Capítulo 18

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Zaida intentó estudiar, los primeros minutos se hicieron eternos y se veía tentada a coger el teléfono después de leer una simple oración. Sin embargo, se concienció de que tenía que hacerlo por su propio bien.

Así que estudió. Se pasó toda la tarde estudiando.

Su teléfono la interrumpió cuando trataba de memorizar una definición un tanto compleja. Miró de reojo el aparato electrónico y cuando vio que la notificación era de Alan no lo pensó dos veces y lo desbloqueó.

"Cenamos en casa de mis padres. Paso por ti a las ocho y media."

Leyó el mensaje dos veces en su cabeza y después una en voz alta para asegurarse de que él le había envido eso y no lo estaba soñando.

"¿Debo de vestirme de alguna manera...? ¿Elegante? ¿Cómo todos los días?" Fue rápida en escribir la respuesta preguntando lo que le interesaba. No quería dar una mala impresión.

"Las princesas como tú siempre lucen bien. Despreocúpate."

El corazón le dio un vuelco dentro del pecho. No podía enfadarse con ella y después enviarle ese tipo de mensajes y pretender que no se ilusionara. Cuando miró de nuevo la pantalla ya no vio el "en línea", así que pasó de responder a ese mensaje. Todavía quedaban tres horas para que pasara a buscarla así que...

—Céntrate —se habló a sí misma, tomando los apuntes de nuevo. Primero se aprendería esa dichosa definición y después iría a ducharse. Le importaba poco lo que Alan dijese, ella quería verse decente.

Cuando pudo decir la definición sin leerla, sonrió. Probablemente se le olvidaría más tarde, pero al menos en ese momento se la sabía y con eso tenía suficiente. Se levantó y fue directa al baño, quitándose la ropa en el proceso, al llegar solo se metió en la ducha y disfrutó del agua caliente por unos instantes. Después de duchó sin prisa, pasando la esponja con gel por su cuerpo mientras tarareaba una canción de Alejandro Sanz, ese artista que desde pequeña le gustaba tanto. Si, los cantantes del género urbano estaban bien porque con su música bailaba, pero ese hombre, uno de los de siempre, un clásico, no había ninguno y sus canciones tenían ese algo que siempre causaba emociones en ella.

De ti aprendió mi corazón, de ti aprendió mi corazón... —cantó, masajeando su cuero cabelludo. Cerró los ojos para enjugarlo y se aseguró de no haber dejado espuma en este, no sería la primera vez que le pasaba.

Al terminar se envolvió en una toalla y volvió a su habitación. Se vistió con unos vaqueros no muy ajustados, un top blanco y un jersey fino por arriba. Los tenis blancos, como de costumbre. Y el pelo secándose al aire libre, le daría tiempo antes de que llegase Alan.

Si, definitivamente le daba tiempo, incluso podría darle un último repaso a sus apuntes...
Claro que no lo iba a hacer, en su lugar prefirió tomar su teléfono y jugar un rato al Hay Day. Sembró, atendió a sus dos clientes e incluso envió dos pedidos de la camioneta antes de que Alan llegase. Escuchó su coche aparcarse y bajó, sin darle tiempo siquiera a que le enviara un mensaje.

—Ya veo que no eres de lo tradicional, anda, sube.

—Tal vez solo estaba deseando verte —agregó con una pequeña sonrisa en los labios mientras se adentraba en el coche.

—Me viste por la mañana, no exageres.

—Nuestra última conversación fue una mierda, Alan, necesitaba arreglar eso.

—No hay nada que arreglar, ya pasó. El pasado, pasado está —dijo con voz calmada—. Lo que me preocupa es lo que viene a continuación.

—¿No quieres presentarme a tus padres?

—Créeme que si por mí fuera no lo haría. —Zaida intentó disimular que eso no le había agradado, pero Alan siempre iba un paso por delante—. No por lo que estás pensado, es que ellos son un tanto especiales. Tienen manía con la perfección.

—Como tú.

—No, son peores, créeme... No quería exponerte a ellos porque sé que pueden llegar a ser intensos cuando se lo proponen.

—Podré con todo, no me subestimes.

Él suspiró, agarrando el volante con fuerza.

—Estaré ahí para evitar cualquier tipo de conversación incómoda porque sé que van a querer llegar a eso —le hizo saber—. Eres la primera chica que llevó a conocer a mis padres, van a ser tiburones y tú un pececito, acuérdate. Van a acribillarte.

En su mente solo se quedó una única frase "eres la primera". Eso solo podía significar cosas buenas, ¿no? Quizá si ilusión con él no era en vano, no a cualquiera se le presentaba a los padres. Estaban yendo a pasos grandes y arriesgados, si, pero estaban siendo dueños de su caminar.

Al llegar bajaron del coche y fueron tomados de la mano hasta la puerta. La madre de Alan, que los había visto desde la ventana, fue rápida en ir a abrirles la puerta.

—¿Tú eres Zaida?

—Mamá, no uses ese tonito...

—Soy yo, si —sonrió ella, ignorando el comentario de Alan—. Mucho gusto.

—Te imaginaba diferente, Alan habla tanto de ti y te describe tan perfecta que me tenía con las expectativas muy altas, pero veo que eres bastante normalita.

Alan la miró mal. Sabía que la noche sería larga porque comentarios de ese tipo iba a haber más de los que le gustaría oír. Por eso no la quería llevar allí, porque iban a espantarla.
 

Húmedas sensaciones Where stories live. Discover now