Capítulo 22

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Sus ojos vuelan una vez más al reloj que colgaba de la pared del restaurante, llevaba allí más de un cuarto de hora y todavía no se había presentado la mujer a la que esperaba. A él se le había pasado el tiempo volando con sus amigos y cuando se quiso dar cuenta de la hora ya se estaba disculpando con ellos porque tenía un compromiso con alguien más, pero ese alguien se lo estaba tomando con mucha calma.

—Señor, ¿ya sabe que va a pedir? —cuestionó una de las camareras al acercarse a él.

Alan la miró a ella y después miró el menú que estaba intacto sobre la mesa, ni siquiera le había echado un ojo a los platos.

—Estoy esperando a alguien —se limitó a responder—, así que no, no sé qué voy a pedir.

—No pasa nada, en cuanto lo tenga puede hacerme una seña y no tardaré en venir —sonrió de manera cortés antes de alejarse.

Sacó su teléfono del bolsillo y comprobó que no tenía ningún mensaje ni ninguna llamada. Eso lo impacientó todavía más. Si no fuera le habría avisado, si le surgiera algún improvisto o cualquier cosas se lo haría saber.

Su último mensaje seguía intacto, él no le había respondido porque, ¿qué se le respondía a eso?

Ya estoy aquí. Quiso escribirle. Te estoy esperando. Se vio tentado a teclear. ¿Vas a venir o prefieres dejarme plantado?

En su lugar bloqueó la pantalla y dejó este sobre la mesa. No sería insistente. No esa vez.

Esperó por un rato, jugando con la servilleta que ponía "Gracias por su visita" y cuando levantó la mirada vio a Zaida. No se la esperaba. Estaba a nada de levantarse e irse. Pero no lo hizo, porque ella estaba ahí, con una pequeña sonrisa en los labios mientras se acercaba.

—Hola —saludó al sentarse frente a él.

—Son pasadas las dos —indicó.

—Si, lo sé, sé las horas —asintió con la cabeza—. ¿Pedimos para comer?

Quiso decirle que ya no tenía hambre, porque realmente no la tenía, su hora de comer ya había pasado. Zaida tomó el menú con sus manos y se puso a leer en voz alta lo que ofrecían, Alan ni siquiera la escucha, solo la miraba un tanto incrédulo.

—¿En serio?

—¿En serio qué?

—¿No vas a darme siquiera una explicación...?

—¿Tengo que dártela? —alzó sus cejas—. No, Alan, no te confundas. ¿Por qué debería de darte una explicación?

Fue el turno de él de alzar las cejas.

—Porque estuve más de una hora esperándote para comer, ¿es razón suficiente? Porque pensé que lo nuestro no solo era sexo casual, porque yo si siento algo por ti y no quiero que las cosas se jodan por toda la mierda de ayer.

—Lo de ayer no tiene nada que ver.

—Si, si que tiene, a mi no puedes mentirme —resopló—. No soy así, princesa, no soy como el jodido protagonista de una historia tóxica. Yo no voy por ahí golpeando a diestro y siniestro, yo no presumo de ser un chico malo, yo no. Me hirvió la sangre, si, tuve que desahogarme golpeando a mi padre. Si lo hice fue porque me dolía la cabeza de solo pensar en sus manos tocando tu cuerpo, lo siento, créeme que lo siento. No quiero que tengas esa imagen de mi.

—No te tengo miedo —aclaró y estiró su mano sobre la mesa para tomar la suya, su dedo pulgar acarició sus lastimados nudillos—. Nunca un chico se había peleado por mi, y menos contra su propio padre... No quiero ser una mala influencia, no quiero que por mi culpa se rompa una relación familiar.

—Mi padre es un hijo de puta, Zaida, lo más sano sería cortar ese tipo de vínculos familiares porque no son buenos. Una persona así de asquerosa no puede tener buena relación con su familia, no debería.

—Alan...

—Zaida, nunca he hablado más en serio en mi jodida vida.

—Es tu familia.

—Tú también —susurró—, aunque no me digas un "si", para mí ya eres familia desde que te conocí aquella noche en la graduación, aunque estuvieras borracha y me llamaras de todo menos por mi nombre.

Ella soltó una pequeña risa, avergonzada porque sabía que era verdad, pero había sido divertido ese juego y no tendría problema en volver a repetirlo por tercera vez.

—Así que quieres que sea tu familia, ¿eh?

—Quiero que seas mi novia —suelta—. No es una pedida formal, sólo es un deseo, soy consciente de que debería de expresarlo de otra manera y...

—Ni se te ocurra hacer alguna movida romántica que no va contigo —advirtió, sonriendo más ilusionada que nunca—. Si.

—¡No te lo he preguntado!

—¡Es que estas tardando mucho! ¿A qué esperas?

Él se carcajeó, ni para eso podían tomárselo con seriedad. Apretó sus manos y se inclinó hacia delante.

—Princesa, olvídate de la realeza por un momento —pidió, acariciando sus manos, mirándola a los ojos—. ¿Quieres ser mi novia? —ella asintió emocionada, se inclinó también para darle un beso pero él fue rápido en apartarse—. Dilo.

—Si, mandón, si que quiero ser tu novia —rodeó los ojos con fingida molestia.

—Así me gusta —sonrió orgulloso y, esta vez si, la besó. Siendo consciente de que estaban en un restaurante y no en su casa—. Que sea la última vez que me haces esperar, eso no se hace.

—Uhm, tienes razón, deberías de castigarme o algo, ¿No crees?

—Eres una sinvergüenza —rio entre dientes y levantó una mano para captar la atención de la camarera.

Esta sonrió cómplice.

Pidieron de comer al azar, porque ni siquiera habían leído todo lo que estaba en el menú, cuando llegó el momento de pedir las bebidas fue Alan quien habló.

—Agua, que sea agua, gracias —sonrió con los labios pegados, la camarera asintió y se acercó a la barra con los pedidos anotados en la pequeña libreta que llevaba en las manos.

—Yo no quería agua —protestó.

—Ya lo sé, pero es un castigo, princesa —le guiñó un ojo con descaro—. ¿Sabes que vas a hacer también?

—No me lo digas...

—Vas a ir al baño, te sacarás el sujetador y lo guardarás en tu bolso.

—Se me van a marcar los pezones con esta camiseta.

—Ya lo sé —asintió—, por eso mismo.

Zaida negó con la cabeza mientras se levantaba, en el baño sonrió como una adolescente enamorada, le gustaban los juegos improvisados que hacía Alan. Le gustaba él.

Húmedas sensaciones Where stories live. Discover now