Capítulo 26

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Salieron del baño tomados de la mano, encontrándose en la salida con uno de los propietarios del club. Alan sonrió de oreja a oreja y supo que era el momento de empezar con las presentaciones.

—Alan, pero que alegría verte por fin, me contó Christopher que estuviste aquí y yo no tuve el privilegio de verte, entiendo que venís hoy a verme a mi —dice el ojiverde con diversión.

—Dio la casualidad de que no estabas —se encogió de hombros de manera desinteresada—, pero alegra de que ahora si estés porque te quería dar la noticia que me tiene feliz como una perdiz.

—Hola —saludó ella al ver que Alan la estaba mirando con esas intenciones

—Hola, Zaida, creo que ya nos conocemos, ¿cierto?

—Claro, idiota, ya estuvo en el club antes —chasqueó su lengua.

—Ah, es verdad —hizo memoria para después sonreír—. Ya la habías traído a ella y a sus amigas, cierto. ¿Han venido ellas esta noche?

—¿Por qué estás tan interesado? —Ella es rápida en preguntar.

El pelinegro alza las manos con inocencia y la mira con diversión, no veía razones para ponerse a la defensiva pero la comprendía, ya había lidiado con alguien similar esos últimos días.

—Tu amiga y yo nos llevamos bien, solo eso —respondió, ladeando su cabeza—. Si te lo pregunto yo no tienes de que preocuparte.

Zaida entrecierra sus ojos y busca una respuesta elaborada, pero antes de que su boca se abra ya había dos nuevos individuos en su campo de visión, a los dos los conocía también. Christopher y Joel.

—¿Qué anda diciendo ya este, eh?

—Hablábamos de Cyara —se limita a responder, captando por completo la atención de ambos—, pero como dije, no tiene que preocuparse por mi, no soy yo quien tiene una obsesión por su culo.

—¿Qué insinúas, idiota?

Alan estaba callado. Joel igual. Zaida estaba atenta a la conversación como nunca antes lo había estado en ninguna de las suyas.

Erick se reía solo.

—Te delatas solito, idiota —contestó, todavía entre risas.

—Madre mía —soltó la morena, pasándose una mano por el cabello—. Ya habéis follado.

Ahora se rieron todos, Alan incluido.

—Ni te imaginas —respondió burlón—, hemos follado unas cuantas veces, si.

—Y no solo follado —señaló Joel.

—Cállate, que es su amiga y no ha de querer saber estas cosas, hombre —hizo un gesto con la mano—. También eres la novia de Alan, ¿no?

—¡Quería decirlo yo de forma oficial! —reclamó este.

—Oh, vamos, no es sorpresa para nadie, pero si quieres podemos hacernos los locos y sorprendernos cuando nos lo digas —propuso.

—Panda de idiotas, ni siquiera sé porque me caéis bien —rodeó los ojos con fingida molestia.

—Tenemos nuestro encanto —dijo la voz de Zabdiel a sus espaldas, al girarse lo vio caminando hacia él con Fiammenta a su lado.

Las chicas compartieron una mirada cómplice y sonrieron.

—Yo solo quería presentaros a mi novia —reclamó, haciendo un puchero con los labios.

—Tu novia es preciosa, tal como la describías —opinó Zabdiel—. Sabes que estamos felices por ti, tu felicidad es la nuestra también.

—Exacto, Alan, no pensé que serías tú el primero en echarse novia —se burla Erick, cruzándose de brazos.

—Con ese humor que te cargas seguro que tú eres el último —le echó la lengua.

—¿Yo? ¿Por qué yo? Se supone que el último sería Christopher, mira el humor que se carga él —se quejó, ofendido.

—Ambos sabemos que pasará con Christopher.

—La clave está en que sigáis hablando de Christopher como si Christopher no estuviera aquí —ironizó el mismo.

—Perdón —se carcajeó—, es broma.

—Bueno, en realidad sabemos que no lo es.

Estuvieron hablando al menos por un largo rato, haciendo bromas y vacilándose los unos a los otros. Zaida estaba borrando esa imagen aterradora que tenía de los dominantes tras comprobar que ellos eran bastante agradables. Tenía una idea equivocada y se arrepentía de dejar que sus prejuicios fueran más grandes.

—Ha sido un placer conocerte, espero que vengas más por aquí —habló Fiammenta cuando se estaban despidiendo.

—Ten por seguro que así será —asintió con la cabeza—. Igual no con mucha frecuencia, que tengo que estudiar si no quiero terminar sin futuro, pero algún que otro día podemos venir.

—Qué exagerada —sonrió su novio, poniendo su mano en su espalda baja—. Vas bien con los estudios, cuando llegue septiembre lo tendrás más que aprendido todo, ten un poco de confianza en ti misma.

—No quiero tampoco dejarlo estar, que conociéndome...

Negó con la cabeza. Zaida podía ser despreocupada en muchas cosas, pero cuando realmente se proponía algo lo hacía sin importar nada ni nadie. Iba a sacar el curso adelante, como si le costaba todas las noches de verano que le quedaban. Pero no iba a permitirse otro curso echado a perder.

—¿Lo has pasado bien? —preguntó cuando salieron por la puerta de atrás del club.

—Si —admitió—, creo que era lo que necesitaba.

Alan le besó la mejilla, agradeciéndole al cielo porque así fuera, no se sentiría conforme si ella estuviera aburrida o no fuera totalmente de su agrado. Por suerte no había sido así. Ella estaba feliz, Alan era como ese alguien que llegó a su vida cuando más lo necesitaba pero sin saber que lo necesitaba. Ángel de la guarda le llamarían algunos.

—Gracias por todo lo que haces por mi —susurró.

—No tienes que agradecerme, princesa —chasqueó su lengua—. Cuando amas a alguien haces las cosas sin siquiera pensar, ¿no? Y yo a ti te amo, así que sin agradecimientos de por medio.

Se mordió el labio inferior al escucharlo y evitó saltar como una niña pequeña. Pero la emoción retenida de alguna manera tendría que liberarse más tarde, ya habría maneras, ahora solo quería chillar internamente porque acababa de decirle que la amaba. Si, el verbo ese que empieza por "a" que cuesta tanto conjugar.

Húmedas sensaciones Where stories live. Discover now