𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 𝖛𝖊𝖎𝖓𝖙𝖎𝖘𝖊́𝖎𝖘

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Pasaron algunos días sin que Arthur se decidiera a hablar con el ministro de magia y contarle lo que sabía de Rosalie. Se hallaba en un terrible dilema. Su ira se había calmado un poco, y sentía que a pesar de todo, seguía amándola al menos lo suficiente para no querer perjudicarla seriamente. Pero por otro lado, ella se había cambiado de bando, Arthur estaba seguro de que era una espía que ponía a Tom al tanto de todo lo que pasara en el ministerio y representaba un peligro para todo el mundo mágico. Al final, puso primero el bien de todos, apartó sus sentimientos y tomó valor para ir a contarle todo al ministro de magia.

Precisamente ese día, Rosalie no estaba en el ministerio porque estaba en una misión con otros aurores. Un enfrentamiento con los mortífagos era casi inevitable. Mientras volaba en medio de una perfecta formación con sus compañeros, pensaba una y otra vez en lo último que le había dicho Arthur. Se habían visto en el trabajo, pero no habían cruzado palabra. Ella se preguntaba por qué él no había ido a hablar con el ministro tan pronto se había enterado de todo. Se atrevió a albergar la esperanza de que se quedara callado, pero luego comprendió que era demasiado pedir. Maldijo a Flora por haberse entrometido de esa manera en su vida, lo perdería todo por su maldita culpa.

«¿Qué voy a hacer ahora? —se preguntó, una vez más— sabía que esto pasaría, lo supe desde que comencé esta relación con Tom, pero no me importó. Ni siquiera me arrepiento, porque estoy tan malditamente enamorada de él, que me parece que el precio a pagar por haber vivido algo tan hermoso, sea cual sea, no es demasiado alto».

El inmenso amor que sentía por Tom le hacía pensar que valía la pena cualquier sacrificio. Pero no estaba dispuesta a pasar el resto de su vida en Azkaban y no volver a verlo, eso jamás. Sabía que la llevarían a juicio y la condenarían, pero se estaba rompiendo la cabeza tratando de encontrar una forma de evitar eso. En cualquier momento, Arthur hablaría y no había manera de que ella estuviera preparada para eso. Pensó en irse del país al menos por un tiempo, o esconderse en algún lugar. Cada vez Tom parecía más y más cerca de tomar definitivamente el poder, una vez el ministerio estuviera en sus manos, ella no correría ningún peligro. Recordó lo que Tom le había dicho unos días antes.

«Sabes que puedes quedarte conmigo. Nadie se atreverá a acercarse a ti mientras estés a mi lado. Todo lo que quiero es que estés a salvo, déjame protegerte».

No había aceptado esa propuesta porque no quería apresurarse demasiado, pero en esos momentos consideró que era lo mejor. Terminaría esa misión y se iría con él.

Pero mientras llegaba a esa conclusión, los mortífagos aparecieron, y se hizo el caos. Rosalie a penas tuvo tiempo de sacar la varita del bolsillo antes de esquivar un par de maldiciones que pasaron volando peligrosamente cerca de ella. Aún entre toda aquella confusión, pensó en Marcus.

«Por favor que no esté aquí —pensó, mientras hacía un encantamiento escudo—, que esté en casa, sano y salvo».

Pero a lo largo de los años había descubierto que siempre que quería que algo no pasara, sucedía más rápidamente, como si el universo entero se burlara de ella. Localizó a Marcus a varios metros de distancia de ella, lanzando maldiciones con una habilidad impresionante y lo único que pensó, a pesar del riesgo que corría, fue en sacarlo de ahí y ponerlo a salvo aunque se molestara con ella.

Tuvo que hacer un esfuerzo enorme para llegar hasta donde estaba él, esquivando maldiciones y atacando de vez en cuando, pero lo logró.

—Pero qué... —dijo Marcus en voz baja al notar su presencia.

Bloqueó un hechizo que iba directo hacia él, y la miró por unos instantes.

—Lo mejor es que tú y yo nos vayamos de aquí cuanto antes —le dijo ella.

Hizo el intento de tomarlo del brazo, pero él se apartó un poco.

—Claro que no —replicó Marcus, y se agachó para dejar pasar de largo una maldición—. Tú sí deberías salir de aquí, pero yo no.

Rosalie lo miró con impaciencia, todo lo que quería era proteger a su hermano. Para ella era como si fuera su única familia, porque Flora era como si no existiera. A pesar de su negativa, lo tomó del brazo con fuerza, él intentó zafarse, pero ella apretó aún más su agarre. Por eso no pudo ver la maldición que se le acercaba, hasta que la golpeó, y sintió un dolor agudo e insoportable. Bajó la mirada para darse cuenta de que estaba sangrando copiosamente, soltó a Marcus y cayó al vacío. Él intentó ir tras ella e impedir que se golpeara contra el suelo, pero no pudo hacerlo, porque un hechizo aturdidor lo alcanzó. Tanto Rosalie como Marcus, terminaron tendidos en el suelo, inconscientes y varios pasos más cerca de la muerte.

𝓥𝓮𝓷𝓮𝓷𝓸 || 𝓣𝓸𝓶 𝓡𝓲𝓭𝓭𝓵𝓮Where stories live. Discover now