𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 𝖛𝖊𝖎𝖓𝖙𝖊

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Flora y Marcus habían terminado ya su sexto año de estudios en Hogwarts y regresaban a casa a pasar las vacaciones de verano. Rosalie estaba feliz de verlos de nuevo, y no presentía para nada lo que se avecinaba. Trató de salir temprano del trabajo para llegar rápido a casa y hablar con ellos, pero cuando iba saliendo de la oficina, se encontró con Arthur, que llegaba con un enorme ramo de flores.

-Te traje flores, cariño -le dijo.

Ella fingió una sonrisa lo mejor que pudo.

-Gracias.

Él se le acercó con toda la intención de darle un abrazo, pero ella retrocedió casi inconscientemente.

-No me toques -murmuró.

Arthur se sorprendió.

-¿Qué? -preguntó- ¿Qué es lo que te pasa?

Rosalie respiró profundo, y pensó en que no importaba si tardaba un poco en llegar a casa, pero terminaría con eso de una vez.

-¿Recuerdas todas las veces que te dije que necesitaba hablar seriamente contigo? -respondió ella- necesito que me escuches.

Pero él seguía empeñado en soportar un poco más aquella relación completamente carente de sentido, y guardaba la esperanza de que ella volviera a ser como había sido antes, que si bien, no lo amaba, al menos era capaz de fingir que lo hacía.

-Pero no hoy -dijo-, ahora no.

Dicho eso, dio media vuelta y se fue, dejando de nuevo a Rosalie con la palabra en la boca. Ella resopló y salió de allí para ir a su casa.

En cuanto llegó, se encontró con Marcus y Flora discutiendo. Al verla llegar guardaron silencio y se acercaron para saludarla con un fuerte abrazo. Rosalie se fijó que Marcus tenía algo parecido a un rasguño en la mejilla.

-¿Qué te pasó? -preguntó, mientras le tocaba la pequeña herida con la yema del dedo índice.

Marcus le dirigió una sombría mirada a Flora.

-Después te explico -respondió, entre dientes.

Rosalie solo asintió, pensando en repetir la pregunta más tarde. Mientras cenaban, sus hermanos le hicieron un resumen pormenorizado sobre lo sucedido en las últimas semanas que habían pasado en el colegio. En cuanto terminaron, Flora se disculpó para irse a su habitación, y Rosalie tuvo ocasión de hablar con Marcus.

-¿Ahora me vas a decir qué te pasó en la cara? -preguntó.

Él pareció muy molesto.

-Todo es culpa de esa mojigata de Flora -respondió-. Estaba saliendo con dos chicas y habló con ambas para contarles. Armaron un escándalo y se atrevieron a golpearme en frente de la mitad de los Slytherin del colegio.

Rosalie se imaginó esa escena y le pareció graciosa, aunque su expresión siguió siendo de seriedad. Flora tenía la costumbre de meterse en la vida de los demás, y eso era algo con lo que no estaba de acuerdo, aunque sabía que lo que Marcus estaba haciendo, tampoco estaba bien.

-Por lo que he podido ver, tu relación con Flora no ha hecho más que empeorar.

Marcus y Rosalie siempre se habían llevado muy bien, a pesar de la diferencia de edad, pero Flora era algo aparte, no tenía nada en común con ellos, y constantemente los juzgaba por cualquier cosa que hicieran.

-¿No piensas contarme lo que sucedió... ya sabes... con el señor tenebroso? -preguntó Marcus.

Rosalie pensó en que en cierta forma sería bueno contárselo a alguien, y confiaba mucho en Marcus, así que le contó todo lo que había pasado. Estuvieron un par de horas hablando sobre eso, y al terminar, ella se sintió como si se hubiera quitado un enorme peso de encima. Sabía que él no le diría a nadie, porque era bueno para guardar secretos, y nunca la había juzgado, como Flora. En lugar de eso, le expresaba su apoyo, aunque no estuviera de acuerdo con lo que ella hacía.

-A veces siento que estoy cometiendo un pecado imperdonable -confesó Rosalie, mientras ponía los codos sobre la mesa y se cubría el rostro con las manos.

