió y sin pensarlo mucho, le dio un agradecido abrazo. El elfo la miró muy sorprendido, eso no era algo muy usual, pero ella siempre lo había tratado como a un igual, a pesar de que la inmensa mayoría de los magos pensaran que aquellas criaturas no merecian ningún tipo de respeto.

—Muchas gracias de nuevo.

—Giggly está feliz de poder ayudarla, señorita Rosalie.

Más tarde, mientras se comía una tarta de melaza, Rosalie abrió el diario y se puso a hojear distraídamente las páginas. Poco después, destapó al frasco de tinta, tomó la pluma y se dispuso a escribir todo lo que sentía, y lo que pensaba después de su reencuentro con Tom. Cuando él llegó, ella tardó en darse cuenta. Él se quedó mirándola en silencio, preguntándose de dónde habría sacado ese libro. Cuando ella por fin se dio cuenta, levantó despacio la mirada y cerró el diario.

—¿Quieres una tarta de melaza? —preguntó.

Él la miró un poco sorprendido, pero luego se sentó junto a ella y se dispuso a comerse una tarta.

—¿Puedo preguntar de dónde las sacaste? —preguntó, antes de darle un mordisco.

—Llamé al elfo doméstico de mi familia —le respondió ella, mientras pensaba en algún lugar dónde ocultar el diario para que Tom no fuera a leerlo bajo ninguna circunstancia.

Él se preocupó profundamente, porque pensó en que el elfo doméstico podría decirle a alguien dónde estaba Rosalie, y la encontrarían, y eso era algo que no quería. Todo lo que quería, era que ella se quedara más tiempo con él. Ella lo hacía sentirse bien y se estaba acostumbrado a su presencia. A escucharla cantar en la ducha todas las mañanas, al café que preparaba, al tono de voz que usaba para llamarlo siempre por el apellido, y a cada cosa que ella hacía. No tenía idea de cómo terminaría todo eso, pero no quería pensar en eso, prefería disfrutar de la agradable sensación de tenerla a su lado.

𝓥𝓮𝓷𝓮𝓷𝓸 || 𝓣𝓸𝓶 𝓡𝓲𝓭𝓭𝓵𝓮Donde viven las historias. Descúbrelo ahora