Capítulo 12

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Alan es el primero en despertarse, como de costumbre, pues una vez más la princesa del cuento tenía una resaca que no podía ni con ella. ¿En qué momento pensó que sería una buena idea beber tanto anoche? Quizá Alan tenía razón en aquella pequeña broma, tal ves buscaba un poco de su atención.

Se despertó en cuanto su teléfono empezó a sonar, quiso ignorarlo pero nunca nadie le llamaba, a excepción de las compañías telefónicas, así que quizá era importante.

—¿Si...? —respondió arrastrando las letras.

—Zaida, ¿que maneras son esas de contestarle a tu madre?

—¡Mamá! —se sentó de inmediato en la cama, ignorando el dolor de cabeza producido por la resaca, y carraspeó su garganta para que esta no sonara ronca—. Buenos días, ¿qué tal todo?

—¿Buenos días? —repitió esta, meneando su cabeza aun sabiendo que ella no la podría ver—. Son pasadas las doce del mediodía, no me digas que te acabas de levantar.

—Pues si no quieres no te lo digo, pero no sería verdad —admitió, intentando bromear para destensar un poco el ambiente, pero no consiguió lo que quería. Todo lo contrario. A su madre le hizo poca gracia—. Vale, perdón. ¿Por qué me llamabas? Tú nunca me llamas.

—No tenía noticias tuyas, ¿es que acaso ha pasado algo en la universidad o...? ¡Ay, las notas! Ha tenido que ver con eso, ¿no es así? —se llevó una mano a la frente y soltó un largo suspiro—. ¿Tengo que volver a darte la charlita de los estudios otra vez o qué?

—No, mamá —fue su turno de suspirar. Alan entró por la puerta en ese respectivo momento pero no dijo ni una sola palabra, solo hizo un gesto para indicarle que no se preocupara que ya volvería en otro momento, pero ella necesitaba de su presencia allí al menos para no escandalizarse—. No necesito que me vuelvas a repetir lo de siempre... Soy adulta, a ver si te lo empiezas a meter en la cabeza. Solo dame tiempo, voy a ser esa hija perfecta que esperas que sea.

—Nunca dije que quería una hija perfecta. Lo único que te pido es que hagas algo útil, si vas a estudiar, estudia, no pierdas un año gastando el dinero si al final vas a suspender. ¿Te ha quedado claro?

Se mordió la lengua para evitar darle una mala contestación de la que se arrepentiría más tarde. Alan se sentó a su lado y le acarició el brazo para transmitirle tranquilidad.

—Clarísimo.

—Entonces más te vale venir esta noche a cenar y trae las notas contigo que tengo derecho a saber lo que hace mi hija.

—Mamá, tenía planes para hoy...

—¿Con tus amigas?

—No exactamente.

—¿Con algún chico? ¡Genial! Entonces pierdes el tiempo porque tienes novio, mira Zaida, ya tendrás tiempo para esas cosas, lo primero es lo primero. Después pasa lo que pasa, en un año ya estás embarazada y después ya no quieres saber nada de los estudios, así es como se echa todo a perder.

—No todas somos tú.

—¿Cómo has dicho?

—No, yo... No quería decir eso —tragó saliva—. Al menos no de esa manera, ha sonado un poco feo.

—Mira Zaida, ahora por lista me vas a traer al chico ese a casa, más te vale que no sea ningún cani de estos sin futuro, porque sino menudo futuro tiene el país.

Colgó la llamada antes de dejarle responder. Zaida odiaba cuando hacían eso, lo mínimo que podía hacer era dejarle responder y después despedirse, pero cuando estaba cabreada le importaba poco la educación.

Gruñó frustrada y tiró su teléfono sobre el colchón, por suerte este no rebotó, porque de lo contrario estaría llorando cuando se estampara contra el suelo.

—¿Por qué no te calmas y me cuentas que acaba de pasar? —sugirió el dominante.

—¿Qué acaba de pasar? Vamos, Alan, no te hagas el tonto, sabes perfectamente lo que acaba de pasar.

—No te he dicho que no lo supiera —chasquea su lengua contra su paladar mientras toma el teléfono para dejarlo en la mesita de noche, no quería que por accidente terminase en el suelo o algo parecido—. Anda, desahógate conmigo.

La morena lo miró a los ojos durante unos instantes y por un momento la rabia se esfumó, después recordó que él también estaba implicado en sus asuntos familiares y volvió a cabrearse.

—Mi madre quiere que esta noche te lleve a cenar a su casa, así tendrán la oportunidad de hablar peor de mi.

—¿Y por qué habrían de hablar mal de ti después de conocerme? Soy un partidazo, princesa.

—No creo que ella piense lo mismo.

—Soy encantador, ¿crees que no puedo ganarme a tu madre? —ladeó su cabeza, mirándola casi con indignación—. Confía un poquito en mi, quedará fascinada

—Tampoco se trata de ligar con mi madre para que quede satisfecha.

—¿Por quien me tomas? —soltó una carcajada—. Mi suegra me adorará, ya verás. Ahora levántate y ve a darte una ducha, te diría de ir a desayunar pero casi que mejor vamos a comer porque ya va siendo hora.

Le guiñó un ojo y se levantó de la cama para darle su espacio. Zaida, embobada, lo miró salir de la habitación mientras en su cabeza seguían resonando sus últimas palabras. Se había referido a su madre como suegra, lo más probable es que fuera bromeando pero de todos modos le hizo latir el corazón de manera desenfrenada como queriendo decir "no solo es sexo, Zaida, es algo serio". Tampoco era un tema con el que quisiera insistir demasiado, mejor dejar fluir las cosas y que fuera lo que el destino tuviera preparado para ellos.

Solo esperaba no perder los papeles esa noche, su madre iba a insistir con el tema de los estudios o el trabajo, y ella ya tenía estrés suficiente encima. No necesitaba más presión. Quería liberarse de una vez por todas, hacer las cosas a su ritmo. ¿Era tan difícil de entender?

Caminó hasta el baño y se duchó en agua fría, lo necesitaba, quería borrar los rastros de resaca que tuviera en su cuerpo. Cuanto antes lo hiciera, mejor. Al salir la esperaba su ropa limpia encima de la cama, le fue imposible guardarse la sonrisa. Se vistió con toda la calma del mundo, a pesar de que su estómago ya empezaba a reclamarle la falta de comida, y después salió de la habitación para ir con Alan, que la esperaba apoyado en la mesada de la cocina y con el teléfono en la mano. Al notar su presencia guardó el aparato para prestarle toda su atención.

—¿Estás lista?

Se limitó a asentir con la cabeza para indicarle que si, aunque en realidad lista era lo que menos estaba. El día sería largo... Y la noche lo sería todavía más.

Húmedas sensaciones Where stories live. Discover now