Capítulo 19

221 23 7
                                    


Zaida no tardó en darse cuenta que no era lo que sus padres esperaban, pero tampoco se iba a deprimir por eso, tenía que gustarle a su hijo y no a ellos.

—Estás muy delgada, ¿no? —mencionó de camino al comedor.

—Estoy bien —se limitó a responder—. Aunque no lo parezca, me alimento como es debido.

—Si, si. Me imagino que si, pero siempre pensé que Alan tenía unos gustos más...

—Cállate —espetó el recién nombrado—. Todo lo que me gusta lo tiene ella, así que no quiero escuchar ninguna mierda más.

Ella abrió los ojos sorprendida, su hijo nunca antes le había hablado con tanta dureza y menos cuando solo se trataba de una mujer. Optó por la opción de mantener silencio al menos mientras no empezaba la cena, sabía de sobra que no era la única que tenía mucho que decir.

—Hijo, que sorpresa —expresó su padre al verlos entrar, pero su rostro no denotaba ni la más mínima sorpresa, Zaida supo al instante de que tipo de hombre se trataba—. Tú debes de ser Zaida.

—Si, esa soy yo —sonrió con los labios pegados.

—Me imagino que solo estáis saliendo de manera casual, nada serio.

Ella abrió la boca para responder, pero Alan se lo impidió. Por razones como esa no quería que ella conociese a sus padres.

—Es mi novia.

Se sorprendieron todos, ella incluida.

¿Era su novia? ¿O simplemente era lo que tenían para decirle a sus padres?

—Tu novia —repitió el padre, dando un leve asentimiento—, a ver si dices eso después de dos semanas.

Soltó una risita irónica pero no respondió, no le apetecía gastar saliva en él, a veces las cosas había que demostrarlas en lugar de decirlas. Si por él fuera tendría a Zaida a su lado toda una vida, tal como se lo había dicho a su madre, pero era muy pronto para hablar, de momento solo podía decir que no tenía intenciones de no estar juntos.

Tomó su mano por encima de la mesa cuando se sentaron, dejando a su padre a cuadros. Creía conocer a su hijo pero a la vista estaba que no lo conocía como creía.

—Bueno, Zaida —la miró ladeando su cabeza—. ¿Qué estás estudiando? Porque quiero creer que estás estudiando.

—Estoy estudiando geografía —respondió.

—¿Y qué utilidad tiene eso? —alzó una de sus gruesas cejas—. Los jóvenes de hoy en día tenéis especialidad por estudiar carreras sin salida ninguna.

—Papá, no empieces —advirtió Alan.

—¿No puedo expresarme libremente?

—Cuando tus ideas son una mierda preferiría que no lo hicieras, la verdad.

Intentaron que no hubiera demasiada tensión, pero al parecer fue un tanto complicado, y más cuando a Zaida se le escapó que había suspendido algunas materias. Si el vaso estaba lleno, con eso solo hizo que se desbordara.

Si antes no les gustaba, ahora les gustaba menos.

—Necesito ir al baño —murmuró por lo bajo.

—Usa el de mi habitación, es la tercera puerta a la derecha —indicó Alan, sonriéndole un poco.

Ella asintió con la cabeza y se levantó para subir al piso de arriba e ir al baño. No se sentía tan incómoda como pensaba que se sentiría, eran bastante similares a sus padres en algunos conceptos y en cierto modo ya estaba acostumbrada.

Al salir del baño se quedó observando la habitación de Alan, pues al entrar no le había mostrado el interés que se merecía. No había nada raro, era muy de su estilo, o más bien del estilo que tendría de adolescente.

—No entiendo que ha visto en ti —el desprecio en la voz de su padre se hizo notable, ella no tardó en alzar la mirada para verlo en la puerta—. Es que no vales para nada, niña. No te ofendas, pero las chicas como tú solo están para una cosa.

—¿Qué estás insinuando?

Dio un paso al frente y cerró la puerta tras su cuerpo.

El primer pensamiento de la morena fue "es una conversación privada", el siguiente tornó a "va a cagarse en mis muertos y no quiere que su hijo escuche", el tercero ya no sé manifestó porque él actuó.

—Follar, para eso es para lo que eres buena —soltó, llevando una de sus manos a la nuca de Zaida.

—No tienes ni idea —ironizó, poniendo las suyas sobre su brazo—. Suéltame.

—¿Por qué debería de soltarte, puta? —le acarició la mejilla con su otra mano—. Sé de los gustos de mi hijo, supongo que eres de esas a las que le gusta ser sumisa...

—Estás enfermo —espetó, dándole una bofetada con todas sus fuerzas.

Él se sorprendió con su actitud.

—¿No es al revés? —agarró su pelo con su puño y tiró de este par atrás—. ¿No es el hombre el que le pega a la mujer?

—Puto misógino de mierda —escupió, sintiendo las lágrimas picándole en los ojos—. ¡Ayuda!

El desgarrador grito que salió de su garganta lo alertó y la empujó a la cama con fuerza.

—¿Qué mierda acabas de hacer?

La primera lágrima se deslizó por su mejilla nada más aterrizar en el colchón, el desordenado cabello le cubría la mitad de la vista, pero pudo ver a la perfección cuando la puerta se abrió y entró Alan preocupado.

—¿Zaida? —corrió hacia ella, apartando a su padre de un empujón—. Princesa, mírame, estoy aquí.

Sujetó su rostro con sus manos y peinó su cabello con sus dedos hasta que sus ojos hicieron contacto visual. Al comprobar que estaba bien, dentro de lo posible, se giró para enfrentar al hombre que le había dado su apellido.

—La has tocado —siseó.

—No exageres las cosas, no le hice daño.

—Me suda la polla lo que puedas decir, has tenido los huevos de venir a mi habitación cuando ella estaba aquí, no quiero imaginarme las mierdas que le has podido decir —sus manos tomaron vida propia y lo agarró del jersey, haciéndolo retroceder hasta que su espalda quedó pegada a la pared—. ¿Qué coño le has hecho?

—¡Alan! —el chillido de su madre no lo detuvo, todo lo contrario, agarró su ropa con más fuerza y gruñó—. Suéltalo, hijo, es tu padre.

—¡Mi padre quiso violar a mi novia! —espetó, dejando a su madre sin habla—. Porque es eso, ¿verdad? Conozco demasiado bien la mirada que puso Zaida y, desgraciadamente, conozco tus intenciones. Eres un jodido enfermo.

Golpeó con su rodilla en su estómago, escuchó cómo se quejaba del golpe pero no dijo absolutamente nada, lo que significaba que le daba la razón. Eso solo lo enfureció más, lo soltó solo para darle un puñetazo como Dios manda. Pensó que sería suficiente, pero no le bastó, siguió golpeándolo hasta que sus propios nudillos se bañaron en sangre.

—Alan, Alan no —pidió Zaida en un hilo de voz, mirando la situación asustada—. ¿Qué crees que estás haciendo?

Él, jadeante, se volteó para mirarla.

—Lo siento, siento que hayas tenido que presenciar esta mierda y siento haberte traído aquí esta noche —manifestó—. Dios, Zaida, eres una mujer increíble y de solo pensar que él te había puesto las manos encima... Perdí los papeles.

Húmedas sensaciones Where stories live. Discover now