𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 𝖙𝖗𝖊𝖎𝖓𝖙𝖆 𝖞 𝖚𝖓𝖔

596 60 12
                                    

Rosalie miró a su alrededor muy confundida. Tenía la mente en blanco, pero poco a poco, los recuerdos comenzaron a agolparse en su mente. No recordaba un momento de su vida en el que se hubiera sentido tan mal físicamente. La habían herido en más de una ocasión desde que había comenzado su carrera como auror, pero nunca había estado tan grave como en esos momentos. Marcus se acercó y la miró con preocupación. 

—¿Cómo te sientes? —preguntó con voz suave. 

Rosalie tuvo que hacer un enorme esfuerzo por responderle. 

—Bien —mintió. Odiaba quejarse, así que, a pesar de que sentía que cada centímetro de su cuerpo dolía, y que no tenía fuerzas ni para mantener los ojos abiertos por mucho más tiempo, no dijo nada de su verdadero estado. 

Se quedó mirando a Tom, que agradecía en silencio que siguiera con vida. Había estado casi seguro de que la perdería, y aún en esos momentos, todavía seguía temiendo por ella. 

«Si no me hubiera metido en su vida de la manera en que lo hice, ella estaría a sana y salva —pensó—. Todo lo que he hecho ha sido ponerla en peligro. Lo único que puedo hacer ahora es protegerla y cuidar de ella». 

Marcus se sintió mucho más tranquilo al ver a su hermana de nuevo consciente, pero necesitaba averiguar qué había pasado, para así mismo poder pensar en qué sería de sus vidas en adelante. 

—Tengo que irme —anunció mientras caminaba hacia la puerta—. Pero no tardaré, vendré a quedarme con Rosalie por si mi señor necesita irse. 

Tom dejó de mirar a Rosalie para mirar a Marcus, muy serio. 

—No, yo no voy a moverme de aquí —le dijo—. Me voy a quedar a su lado hasta que se recupere por completo.  

Marcus se sorprendió un poco, pues le resultaba difícil de creer que los sentimientos de su señor por su hermana hubieran llegado hasta un punto tan avanzado. Se limitó a asentir y salió de allí. Mientras él averiguaba lo sucedido con Flora e intentaba informarse bien sobre lo que estaba sucediendo en el ministerio en esos momentos, Tom mostraba una faceta suya que parecía inexistente antes de ese día. Acomodó a Rosalie entre una cantidad de almohadas que a ella misma le pareció exagerada, y se dispuso, con toda la paciencia del mundo, a darle un enorme tazón de sopa. 

—¿Quién eres tú y qué hiciste con el Señor Tenebroso? —preguntó ella en tono de fingida sorpresa en cuanto se sintió con un poco más de fuerzas para hablar. 

 Tom sonrió, mientras le acercaba la cuchara a los labios. 

—Podría estar por ahí lanzando maldiciones y cometiendo toda clase de crímenes, pero prefiero estar aquí cuidándote, ¿y te quejas? 

A pesar de lo mucho que le dolía el pecho, Rosalie se atrevió a reírse.

—Bien, no voy a quejarme. O bueno, sí voy a quejarme porque no me has dado ni un solo beso. 

Acto seguido se cruzó de brazos y lo miró alzando una ceja. Tom dejó el tazón casi vacío en la mesa de noche y se le acercó despacio, preguntándose por qué no se le había ocurrido antes, pero concluyendo que estaba demasiado preocupado porque ella estuviera bien como para pensar en eso. 

«Si esto no es amor, entonces no tengo ni idea de qué demonios sea eso —pensó». 

Le dio un beso largo y suave, que le hizo recordar todos los que le había dado antes, desde el primero, aquella lejana tarde en el lago. 

Varias horas más tarde, Marcus regresó y se encontró con que Rosalie estaba mucho mejor. Ella no dejó de notar, tan pronto lo vio, que no estaba del todo bien. Había estado en su casa y había escuchado, contado por el elfo doméstico, lo sucedido con Flora. No sabía cómo decirle eso a Rosalie, pues no sabía cómo lo tomaría, pero pensó en que era mejor que lo supiera. 

—¿Todo bien? —preguntó ella, comenzando a preocuparse por él. 

Marcus respiró profundo y en pocos minutos le resumió todo lo que había podido averiguar. Rosalie lo escuchó sin interrumpirlo, asimilando en silencio cada palabra. En cuanto terminó, no sabía cómo sentirse. Si bien, Flora había arruinado todo con su intromisión, había querido hacer algo para remediarlo, y al final había muerto en el intento.

«Una persona más de mi familia a la que he perdido —pensó».

 Miró a Marcus a los ojos antes de decirle:

—Ahora solo quedamos tú y yo. 

A muchos kilómetros de distancia, Arthur Harlaw contemplaba la lápida de mármol en la que se leía el nombre de Rosalie Prewett, y pensaba con nostalgia en la mujer a la que había creído amar tanto como a nadie. Había algo que se le hacía muy extraño, y era que nadie supiera nada de Flora. Sentía lástima por ella, porque pensaba en lo terrible que sería saber que su hermana estaba muerta y que su hermano era un criminal prófugo, sobre todo porque no tenía más familia. Los del ministerio la estaban buscando para interrogarla sobre Marcus y porque necesitaban tenerla vigilada en caso de que quisiera ayudarlo, pero no había rastro de ella. Arthur creía que en algún momento se le ocurriría ir a visitar la tumba de Rosalie, así que convenció a sus superiores de que pusieran a alguien a vigilar el cementerio para que les avisara por si llegaba. 

«Incluso es muy posible que el mismo Señor Tenebroso se aparezca por aquí —pensó—. Él también podría caer, y así le pondríamos fin a esta guerra».  


𝓥𝓮𝓷𝓮𝓷𝓸 || 𝓣𝓸𝓶 𝓡𝓲𝓭𝓭𝓵𝓮जहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें