𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 𝖘𝖎𝖊𝖙𝖊

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—No puede ser que lo haya perdido —dijo Rosalie en voz baja mientras miraba con atención el suelo, en busca del collar que le habían regalado sus padres.

Recién se había dado cuenta de que no lo tenía, había comenzado a buscarlo por todas partes, pero era como si se lo hubiera tragado la tierra. No quería perder ese collar, era como tener algo de sus padres, como lo único que le quedaba de ellos, además de una enorme cantidad de recuerdos. Se sentó en una de las sillas que había en la cocina y pensó, una y otra vez en dónde podría estar el collar. Tom no estaba, pero no tardó en llegar. Ella no esperó para preguntarle si lo había visto.

—¿Has visto un collar que tiene un colgante en forma de rosa? —preguntó.

Él se acercó y se sentó frente a ella.

—Yo lo tengo —respondió, y comenzó a  buscar en sus bolsillos hasta que lo encontró.

Rosalie lo miró con el ceño fruncido.

—¿Y por qué lo tienes tú?

Tom se encogió de hombros.

—Estaba en el suelo del baño, yo solo lo guardé para devolvértelo después.

—Pensé que lo había perdido.

—He visto que solo te lo quitas para dormir.

—Fue el último regalo que me dieron mis padres antes de morir, por eso es muy especial.

Tom se dio cuenta de que no era mucho lo que sabía en realidad sobre ella, y quería saberlo todo, de manera que aprovechó que le había contado eso, para intentar averiguar lo que más pudiera.

—¿Murieron hace mucho? —preguntó.

—Casi cinco años —respondió Rosalie, con algo de tristeza en la voz.

—¿Puedo saber qué les sucedió?

Se le hacía un poco extraño que ambos hubieran muerto al mismo tiempo, por lo que parecía. La miró con interés y esperó a que ella respondiera. A pesar del paso de los años, era visible que le seguía doliendo su ausencia, Tom podía verlo en los ojos verdes de Rosalie.

—En realidad, nadie lo supo nunca —respondió ella—. Simplemente los encontraron una mañana. Lo único más o menos seguro era que habían usado la maldición asesina con ellos.

—¿Tampoco supieron quién pudo ser?

—Se suponía que ellos no tenían ningún enemigo, así que no lo supimos tampoco.

Él no sabía qué más decirle, no tenía idea de lo que se podía decir en un caso como ese.

—Yo no conocí a mis padres —le confesó, sin pensarlo, porque a diferencia de lo que le pasaba con todo el mundo, ella lo hacía sentirse en confianza, como si pudiera contarle cualquier cosa. Una vez más, lamentó no haber intentado nada con ella en todos los años que habían pasado en Hogwarts, tal vez se había estado perdiendo de algo maravilloso y no lo sabía.

Rosalie lo miró con sorpresa, y el dolor dejó de empañar al menos en parte, su mirada. Como él tenía la mano sobre la mesa, ella estiró el brazo y puso su mano sobre la de él. Aunque pareciera extraño, era el primer contacto físico que tenían, porque nunca se habían tocado. Por eso, Tom se sorprendió mucho al sentir el reconfortante contacto de la cálida mano de ella. Había conocido a muchas chicas en Hogwarts, algunas eran bonitas, interesantes, o inteligentes, pero por alguna extraña razón, ninguna le llamaba la atención como Rosalie, todas las demás pasaban desapercibidas para él, pero a ella simplemente no podía dejar de mirarla.

—¿Y entonces con quién creciste? —preguntó Rosalie, con suavidad.

—En un orfanato, con muggles —respondió Tom, de inmediato.

Rosalie se imaginó cómo habría sido su vida en un lugar como ese. Siempre se había sentido afortunada por tener la familia que había tenido. Sus padres eran muy buenos, y la querían. Tal vez por eso su muerte había sido tan dura para ella. Recordó que cuando le habían dado la noticia, todo lo que quería era morirse con ellos. Pero después había pensado en sus hermanos, ellos la necesitaban, de manera que hizo a un lado su dolor, y se dispuso a cuidar de ellos.

Tom, por su parte, estaba recordando un poco su pasado antes de llegar a Hogwarts. No le gustaba pensar en eso, porque no había sido feliz ni un solo momento. Toda su infancia le parecía un conjunto de recuerdos desagradables, y procuraba olvidarse de ellos en la medida de lo posible.

—¿Quieres que te ponga el collar? —le preguntó a Rosalie, queriendo evitar seguir hablando de eso.

Ella asintió.

—Por favor —respondió.

Se recogió el cabello con una mano y esperó a que Tom se levantara y caminara hasta estar detrás de ella. Él le rozó el cuello con los dedos mientras cerraba el pequeño cierre del collar, y ella sintió un escalofrío. Se soltó el cabello, y él puso las manos sobre sus hombros. Ella fue por primera vez plenamente consciente de lo mucho que deseaba sentir esas manos recorriendo todo su cuerpo. Se reprendió mentalmente por pensar siquiera en eso, le parecía que no estaba del todo bien, y le costaba cada vez más no dejarlo notar. Mientras tanto, Tom se acercaba sutilmente, con las manos todavía sobre los hombros de ella, y respiraba profundamente, captando el aroma de su perfume. Podía notar que no era el único que sentía esas cosas tan raras cuando la tocaba. Ella estaba muy tensa, y no se movía ni un milímetro. Pero él no quería apartar sus manos de la cálida y suave piel de ella, quería seguir tocándola.

«¿Qué demonios significa esto? —se preguntó— ¿por qué me siento así?»

𝓥𝓮𝓷𝓮𝓷𝓸 || 𝓣𝓸𝓶 𝓡𝓲𝓭𝓭𝓵𝓮Where stories live. Discover now