Capítulo 3

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La forma que tenía Alan de acariciar su cuerpo era única, no recordaba que ningún hombre antes la tocara de una forma similar, deseaba arrancarse la ropa y sentirlas directamente en la piel.

—Solo tienes que pedirlo y te follaré cómo nunca nadie lo ha hecho —le hizo saber, sus labios húmedos se movían todavía sobre su boca, encendiéndola más (si es que eso era posible).

—¿Y cómo sería eso, según tú? —inquirió con la respiración dificultosa, jadeante.

Una sonrisa malévola se torció en sus labios mientras la guiaba a la habitación. La cama seguía deshecha pero ese no era un inconveniente para él, no aprestaban a alcohol ni a sudor, solo a la loción corporal que Zaida se había aplicado antes de salir de casa el día anterior. La imagen mental que se estaba haciendo con ella desnuda y gimiendo su nombre mandó un escalofrío directo a su entrepierna.

—Anoche me confesaste uno de tus deseos así que seré un privilegiado al poder cumplirlo —alzó sus cejas—. Dame un sí y es cuestión de segundos que te quite la ropa, te caliente con mis besos y caricias antes de vendarte los ojos y follarte como si no hubiera un mañana.

Tragó saliva, intentando que no se le notara el nerviosismo y asintió de forma ligera para aceptar su propuesta. Culparía al alcohol de la noche anterior por haber hecho estragos, pero la situación le venía de perlas, tenía a su crush haciéndole una indecente propuesta que ni loca rechazaría. No todos los días se tenían oportunidades de ese estilo.

—O me lo dices con palabras o no haré nada de nada —alzó una ceja, exigiendo que se lo dijera en voz alta. No le pediría su consentimiento por escrito, no quería asustarla y que se fuera corriendo. Había tenido un buen maestro y sabía de sobra que tenía que dejarle las cosas claras antes de que fueran a más... Pero no se pasaría ese día, se limitaría a darle lo que ella quería y no lo que su cuerpo exigía.

—Hazlo, Alan —casi suplicó—. Véndame los ojos y fóllame.

El dominante sonrió satisfecho y volvió a atacar su boca, en busca de un entretenimiento mientras que le quitaba la ropa y la dejaba esparcida por el suelo. Cuando logró tenerla desnuda en sus brazos se separó unos centímetros para contemplar su cuerpo, de piel bronceada por el verano, y lo que vio no hizo más que prenderlo.

—¿Hiciste alguna vez un juego de rol en la cama? —preguntó cuando su cuerpo se tumbó en el colchón, Zaida negó con la cabeza para indicarle que no lo había hecho aunque la intriga le estaba matando y las ganas de hacerlo le brillaban incluso en los ojos—. Me gusta dominar, dar órdenes y que se limiten a seguirlas... Llámame mandón, en serio, hazlo, porque una vez que esto inicie no quiero que sueltes ninguna palabra, lo único que se puede escapar de tus labios son gemidos.

—Mandón —resopló, haciéndolo sonreír mientras él se quitaba la ropa a sí mismo. No tenía un cuerpo como los protagonistas las telenovelas, no estaba marcado por el trabajo ni tampoco por el gimnasio, hacía deporte con mucha frecuencia pero no hasta el punto de que se le marcaran los abdominales.

Caminó como Dios lo trajo al mundo hasta su mesita de noche, sacó del primer cajón un preservativo y también una venda de color fucsia. Zaida, que miraba atenta a cada uno de sus movimientos, supo que había llegado el momento en el que todo se volvería oscuridad y eso, lejos de desagradarle, le gustó. Sentía sus demás sentidos buscar una forma de enterarse de lo que estaba pasando, afinó su oído para escuchar sus pasos e incluso el sonido del preservativo al romper el envoltorio.

—Abre las piernas para mi, princesa —pidió, colocando el condón en su erección. Ella no tardó en obedecer, desvergonzada, quizá si lo estuviera mirando a la cara sentiría pena al separar sus piernas y quedar expuesta. Pero de esa forma no. Cada parte de su cuerpo palpitaba con excitación y ansiaba poder sentirlo de una vez por todas.

La espera fue mínima, Alan no necesitó preliminares pues notaba a la chica lo suficientemente mojada, lo afirmó cuando se hundió en ella con facilidad. No era momento de hacer comparaciones pero juró que ese cuerpo lo habían hecho para él, por la forma en la que encajaba entre sus piernas, o por como se ceñían sus manos en su pequeña cintura.

No dijo nada en voz alta, en el momento de follar era mejor tener la mente en blanco y no pensar demasiado, de lo contrario podría verse afectado el acto. Embistió en ella, entreteniéndose con sus labios en su cuello, sintiendo su olor inundando sus fosas nasales, ansió poder dejar marcas para dejar evidencia de que sus labios habían recorrido su cuerpo; pero no lo hizo, no cuando no sabía si ella estaba de acuerdo con eso. Le conformaban esos jadeos que se escapaban de sus labios entreabiertos, o como buscaba su cuerpo con sus manos para sentir más contacto corporal del que él le brindaba.

Volvió a la realidad cuando sintió como sus uñas se clavaban en su espalda, la acción le había gustado para ser de ella, sus piernas habían rodeado sus caderas con fuerza y de sus labios se había escapado un entrecortado sonido con su nombre. La humedad que sintió alrededor de su polla terminó de aclararle que la chica se había corrido de una forma deliciosa, sus piernas siguieron temblando hasta unos segundos después de haberlo hecho.

—Fantasía cumplida —susurró, saliendo de ella y llevando sus labios a su ombligo para depositar un beso allí.

Zaida no bajó de su nube de éxtasis hasta unos segundos después, se quitó la venda de los ojos y gimió inconscientemente ante la erótica imagen que tenía frente a sus ojos. Alan, con una de sus manos envolviendo su polla y masturbándose, con los ojos cerrados y los labios apretados. No se detuvo hasta correrse, lo que le hizo abrir los ojos y conectar su mirada con la de ella.

—Dime que esto no solo ha sido un polvo mañanero, Zaida —pidió, ladeando su cabeza y mirándola casi suplicante. Mentiría si dijera que no quería volver a tener a esa chica entre sus brazos, que no deseaba hacerle mil cosas en esa casa y otras tantas fuera de ella.

Húmedas sensaciones Where stories live. Discover now