𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 𝖉𝖎𝖊𝖈𝖎𝖓𝖚𝖊𝖛𝖊

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Durante la ausencia de Rosalie en el ministerio, la guerra con los mortífagos se había recrudecido. Aquella organización criminal seguía persiguiendo a los nacidos de muggles, y la cifra de víctimas ya era bastante alarmante. Tardó unos días en reincorporarse al trabajo, pero no tanto como pensaba en un principio. Podía decir que su vida había regresado a la normalidad, aunque ella sentía que nada en realidad era igual que antes. Habían pasado más de dos semanas desde la última vez que había visto a Tom, y no se había atrevido a enviarle ninguna carta aunque lo extrañaba cada vez más. Una mañana tomó la determinación de escribirle, temiendo un poco que no le respondiera. Se levantó mucho más temprano, se sentó en el escritorio, tomó la pluma y se quedó mirando el trozo de pergamino en blanco, sin saber qué decirle. Al final se decidió por contarle brevemente lo sucedido en los días anteriores, y solo al final, se atrevió a decirle que lo extrañaba. Después fue a arreglarse para ir al trabajo.

Cuando Tom recibió la carta, la abrió sin muchas expectativas, hasta que reconoció la caligrafía pequeña y redonda de Rosalie. Se le escapó la sonrisa y la leyó varias veces mientras pensaba en qué hacer con su relación.

«Esta noche volveré a tocarla, a besarla y a tenerla entre mis brazos otra vez -pensó, llegando a la conclusión de que no había por qué tomar distancia de ella, y concluyendo que iría a verla».

Buscó un trozo de pergamino, una pluma y escribió como respuesta una sola frase:

Nos vemos esta noche.

Rosalie estaba en el trabajo cuando recibió la respuesta. Al leerla sonrió, y se guardó el papel en el bolsillo junto a la varita. Pasó todo el día emocionada por la idea de verlo de nuevo, y contando los minutos para que llegara la hora de salir y poder ir a encontrarse con él. Cuando estaba recogiendo sus cosas para salir, Arthur llegó, y ella tuvo que hacer un gran esfuerzo por que él no notara que no le causaba ninguna emoción verlo. Fingió una sonrisa y pensó en qué excusa inventar para poder irse rápido.

-Mi amor -le dijo Arthur, con una sonrisa-, vengo a preguntarte si quieres ir a cenar a casa de mis padres. Tienen muchas ganas de verte.

La mente de Rosalie trabajó rápidamente en encontrar una excusa.

-Discúlpame, Arthur, pero no puedo hoy, la verdad es que me siento bastante mal -le dijo-, preferiría irme a casa.

Él no le dijo nada, pero desde que había regresado, tenía la impresión de que ella le ocultaba algo. No se atrevía a preguntarle, porque estaba casi seguro de que si le daba la menor oportunidad, ella lo dejaría, y no quería eso, quería pasar al menos unos días más junto a ella. Se limitó a asentir y acercársele para darle un beso en la mejilla.

-Después será -le dijo-. Que te mejores.

-Gracias -Rosalie le sonrió-. Saluda a tus padres de mi parte.

Arthur murmuró una despedida y salió de allí con la horrible sensación de que su relación estaba más que acabada, pero se empeñaba en mantenerla un poco más. Rosalie suspiró, con cansancio, pero poco después volvió a emocionarse al recordar que vería a Tom. Salió del ministerio y llegó a su casa. Segundos después de que ella se apareciera, él también llegó. Ella no lo pensó dos veces y lo envolvió en un fuerte e inesperado abrazo. Él no estaba acostumbrado a esas cosas, pero le alegraba profundamente verla, de manera que le devolvió el abrazo, permitiéndose tenerla entre sus brazos por un rato y volver a percibir el olor de su perfume.

-Me hiciste mucha falta, Tom -dijo ella en casi un susurro.

Él sonrió al escucharla.

-Tú también a mí -le respondió, después de mucho dudarlo, porque le costaba demasiados esfuerzos poder decir lo que sentía.

Ella se alegró de escuchar eso, porque durante esos días había pensado muchas veces en que tal vez él había visto su relación como una aventura pasajera, pero si le había dicho eso, era porque tal vez, en cierta forma, ella le importaba. Él se apartó un poco para besarla. En realidad no habían pasado más que un par de semanas, pero los dos se sentían como si hubiera pasado un siglo desde la última vez que se habían besado. Sus labios se devoraron con ansiedad, como diciéndose sin palabras lo mucho que se habían extrañado.

«Si esto no es amor, es vicio, porque no hay otra manera de explicar que haría lo que fuera por un solo beso suyo -pensó Rosalie, mientras pegaba un poco más su cuerpo al de él».

Cuando entraron a la casa, el elfo doméstico ya tenía la cena servida, de manera que pasaron al comedor. Tom estaba ansioso por preguntarle qué había hecho con su relación con Arthur, pero no quería hacerlo directamente para que ella no se diera cuenta de que todo lo que él quería era que terminara con eso. Pero Rosalie no había podido hablar con Arthur, porque él se había encargado de que no hubiera oportunidad. Cuando ella intentaba decirle, él inventaba excusas, y al final la situación se estaba complicando de sobremanera. Rosalie no sabía qué hacer, y tampoco se atrevía a obligarlo a que la escuchara, así que se había quedado callada, esperando a que se diera una oportunidad mejor.

-¿Hablaste con... -preguntó por fin Tom, pero se interrumpió a media pregunta porque estuvo a punto de referirse a Arthur como «el sangre sucia». Sabía que a Rosalie no le gustaba que lo llamaran así, porque Marcus se lo había dicho- con Harlaw?

Rosalie no esperaba que Tom fuera a preguntarle eso, pero dejó el tenedor sobre el plato para mirarlo a los ojos y responderle.

-No he podido hacerlo -dijo-, no me lo ha permitido.

Tom se sintió frustrado por eso. En realidad, tenía muchas ganas de matar a Arthur de una vez, porque estaba acostumbrado a sacar de su camino a quien le estorbara. Pero no podía hacer eso porque Rosalie le había pedido que no lo hiciera, y no quería que eso le causara problemas con ella. Se sintió extraño, porque nunca le había importado para nada la opinión de alguien más, y nada lo detenía a la hora de matar. Pero ella lo hacía sentirse como si se desconociera a sí mismo constantemente. Hizo lo que pudo por mantener una expresión neutra y no dejar ver nada de lo que estaba pensado. A pesar de eso, Rosalie notó que no le había gustaba para nada que ella siguiera en una supuesta relación con Arthur.

-Hablaré con él lo más pronto que pueda -le dijo.

Tom solo asintió, y se quedó pensando en la manera de librarse de Arthur sin que ella se molestara con él. Siempre lo había odiado porque cuando estaban en Hogwarts, pasaba todo el tiempo con Rosalie, y Tom no soportaba verlos juntos. Por eso, cuando había escuchado que ella se había comprometido con aquel idiota, se había dicho a sí mismo que no permitiría que se casaran así como así. Se quedó mirándola fijamente, mientras se preguntaba una vez más, qué le había hecho ella, qué era eso tan especial que tenía, que había captado su atención desde el primer momento y le había causado esa irresistible atracción que nadie más había sido capaz de despertar.

𝓥𝓮𝓷𝓮𝓷𝓸 || 𝓣𝓸𝓶 𝓡𝓲𝓭𝓭𝓵𝓮Donde viven las historias. Descúbrelo ahora