𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 𝖛𝖊𝖎𝖓𝖙𝖎𝖉𝖔́𝖘

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Flora comenzó a sospechar que su hermana andaba en lo que ella definía como malos pasos. Sentía que su actitud había cambiado un poco desde que había regresado, no era en absoluto la misma de siempre. Si bien, nunca habían tenido una relación muy cercana, Flora sentía que Rosalie estaba cada vez más alejada, y parecía estar ocultando un gran secreto. Todas las noches se encerraba en su habitación desde después de la cena, y hablaba con Marcus de cosas que no comentaban con ella. Un día entró a la habitación de Rosalie por un cepillo para el cabello y notó un extraño olor a perfume masculino que flotaba en el aire. Sabía que no era de Arthur, porque reconocería ese olor en cualquier parte, y ese era muy distinto. Le costaba creer que su hermana estuviera llevando a quién sabe qué hombre a la casa, así que concluyó que era solo su imaginación. Pero el comportamiento de Rosalie le causaba desconfianza. No entendía por qué siendo una auror, se había tomado tan a la ligera que Marcus fuera un mortífago y siguiera llevándose tan bien con él. Cada vez estaba más convencida de que algo muy raro le estaba pasando a su hermana. Hizo tantas conjeturas, e intentó explicar lo que estaba pasando, pero no llegó a ninguna conclusión. Como tenía esa horrible costumbre de querer averiguarlo todo, y de enterarse de lo que hacían sus hermanos con sus vidas, pasó días pensando en cómo descubrir lo que fuera que estuviera haciendo Rosalie. Le preocupaba profundamente que se estuviera atreviendo a engañar a Arthur, que para ella era como si fuera el mejor hombre del mundo. Rosalie no comentó con ella que había puesto fin a su relación con él, porque sabía cuál sería su reacción. Sabía que la juzgaría por eso, y no quería soportar sus discursos.

La ocasión de descubrir a Rosalie, llegó unos pocos días después de la conversación que ella tuvo con Arthur. Marcus salió temprano en la mañana porque tenía cosas que hacer con los mortífagos, así que Flora inventó una mentira.

—Me invitaron a la fiesta de cumpleaños de uno de mis compañeros —le informó a Rosalie mientras estaban desayunando—. Regreso mañana en la mañana.

Rosalie asintió, mientras le ponía mantequilla a una tostada. Aunque se le hizo muy extraño que su hermana hablara de ir a una fiesta, pensó en que tal vez por fin estaba comportándose como la gente de su edad.

—Bien —dijo—, pero ten cuidado y no bebas demasiado.

Flora asintió también.

—No te preocupes.

Cuando Rosalie llegó, en la noche, Flora estaba lista para irse. Le dio un beso en la mejilla y le dijo de nuevo que se verían al día siguiente. Como la vio desaparecerse en la puerta, no sospechó absolutamente nada. Pero Flora no se había ido en realidad. Esperó un tiempo prudencial para regresar a la casa y ocultarse lo mejor que pudo bajo la escalera, desde donde podía ver bien lo que sucedía en la sala sin que nadie notara su presencia.

Tom llegó rato después, pero Flora no lo reconoció a primera vista. Rosalie se acercó para saludarlo y pasaron unos minutos besándose. Flora comprendió que sus sospechas eran ciertas, y tuvo que esforzarse por controlar la ira. No comprendía cómo era posible que su hermana estuviera engañando a Arthur.

—¿Lo que enviaste a hacer a Marcus es algo muy peligroso? —le preguntó Rosalie a Tom.

Entonces, Flora comenzó a sospechar seriamente sobre quién era el que visitaba a su hermana, pero desde donde estaba, no podía verlo bien.

—Depende de lo que entiendas por peligroso —respondió Tom.

Rosalie lo miró con impaciencia.

—Estoy muy preocupada por él, Tom.

Él estiró el brazo para tomar la mano de ella, y se acercó un poco.

—Rosalie... él eligió esto, además, es un gran mago, nada malo va a pasarle.

Rosalie lo miró a los ojos.

—En el ministerio están hablando de dar permiso a los aurores para usar las maldiciones imperdonables con los mortífagos, y matarlos en lugar de capturarlos con vida para enviarlos a Azkaban.

Tom comprendió que las cosas se pondrían mucho peor y se preocupó, pero no por sus mortífagos, sino por Rosalie. Les había advertido que no le hicieran ningún daño, pero cualquier cosa podía pasar en una guerra. Al pensar en que podía pasarle algo grave a ella, lo invadió una sensación de desasosiego que no había experimentado antes. Se cuestionó una vez más sobre el lugar que Rosalie ocupaba en su vida, y concluyó que se hacía cada vez más importante.

—¿Es muy probable que lo aprueben? —preguntó Tom, pensativo.

—El ministro y el jefe del departamento de seguridad mágica creen que se requieren medidas más drásticas para controlar a tus seguidores —respondió Rosalie, sin dejar de mirarlo a los ojos.

Él intentó no dejar notar su preocupación. Además, pensó en el riesgo que estaba corriendo ella a causa de su relación, pues si alguien se diera cuenta de que tenía algo con él, no durarían en enviarla a Azkaban afirmando que hacía parte de los mortífagos y que era una espía. A pesar de ser consciente de eso, Tom no pensaba en ponerle fin a eso.

«Siempre he sido un maldito egoísta —pensó—, no puedo pensar en otra cosa distinta a lo mucho que quiero tenerla a mi lado. No quiero renunciar a ella, pero si le sucediera algo, sería mi culpa».

Desde su escondite, Flora confirmaba sus sospechas acerca de la identidad del amante de su hermana, e intentaba encontrar una explicación a lo que estaba haciendo Rosalie. ¿Y si estaba bajo la maldición imperius?, ¿y si le había dado un filtro de amor? No solo estaba actuando con Tom como si fueran una pareja, también le estaba diciendo cosas que podían contar como información confidencial del ministerio. Pero por otro lado, cabía la posibilidad de que todo eso lo estuviera haciendo voluntariamente, sin que nadie la obligara, sino porque quería. Esa posibilidad sonaba terrible, pero Flora concluyó que podía ser. Se quedó observando la manera en que Rosalie besaba a Tom, como si lo amara. Y en efecto, parecía que sí. Por la manera en que pegaba su cuerpo al de él, y lo rodeaba con los brazos, mientras él se agachaba un poco para levantarla del suelo. Ella envolvió sus piernas alrededor de la cintura de él, y siguieron besándose, mientras desde las tinieblas, Flora pensaba en que su hermana se había vuelto completamente loca. Ellos subieron a la habitación, mientras se daban besos ocasionales y se reían de algo.

Flora salió de su escondite y reconoció el aroma del perfume que había percibido días atrás en la habitación de Rosalie.

«¿En qué momento se involucró con ese criminal? —pensó— pero me va a oír, alguien tiene que hacerle entender que lo que está haciendo no está bien».

𝓥𝓮𝓷𝓮𝓷𝓸 || 𝓣𝓸𝓶 𝓡𝓲𝓭𝓭𝓵𝓮Donde viven las historias. Descúbrelo ahora