Capítulo 17

221 20 1
                                    

Alan no desaprovechó ese desayuno, notaba a Zaida distraída y no estaba del todo seguro de por qué, a pesar de que ella estaba todo el tiempo haciéndose notar en la conversación haciendo algún comentario que no pasaba desapercibido para nadie y mucho menos para él.

No había sido coincidencia encontrar a sus amigos allí, aunque sólo los saludó de lejos, nada en su entorno pasaba por casualidad.

—Se lo está follando —soltó Zaida—, y eso no tiene porque ser malo pero... Es Cyara.

La primera parte él ya lo había dado por hecho desde la primera noche en el club. La morena le hablaba con frecuencia de sus amigas y él ya casi que las conocía como si fueran suyas propiamente. Cyara tenía esa locura que pocos conocían, pero era muy perfeccionista en cuanto a lo que pensara de ella la gente que le importaba, los demás le traían sin cuidado. Y había llegado ese alguien que rompía sus esquemas de manera total.

—Haz algo.

—¿Qué? —alzó sus cejas incrédulo.

—Que hagas algo.

—No haré nada, ¿te estás escuchando?

—Si, me estoy escuchando pero no quiero verla mal, si se involucran va a enamorarse tarde o temprano... Y ese hombre no es de los que se enamora.

—No conoces a ese hombre, Zaida, no puedes opinar.

—Conozco a mi mejor amiga y no la quiero ver llorando por él... No me importa su vida sexual, me importan sus sentimientos.

Él vio sinceridad, sabía que Zaida solo se preocupaba por su amiga. Eso si, su amigo lo mataría si sabía que estaba a punto de advertir a la rubia sobre sus peligros con él. Aclaró su garganta cuando lo vio volver a la mesa, por un segundo sus miradas conectaron, ambos se estaban comunicando sin necesidad de palabras, echando por la borda todas las ideas de los grandes lingüistas y de la comunicación.

Cyara volvió poco después, Leyre y Zaida estaban en plena conversación pero esta última miraba a Alan con cara de "por favor, cuanto antes".

Así que lo hizo, poniendo nerviosa a la rubia con su mirada hasta que ella misma se dio cuenta de que algo pasaba.

—Ten cuidado, Cyara, en el infierno siempre se arde —advirtió por lo bajo.

—Y eso es lo que hace divertido al infierno, saber que te vas a quemar y aún así entrar.

Le gustó la respuesta. La chica tenía facilidad de palabra.

—Una vez que quedes calcina no hay vuelta atrás —suspiró para generar un ambiente más dramático y dio unos golpecitos en su hombro—. Piensa las cosas antes de hacerlas.

Zaida, que había estado atenta, no consiguió ver nada en el rostro de su amiga que pudiera serle de ayuda. ¿Tan difícil era de leer?

—¿Que vais a hacer esta tarde?

—Estudiar —dijo Zaida, encogiéndose de hombros a señal de "no me queda otro remedio".

—Íbamos a dar una vuelta por la ciudad y después maratón de pelis, pero es normal que los estudios sean lo primero.

—Te estás volviendo una viciada a las películas, Leyre, igual es algo serio.

—Al menos me vicio a las películas y no a otras cosas.

—Supéralo, Leyre, supéralo —pidió la morena, chasqueando su lengua contra su paladar—. Cuando lo pruebes ya hablaremos.

—Que manía, que no voy a probarlo.

—¡Ya veremos!

Todo fueron risas durante un rato, pero el tiempo pasaba volando cuando se era feliz, así que cuando se dieron cuenta de la hora supieron que era momento de dejarlo por ese día. El verano todavía tenía muchos días.

—Lo de hoy no estuvo bien —avisó Alan en cuanto cerró la puerta del coche—. Conozco a Christopher, de verdad que lo conozco, no dejaría que ella se enamorara si él no busca lo mismo. Sabe poner límites. Si no la para es porque no solo le interesa como sumisa, hazme caso.

—¿Y tú crees que alguien así le beneficia a Cyara? He visto lo que hace en el club y...

—¿Y has visto lo que hacemos nosotros? —la interrumpió—. Princesa, los límites los pone uno, pero las prácticas son similares porque así lo queremos. Tú también has recibido azotes, también estuviste atada a la cama, con los ojos vendados e incluso con una mordaza. No puedes cuestionar los gustos de los demás, no es justo y dice mucho de ti. Sé respetuosa.

Por primera vez en mucho tiempo, Zaida volvió a sentirse niña.

Como esas veces que llegaba a casa con los vaqueros rotos por haberse tirado al suelo jugando y su madre le regañaba.

Como cuando hablaba en clases y su profesor le regañaba.

Como todas esas veces donde hacía o decía lo que no debía y terminaba regañada, de algún forma u otra. Esta era una de esas veces.

Su madre la castigaba encerrándola en la habitación y privándole de salir a jugar con los demás niños.

Su profesor la dejaba sin recreo.

—¿Qué vas a hacer?

—Nada —se limitó a mirar al frente mientras conducía—. La indiferencia va a ser el mejor de los castigos, va a doler más.

Era consciente. Ya empezaba a doler y todavía estaba empezando.

—Lo siento.

—Claro que lo sientes y más que lo sentirás, pero aprenderás —murmuró—. Decías que tenías que estudiar, ¿no? Pues eso harás. Yo tengo unos asuntos personales que resolver y tú necesitas estar también a tus asuntos. No te entretengas con otras cosas, no me hagas sentirme decepcionado.

¿Manipulación de este tipo, Alan?

Ni él se creía que estuviera en ese punto.

Nunca había sido su estilo, pero al parecer estaba funcionando, se le quitarían las ganas de criticar en un tiempo.

Entre silencios y arrepentimientos no es cuando mejor se piensa, eso ya lo sabía él con claridad.

Húmedas sensaciones Där berättelser lever. Upptäck nu