Capítulo 2

376 39 19
                                    


No recordaba nada de la anterior noche, ni siquiera tenía vagos recuerdos de lo que había sucedido. El olor de la almohada en donde tenía la cabeza no se le hacía conocido, lo que le hizo pensar que se había acostado con algún desconocido y se pasó la noche en su casa. Estaba sola en la cama y sentía su cuerpo demasiado ligero.

Sus sospechas se confirmaron cuando al destaparse se encontró casi desnuda, lo único que cubría su cuerpo eran esas diminutas bragas de color negro que se había puesto el día anterior, ni siquiera llevaba sujetador porque el vestido no tenía tiras y se veía más cómoda de esa forma.

—Jodida mierda —volvió a agarrar las sábanas para tapar su cuerpo mientras buscaba con su mirada el vestido por el suelo, no estaba por ninguna parte y eso le hizo sospechar—. ¿Qué coño está pasando aquí?

Como si Dios quisiese mandarle la respuesta, la puerta de la habitación se abrió y entró Alan, despreocupado. Sonrió al ver que ya se encontraba despierta y se acercó a la cama, dejándola más confusa de lo que ya estaba.

Tenía un crush con ese chico desde el año pasado, era el típico amor de vista, ya que nunca habían cruzado palabra el uno con el otro. Y ahora estaba allí en su cama como si nada.

—No me digas que nos hemos acostado...

—No, no lo hicimos —chasqueó su lengua—. Si lo hubiéramos hecho créeme que te habrías acordado, princesa.

—¿Princesa? —inquirió, alzando una de sus perfectas cejas. Sus padres la llamaban por ese apodo pero no permitía que nadie más lo hiciese, hasta se ponía de mal humor cuando sus mejores amigas le hacían burla con él.

—Ayer te referiste a ti misma de tal forma, así que, ¿quien soy yo para decir lo contrario? —su sonrisa se ensanchó—. Además, anoche te veías como una reina en lugar de como una princesa.

—Estuve en una graduación —se vio en la necesidad de aclarar—. Normalmente me visto como una vagabunda.

El chico se carcajeó, la había visto en varias ocasiones aunque fuera de lejos y no compartía para nada su opinión, se vestía como cualquiera chica de veinte años: con vaqueros, camisetas con dibujitos y tenis.

—Has amanecido muy graciosa, Zaida, ¿no tienes resaca? —cambió el tema de conversación, mirándola con seriedad.

—Supongo que te refieres al intenso dolor de cabeza y a la flipantes ganas de vomitar... Si, tengo resaca, pero nadie se murió por eso así que no te preocupes —le restó importancia—. ¿Dónde está mi ropa?

—En la lavadora —murmuró con obviedad—. Me tomé la molestia de bajar a comprarte algo para que puedas vestirte antes de irte... Antes de que lo preguntes, yo te he desnudado pero no me atreví a tocarte ni nada por el estilo, a las princesas hay que respetarlas.

No supo si sonrojarse o lanzarle una almohada a la cabeza, optó por hacer ambas cosas para no quedarse con las ganas de ninguna. Alan volvió a reírse y se retiró de la habitación para después volver con una bolsa en la que ponía "Zara", la dejó sobre la mesa y se fue de nuevo, esta vez guiñándole un ojo y cerrando la puerta tras su cuerpo.

Zaida suspiró antes de levantarse para poder vestirse, nunca un chico se había tomado tantas molestias con ella, por alguna razón del mundo le creía todo lo que le había contado y sabía que no le había puesto un dedo encima... Aunque eso no quitaba que la había visto semidesnuda.

La vergüenza volvió a comerla por completo, intentó no pensar en ello pero le era inevitable. Mientras que caminaba al baño soltó un par de suspiros y cuando se miró en el reflejo del espejo reprimió un chillido, decir que estaba horrible era quedarse corta, su cabello estaba hecho un desastre y el maquillaje no le beneficiaba en esos momentos, estaba todo borrado y sus ojos bien se podrían comprar con los de un oso panda. Fue rápida en mojar sus manos para deshacerse de dichas manchas.

—Tienes toallas en el segundo cajón —informó Alan mientras se apoyaba en el marco de la puerta—. Como seguro que te imaginas, no tengo maquillaje para que puedas volver a pintarte pero si quieres voy a comprar... Hay una tienda cerca de aquí aquí que...

—No lo necesito —lo interrumpió—, ayer fue una ocasión especial, yo no me maquillo con con frecuencia.

Se encogió de hombros, desinteresado. No eran detalles en lo que se fijase porque el maquillaje le traía sin cuidado. La observó mientras se lavaba la cara y permaneció en silencio hasta que ella volteó a mirarlo.

—¿Qué pasó exactamente ayer...?

—Nada, Zaida, te emborrachaste y yo no te dejé sola en toda la noche, cuando no podías ni mantenerte de pie te traje hasta aquí, te quité ese incómodo vestido y te metí en la cama. No dormí contigo para que no fuera incómodo el despertar. —Alan se acercó a ella—. Supongo que ahora ya no somos desconocidos, ¿no?

—¿Por qué lo dices? —temió saber la respuesta pero aún así sintió la necesidad de preguntar.

—Estabas en busca de un desconocido que te diera un buen polvo, ahora ya no podré ser yo el que lo haga —atrapó su labio inferior con sus dientes, repasándola con la mirada—. Aunque si te vendo los ojos tampoco es que tenga demasiada importancia quien sea el que te folle.

—No necesariamente tiene que ser un desconocido —tragó saliva, intentado no atragantarse con esta—. Aunque sigues siendo un perfecto desconocido para mi, lo poco que sé de ti no es porque me lo hayas dicho tú.

—Entonces sigo siendo un buen candidato.

La corta distancia que había entre los dos se estaba volviendo candente, al baño poco le falta para estar en llamas, el dominante fue el primero en dar un paso y acercarse más. Su mano derecha tomó un mechón de su cabello para dejarlo detrás de su oreja, después acarició su mejilla con la misma y la miró a los ojos, viendo como sus pupilas se dilataban hasta el punto de casi no dejar ver el marrón de sus ojos.

—Si no me besas ahora vas a condenarnos a ambos.

—Quizá me gusten las condenas...

Pero sus labios se unieron de la misma forma. Entre luchar contra él y entregarse... Decidió entregarse. ¡Y que mejor forma de hacerlo que comiéndole la boca de semejante forma!

Húmedas sensaciones Onde histórias criam vida. Descubra agora