Marcus puso la mano sobre el hombro de ella.

-Estar enamorada de él no es ningún pecado, Rosalie -le dijo-. Esas cosas pasan y nada puedes hacer para cambiarlo. Solo te advierto una cosa: no dejes que Flora se entere de esto, yo sé por qué te lo digo.

Ella lo pensó un poco mejor, y se dio cuenta de que nada hacía con juzgarse a sí misma por lo que estaba haciendo, al fin y al cabo, era algo que la hacía feliz.

Cuando subió a su habitación, se sintió de repente muy cansada, como si necesitara olvidarse de sus intentos fallidos de terminar su relación con Arthur. Decidió que si era necesario, lo obligaría de alguna forma a que la escuchara, porque ya no podía seguir mintiéndole ni engañándolo. Entró al baño y puso a llenar la enorme bañera que había allí. Cuando salió a la habitación a sacar una pijama limpia, se encontró con que Tom estaba entrando con todo el sigilo.

-¿Qué haces aquí? -preguntó Rosalie, sintiéndose sorprendida por su presencia, pues no le había dicho que iría.

-¿Es que no quieres verme? -le preguntó él, mientras cerraba la puerta.

Ella se le acercó para darle un beso.

-Claro que quiero verte, es solo que no te esperaba. Además, mis hermanos están de nuevo aquí.

Tom lo sabía, porque ya había visto a Marcus y hablado con él.

«Rosalie es una gran mujer, y creo que merece tener a su lado a un gran hombre. Aunque algo me dice que ya lo encontró, mi señor -le había dicho».

Él la tomó de la cintura y la besó, mientras pensaba en esas palabras de Marcus.

-Espero no haber interrumpido nada -dijo en cuanto se apartó un poco de ella.

-Iba a darme un baño, pero puede esperar.

-Te puedo acompañar.

Ella le dirigió una sonrisa cómplice, lo tomó de la mano, y entraron en el baño. Como todo en la casa, era grande y espacioso, con un enorme ventanal que dejaba ver las ramas de un árbol que se movían con el viento. Se quitaron la ropa y entraron juntos en agua. Él la tomó de la cintura para acomodarla sobre él y luego comenzaron a besarse con creciente deseo. Recorrió su cuerpo muy despacio, pensando en lo suave que era la piel de ella y en lo mucho que le gustaba tocarla. Después comenzó a repartir pequeños besos por su cuello y sus hombros, mientras subía la mano hasta llegar al vértice de sus muslos. La tocó muy suavemente, comenzando a mover los dedos muy despacio sobre su clítoris. Ella gemía en voz muy baja, temiendo que sus hermanos, y en especial Flora, la escucharan. Cerró los ojos y se dejó llevar, olvidándose pronto de todas sus preocupaciones. Se estremecía por momentos, cuando él movía los dedos más rápido, le puso sus manos sobre los hombros y le clavó levemente las uñas. Pero a él no le importaba, prácticamente no se daba cuenta, porque estaba demasiado concentrado en lo que estaba haciendo, y en observarla con atención. Ella se mordió el labio inferior con mucha fuerza para no gritar cuando por fin alcanzó el clímax, recordando que nadie debía escucharla. Todavía le temblaban un poco las piernas, así que se acercó un poco más a Tom, y lo rodeó con los brazos. Él le dio un beso en la mejilla y sonrió, más para sí mismo, que para ella, porque pensaba en lo mucho que significaba para él que sucedieran esas cosas entre ellos. Ya había dejado de tratar de convencerse a sí mismo de que solo la deseaba, porque había comprendido, al menos en parte, que no era así, pero le causaba algo muy parecido al miedo atreverse a ponerle nombre a lo que sentía.

«No puedo decir si es amor o no —pensó, mientras ponía sus manos sobre las caderas de Rosalie—, porque no tengo ni idea de qué será el amor. Pero puede que sea algo parecido a esto».

𝓥𝓮𝓷𝓮𝓷𝓸 || 𝓣𝓸𝓶 𝓡𝓲𝓭𝓭𝓵𝓮Donde viven las historias. Descúbrelo ahora