𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 𝖉𝖔𝖈𝖊

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—Sigo sin entender por qué no quieres dormir conmigo —decía Tom, mientras Rosalie se disponía a dormir una noche más en el incómodo sofá—. Si no quieres, no pasará nada.

—¿Y si te mato mientras duermes? —bromeó Rosalie, mirándolo con fingida seriedad.

Él sonrió con suficiencia.

—Suerte con eso, no sabes con quién estás tratando.

—Corres peligro.

—No, yo soy el peligro.

A Rosalie le dio risa aquella afirmación, y estaba decidida a bromear un poco más.

—Claro, lo que quieres es aprovecharte de mí, tú mismo dijiste que eres el peligro.

Él la miró como si hubiera dicho algo realmente absurdo.

—Por favor, Rosalie, si quisiera aprovecharme de ti, ya lo hubiera hecho, no me ha faltado oportunidad.

Ella sonrió.

—Está bien, dormiré contigo. Pero que quede claro que lo hago solo por el bien de mi cuello.

Tom sonrió también y estiró el brazo para tomarla de la mano.

—Inventa la excusa que quieras, lo que me importa es que dijiste que sí.

Él era de esos que eran inmensamente felices cuando se salían con la suya, además le había insistido mucho y al final lo había logrado. Rosalie se sentía un poco nerviosa, si bien, había dormido en un par de ocasiones con Arthur, Tom era algo muy distinto. Se cambió por la ropa de dormir y se acostó en la cama. Tom simplemente se quitó todo, dejándose sólo la ropa interior, y se acostó junto a ella. No tardó ni un minuto en acercársele para comenzar a besarla. Ella estaba viendo que se le estaba presentado una oportunidad única, así que se dispuso a deslizar las manos por la piel suave de su abdomen. Mientras tanto, él subió sus manos desde la cintura de ella, hasta ponerlas sobre sus pechos, y les dio un apretón suave, sin dejar de besarla. Ella sintió un escalofrío, y siguió acariciándolo. De repente, él pensó en algo que tenía que preguntarle, porque por alguna extraña razón que no comprendía del todo, le parecía que ella no había hecho eso con nadie. No sabía por qué, pero algo le decía que sus suposiciones eran correctas. Volvió a poner las manos en su cintura y se apartó un poco para mirarla a los ojos.

—Un momento... ¿nunca habías...? —preguntó. Ella negó rápidamente con la cabeza— ¿No se supone que estabas comprometida? —él ya lo sabía, pero no quería que ella se diera cuenta de lo bien informado que estaba sobre casi todos los aspectos de su vida. Antes de idear ese descabellado plan para poder por fin estar con ella, se había asegurado de preguntarle a Marcus todo lo que pudo acerca de Rosalie, de su relación con Arthur, de su trabajo y de todo lo que pudiera ser importante sobre ella.

—Sí, pero nunca dejé que Arthur me tocara —respondió ella, con toda sinceridad—. Siempre le decía que no estaba lista, que estaba cansada, que me dolía la cabeza o inventaba cualquier excusa que se me ocurriera.

Tom se imaginó lo mal que debía haberla pasado Arthur sin poder tocar a Rosalie. Él podía comprenderlo, porque se había sentido así durante todos esos días en que ella había guardado sus distancias. Pero en esos momentos las cosas habían cambiado, y sabía que ella le permitiría tocarla y tal vez, también hacerle todo eso que tanto quería.

—Le dijiste eso porque no lo deseas, no como me deseas a mí —le dijo. Estaba dispuesto a ser sincero con ella y decirle lo que pensaba de su extraña relación —. No quiero que pienses que me siento con derecho de meterme en tu vida por lo que ha pasado entre nosotros, pero tengo que decirte que no puedes casarte con él, eso no va funcionar.

—Lo sé —admitió ella.

—No sé qué vayas a hacer con ese asunto cuando te deje ir, pero piénsalo mejor.

—Se te olvida que hace tiempo que pude haberme ido —replicó Rosalie—. Me hubiera podido ir con el elfo, y después de que me devolviste mi varita, pude desaparecerme e irme a cualquier parte que se me ocurriera.

—Pero no puedes quedarte aquí conmigo para siempre —dijo Tom, con mucho más pesar del que quería dejar ver.

—¿Quieres que me vaya?

—No, claro que no. Pero soy consciente de que eventualmente tendrás que regresar a tu vida normal.

—No quiero pensar en eso todavía.

—Ni yo. Pero una cosa si te voy a decir: por más que regreses a tu casa y a tu trabajo, y a menos que me digas que no quieres tener nada que ver conmigo, yo pienso continuar con esto.

Ella le acarició la mejilla y sonrió.

—Pues yo también. Besas demasiado bien como para dejarte ir así como así.

Él sonrió ante esa ocurrencia.

—Eso no es lo único que hago bien.

—Vamos a ver qué más hay.

—La lista es bastante larga.

Ella sonrió de nuevo antes de acercársele para volver a besarlo. 

𝓥𝓮𝓷𝓮𝓷𝓸 || 𝓣𝓸𝓶 𝓡𝓲𝓭𝓭𝓵𝓮Where stories live. Discover now