𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 𝖓𝖚𝖊𝖛𝖊

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Rosalie había tomado la firme determinación de no desaprovechar la oportunidad que se le estaba presentado. Había pasado todos esos años en Hogwarts, mirando a Tom desde lejos sin que pasara nada, pero en ese momento, podría pasar todo, y por muy mal que pudiera terminar, al menos no estaría el resto de su vida preguntándose cómo hubiera sido, y lamentándose por haberse quedado con las ganas. Pero no se le iba a lanzar directamente, antes, pensaba darle un poco de su propia medicina. Además, creía que si pasaba lo que ella quería que pasara, por fin se calmaría aquel deseo ardiente e indómito, pues le parecía que era causado porque nunca había podido pasar nada entre ellos.

Era una tarde soleada y hacía calor. Rosalie estaba poniendo unas flores que había recogido, en el centro de la mesa, mientras Tom la observaba a pocos pasos. Ella se inclinó un poco sobre la mesa, y a él le dio la impresión de que el escote del vestido estaba mucho más abajo de lo usual. Trató de no mirarla, y fingió estar absorto en una telaraña que estaba en el marco de la puerta. Después de que le pareció que las flores habían quedado bien, salió sin decirle nada. Tom lo pensó y al final fue tras ella. Llegó a tiempo para ver cómo se quitaba el vestido y entraba en las aguas claras del lago. Rosalie cerró los ojos, contuvo la respiración y se dispuso a nadar. Él se quedó esperando a que volviera a salir, mientras se preguntaba en qué momento había tomado la confianza suficiente como para entrar en el lago casi desnuda, aun sabiendo que él estaba por ahí. Ella salió y se quitó el cabello mojado de la cara, poniéndolo sobre su hombro izquierdo. Se dio cuenta de que él estaba ahí, y le regaló una pequeña sonrisa.

—Deberías venir —le dijo.

Él lo dudó.

—Te va a dar un resfriado y no quiero que me pase lo mismo —respondió.

Ella se encogió de hombros y tomó aire para sumergirse de nuevo, hasta que pudo tocar el fondo del lago con los pies. Estaba lleno de plantas acuáticas que se movían y le hacían cosquillas, pero el agua era tibia y agradable. Tom se debatió un momento y al final se quitó la ropa, dejándose sola la ropa interior, para entrar en el lago también. Al contrario de Rosalie, a él le parecía que el agua estaba fría. Tomó aire para sumergirse rápidamente, pasó unos segundos bajo el agua, y volvió a salir a la superficie. Rosalie estaba realmente muy cerca, y tan pronto abrió los ojos, la vio sonriéndole.

—Ahora tú también te vas a resfriar —le dijo.

Él se encogió de hombros, y se quedó mirándola fijamente, observando cómo el cabello mojado le caía sobre los hombros descubiertos. Ella levantó la mano muy despacio y le acarició la mejilla con el pulgar, muy suavemente. Él cerró los ojos, preguntándose cómo era posible que pudiera sentir tantas cosas con algo tan simple como eso, e intentando dominar de alguna manera la tormenta de emociones que se desataba en su interior. Sintió la enorme necesidad de mandar todo al infierno, y exponerse a que ella lo odiara por apresurarse demasiado. La miró a los ojos, y se acercó un poco. Puso las manos sobre los hombros de ella, y se le acercó muy despacio, dándole tiempo para que le dijera que no. Ella captó sus intenciones, y se debatió un momento entre permitir que pasaran las cosas o darle espera, pero tenerlo tan cerca le nublaba la mente. Al final no le importó nada, y no lo detuvo. En cuanto sus labios se encontraron, fue como abrirle la puerta a una cantidad incontable de emociones desconocidas. Ambos pensaban, mientras sus labios se devoraban con avidez, que eso debía haber pasado mucho tiempo atrás, pero las cosas sucedían cuando debían suceder.

Cuando se apartaron, les faltaba el aire. Tom se quedó mirando los brillantes ojos verdes de Rosalie, preguntándose cómo algo tan simple como un beso, podía sentirse tan bien. De repente le llegó a la mente una frase que había escuchado años atrás, aunque no recordaba muy bien quién la había dicho:

«Los hombres inteligentes se enamoran como imbéciles».

Pero él no podía estar enamorado de ella, eso era impensable para un hombre como él, que nunca había conocido el amor en ninguna de sus formas. Le parecía más cómodo pensar que la deseaba, que solo quería acostarse con ella, pero en el fondo sabía que lo que sentía iba mucho más allá. Igual que ella, quería creer que si algo pasaba entre ellos, se calmaría y ya no se sentiría así. Los dos se engañaban a sí mismos de la misma manera. Para no pensar en nada más, y no dejar que eso tan agradable que estaba sintiendo se le escapara, Rosalie se le acercó de nuevo, y lo besó otra vez. Él puso las manos sobre la piel suave de su cintura, y la acarició despacio. Mientras tanto, sentía como si algo cobrara vida dentro de su pecho. No tenía idea de con qué palabras nombrarlo, pero era algo desconocido y poderoso, que jamás había imaginado que se pudiera sentir.

«Pensaba que se calmaría —pensó—, pero ahora solo quiero más».

𝓥𝓮𝓷𝓮𝓷𝓸 || 𝓣𝓸𝓶 𝓡𝓲𝓭𝓭𝓵𝓮Where stories live. Discover now