Capítulo 23

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Se mordió el labio mirándose en el espejo del baño después de hacer lo que él le había pedido. Sus erectos pezones presionaban la tela de su camiseta con fuerza. Sin embargo, nunca se había sentido tan suelta como hasta ese momento. Tomó una profunda respiración y, acomodando su bolso en su hombro, salió del baño para volver a su mesa.

La comida ya estaba servida y la bebida que ella no iba ni a probar, también.

—Que aproveche, Zaida —le sonrió cuando se sentó en la silla frente a él.

—Lo mismo digo, Alan —susurró, tomando sus cubiertos con sus manos.

Él imitó su acción sin despegar la mirada de ella, orgulloso al ver que había cumplido con el supuesto castigo. A veces no entendía la necesidad que tenían las mujeres de usar sujetador, si todas admitían que era incómodo y que detestaban usarlo. Con lo fácil que era ir a por lo cómodo y lo mejor para su propio cuerpo. Pero bueno, siempre había algo de las mujeres que por más que pensase no sería capaz de obtener una respuesta, y tampoco iba a preguntarle así por así. Quedaría raro y no era eso lo que buscaba.

—¿Tienes planes para esta tarde? —cuestionó, ladeando su cabeza.

—He quedado con mis amigas —le hizo saber—. Quería mantener distancia contigo.

—Que feo que le digas eso a tu novio.

—¡Hace media hora no eras mi novio así que no empieces a reclamarme! —exclamó con las mejillas acaloradas.

Todavía no se acostumbraba a decir que era su novio. Él. Alan. El chico al que tantas veces había mirado de lejos, el que tantos suspiros le había robado, el que se metía en sus fantasías.

Zaida había tenido antes crush, por supuesto que si, pero no había llegado a ese punto de estar tan cercana a él. Esto era nuevo para ella. Quizá el alcohol tenía el gran mérito, de lo contrario jamás habrían llegado a donde estaban ahora, ella no tendría el valor de hablarle de la manera que le habló ese día y tal vez él tampoco tendría la excusa de acercarse a hablar con ella. Todo habían sido ventajas.

—Bien, la tarde con tus amigas pero la noche conmigo —la señaló con su dedo índice.

—¿Y cuando estudio?

—Vamos, Zaida, no ibas a estudiar de todos modos —negó con la cabeza—. Además, la noche es el peor momento para ponerse a estudiar, tu cabeza estará pensando en todo lo que has hecho durante el día, estarás desconcentrada y te pondrás en el modo de "ya estudiaré mañana."

—Ay, atrapada, ayuda.

Él soltó una carcajada al escucharla.

—En el fondo tienes razón, pero me gusta reclamar, como de costumbre —se encogió de hombros—. ¿Vas a venir a mi casa o iré yo a la tuya?

—Paso a buscarte, iremos al club.

—Oh —emitió, alzando sus cejas—. ¿Solos?

—Si, princesa, solos.

—Eso suena tentador, ¿tengo que preocuparme?

—No, no deberías de hacerlo —chasqueó su lengua—. Solo vamos a divertirnos, creo que es momento de hacer volar tu mente y tu cuerpo.

Ella tragó la comida que tenía en su boca y lo miró a los ojos, sintiendo como su mirada oscurecía del deseo que habían emitido sus palabras.

—Me gusta volar.

—A los humanos les encantan aquellas cualidades que no poseen —ladeó su cabeza—, supongo que por eso todo lo que no es típico, es algo que atrae.

—Lo que es típico, aburre.

—Puede —se encogió de hombros—, depende de la perspectiva. No todos pensamos igual.

—También sería aburrido pensar igual.

Estuvieron debatiendo durante toda la comida, incluso en el postre, donde Zaida pudo comer ya tarta de tres chocolates que tanto le gustaba. Cuando la conversación era interesante era difícil desprenderse de ella.

—Voy a llegar tarde también —se masajeó la sien—. Parece que es mi día de ser impuntual.

—Al menos no las dejarás una hora esperando —se mofó.

—Supéralo, Alan.

—¿Cómo quieres que supere el hecho de que mi novia me dejara más de una hora esperándola en un maldito restaurante, teniendo hambre y poca paciencia? —se cruzó de brazos—. Agradece que te amo, porque de lo contrarío te habría puesto boca abajo en esta mesa nada más llegar y te azotaría el culo, Zaida.

—Jesús, María y José —mordió su labio inferior, bajando su mirada.

—Y todos los santos del cielo, si —sonrió socarrón y le acarició una de sus cálidas mejillas—. Anda, levanta tu culito, no hagas esperar a tus amigas.

—¿Vas a echarme después de decirme esas barbaridades?

—Eso estoy haciendo, si —alzó sus cejas.

—Menos mal que también dijiste por ahí que me amabas porque de lo contrario tendríamos problemas —responde divertida, se levanta y le roba un beso antes de ir a la barra y pagar la comida. Él niega con la cabeza ante sus acciones y suspira resignado. Ella lo saluda desde lejos y después de pagar se va como si nada.

Su día ya había dado demasiado vueltas, todo para bien, ahora estaba con los pies en el asfalto pero por dentro flotaba. Tenía lo que quería. Era feliz.

Sonrió de oreja a oreja al llegar a casa y ver a sus mejores amigas allí.

—Chicas, chicas, chicas —llegó junto a ellas emocionada—. Tengo que contaros algo.

—Dispara.

—Alan me ha pedido ser su novia.

—¿No te lo había pedido ya? Dábamos por supuesto que estabais saliendo.

—Si, pero no de manera oficial —murmuró con obviedad—. Y esta noche me lleva a Moleko.

—O sea, que te quiere embarazar.

—¿Leyre, que dices, flipada?

—Perdón, perdón... —se carcajeó—. Solo bromeaba, no me pongáis esas caras, chicas.

—No quiero tener hijos, gracias —arrugó su nariz—. Así que olvídate de esa idea, solo vamos a pasarlo bien.

—A celebrar el noviazgo —murmuró Cyara con diversión—. Mientras no folles con él allí mismo, todo bien, si lo haces en una habitación te aplaudo cuando salgas o algo.

—¡Cyara!

—¡Perdón! Es que tampoco quiero ver algo que me traume de por vida.

—Ya estás traumada, rubia, no me pongas excusas.

Zaida lo tenía claro, aunque viniendo de Alan todo podía ser posible en aquel club, y ella estaba dispuesta a dejarse llevar.

Húmedas sensaciones Where stories live. Discover now