Capítulo 10

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Tal como Alan lo había previsto, Zaida recitó el tema uno entre gemidos y cada vez que se equivocaba en algo dibujaba una línea de color azul (con el bolígrafo que ella usaba para escribir sus apuntes) en una parte diferente de su cuerpo para así azotar dicha zona una vez que terminase el acto sexual. Podría hacerlo al mismo tiempo, si. Pero la quería concentrada para saberse de memoria lo que se había aprendido ese día.

—Te has vuelto a equivocar —chasqueó su lengua, retrasando su orgasmo a modo de castigo. La morena casi lloriqueó cuando sintió sus movimientos más lentos de nuevo, la tinta del bolígrafo le hizo cosquillas debajo de su pecho izquierdo, aún sin saber que tramaba hacer con todo esto.

—Por favor, Alan...

—Cuando lo digas bien.

—¡Te juro que eso no está en los apuntes! —chilló frustrada—. No estudié tal cosa.

—Pero si está marcado en fosforito, se nota que es importante —sonrió con maldad—. Si necesitas un poquito de ayuda puedo brindártela eh...

—Un empujoncito no vendría mal...

Uno de sus caderas hacia delante para enterrarse más en su interior, por ejemplo.

Mordió su labio de manera suave y después empezó a leer aquel párrafo, ella intentó hacer memoria pero le estaba siendo muy difícil pensar cuando el cuerpo le sudaba, el aire apenas llegaba a sus pulmones y su centro húmedo palpitaba de excitación.

—¿No, princesa?

—No —admitió en un lloriqueo—, no tengo ni la menor idea.

—¿Sabes que significa eso?

—Que no he estudiado lo suficiente...

—Que no voy a dejar que te corras.

—¿Qué? —lo miró con incredulidad—. Eso es ser cruel...

—Bienvenida a la realidad, princesa —le guiñó un ojo antes de salir de ella, sacó su condón y tras hacerle un nudo lo tiró a la papelera que Zaida tenía al lado del escritorio.

Esta no podría creerse que la fuera a castigar de tal manera, lo retó con la mirada y deslizó su mano derecha hasta su entrepierna, pero antes de que sus dedos pudieran tocar su clítoris, los del dominante se envolvieron alrededor de su muñeca obligándole a detener su movimiento.

—¿Qué crees que estás haciendo? Tú no te tocas, así no funciona la cosa.

—¿Sabes como no funciona? Si vienes a follarme y después me dejas con un orgasmo a medio explotar —Se quejó.

—Zaida, Zaida... —meneó su cabeza hacia ambos lados, negando. Después se agachó para recoger su pantalón del suelo, ella quiso volver a reclamar, pero no se lo puso, simplemente sacó el cinturón para usarlo con ella—. ¿Qué tal te llevas con el dolor?

—Mal.

—¿Mal? —repitió en tono burlón—. ¿Lo has probado siquiera?

—Bueno...

—Me lo imaginaba —chasqueó su lengua contra su paladar—. Respira, hará ruido al chocar contra tu piel pero dolerá menos de lo que te esperas, como mucho te arderá la zona durante unos segundos.

¿En que punto de su vida estaba que dejaba que un hombre azotase su piel con un cinturón?

No lo sabía.

Por alguna extraña razón le gustaba sentirse así, sin saber nada y solo sabiendo que lo disfrutaba. ¿Qué más daba el resto?

De sus labios se escapaban pequeños jadeos de impresión cada vez que el cinturón chocaba contra su piel, en algunas zonas lo hacía con más fuera que en otras, dejando marcas rojizas que ardían. Al terminar la sesión sopló en cada una de las marcas, el contacto con el aire aliviaba el escozor durante breves segundos y después la traía de vuelta a la realidad, era similar a una dulce tortura.

—Deja de hacer eso.

—¿Te crees que tú me vas a dar órdenes a mi? —inquirió divertido—. Estás equivocada, princesa. Levántate de la cama y ponte de rodillas en el suelo.

—¿Por qué?

—Porque tu castigo no ha terminado.

La morena quiso reclamar de nuevo pero sabía que, una vez más, no le serviría de nada. El suelo se sintió frío bajo sus rodillas, apretó sus labios para evitar soltar alguna queja y lo miró expectante.

—Vas a estudiar —señaló, dejando sus apuntes frente a ella—. No los toques, vas a poner sus manos sobre tus muslos, con las palmas hacia arriba.

—Esto es...

—¿Un castigo? Si, princesa, de eso trata —chasqueó sus dedos para apresurarla—. Te lo volveré a preguntar después, más te vale aprendértelo.

—Alan...

—Silencio o te pondré una mordaza, menos quejarte y más memorizar.

Zaida mordió el interior de sus mejillas y bajó la mirada a sus apuntes, le vendría bien repasar aquello que ya había estudiado y también aprender lo que antes no supo responderle.

Alan se sentó en la cama y la observó con detenimiento para que no se desconcentrara de su tarea. Pasados unos doce minutos, la morena alzó la mirada con una sonrisa de "ya me lo sé" y efectivamente así era, pues cuando el dominante le preguntó no tuvo ni un solo error.

Debía de ser cierto eso de que solo necesitaba un motivo para ponerse a estudiar.

Él también cumplió con su promesa y le dio ese orgasmo que le debía de minutos atrás, después la acompañó al baño para borrar las marcas de bolígrafo que había dejado en su piel.

—¿Tienes planes para este fin de semana?

—Quedarme estudiando... Aunque por dentro muera por ir de fiesta.

—¿Y por qué no sales? Te vendría bien despejarte, no te mates a estudiar...

—Quizá puedo convencer a mis amigas de ir a Moleko —mordió su labio—. ¿Tú quieres acompañarnos?

Él sonrió con diversión, sabiendo que tendría que darle una pequeña charla acerca de ese club antes de meterla a ella y a sus amigas en la boca del lobo.

Húmedas sensaciones Where stories live. Discover now