Capítulo 15

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La morena tarareaba una canción mientras sacaba la ropa de la caja, eligiendo las prendas que más le gustaban. Alan, con un brazo tras su nuca y con las sábanas por debajo de la cintura, la observaba con atención.

—No sé si te lo he dicho, pero gracias —murmuró, levantando la mirada para verlo.

—Si que me lo has dicho, si —soltó una risita—. Al igual que yo te he dicho que no tenías nada que agradecerme, hago esto porque quiero, no porque me lo hayas pedido.

—Mis padres son un tanto complicados y sobre todo, son un dolor de cabeza, así que si tengo que agradecerte.

—Les he caído bien.

—Dejarás de caerles bien cuando sepan lo que te gusta hacerme —expresó divertida.

Alan se mordió el labio inferior y centró su mirada en la caja, ya no era la ropa lo que captaba su atención. Se levantó, sin importarle su desnudez y se inclinó para comprobar que su vista no le estaba engañando. Zaida al darse cuenta miró también y se sonrojó por completo con gran rapidez.

—Demonios, no sabía que eso estaba ahí —se excusó, poniendo una camiseta por encima para taparlo.

—¿Y por qué te avergüenzas? —estiró su mano para acariciarle el rostro—. La sexualidad no es un tema que debería de avergonzarte, Zaida, pensé que eso ya había quedado claro.

Con él se le iba la vergüenza muy rápido, desde luego, pero aún así no podía evitar sonrojarse en momentos como el reciente.

—Princesa, princesa —negó con la cabeza—. Me dan ganas de castigarte por tu maldita vergüenza.

—¿Castigarme...?

—Castigarte —asintió—. Y no hablo de quitarte el teléfono o de mandarte al rincón a reflexionar.

Ella abrió los ojos, temiendo lo peor. Alan no estaba enfadado y aunque lo estuviera, él jamás se desquitaría con su cuerpo como si se tratase de un juguete con el que entretenerse.

—No me pongas esa carita —pidió al ver el cambio de expresión en ella.

—He visto las cincuenta sombras, sé cómo va esto.

Él alzó sus cejas, creyendo que bromeaba, pero al decantarse de que hablaba en serio no pudo evitar soltar una carcajada. Era gracioso. ¿Iba a comparar la ficción con la realidad? Esperaba más de ella, la creía una mujer inteligente.

—Las cincuenta sombras son una mierda.

—¡Claro que no!

—Si, ridiculizan un poco bastante todo nuestro entorno, esas palabras las puedes sacar de muchos más dominantes. Romantizar los juegos sexuales y después volverlo todo tan violento... —chasqueó su lengua, negando con la cabeza—. El BDSM es placer, por supuesto que también dolor, pero si solo es dolor entonces es maltrato, y nadie busca maltratar a nadie. Es una historia mal contada a mi parecer.

—Vaya, todo un crítico literario.

—No, literario no que no leí los libros y no estoy en posición de criticar, solo he dicho mi opinión de la película —se encoge de hombros restándole importancia—. Ahora deja de intentar cambiarme de tema, no te haré llorar.

—¿Eso que significa?

—Que tan solo van a ser húmedas sensaciones —indicó—. Y con húmedas me refiero para tu coño, no para tus mejillas. Solo quítate la única prenda que cubre tu cuerpo y déjate caer en la cama. Yo me encargo de todo lo demás.

Zaida lo hizo. Confiaba en él lo suficiente como para saber que, fuera lo que fuera un castigo, terminaría gustándole. Así era Alan con ella, cosas que jamas se habría imaginado experimentar terminaban gustándole.

—Es normal tener un vibrador, princesa, lo que no es normal es que lo tengas escondido.

—Si mi madre viera eso ahí me mataría.

—¿Te lo has comprado a escondidas de tu madre? —No le sorprendía, más bien le divertía la situación.

—Si, por supuesto que si, un día fui con Cyara a una tienda de juguetes sexuales y bueno... ¿Por qué te estoy dando explicaciones?

Alan volvió a soltar una risa, esta vez mientras tomaba el vibrador en sus manos y comprobaba que tenía pilas. Sonrió satisfecho al ver que si y se subió a la cama como si se tratara de un depredador y ella fuera su nueva presa.

—Quieres que te ate a la cama.

No era una pregunta porque él ya sabía la respuesta, solo se trataba de una afirmación. Quitó el almohadón y lo envolvió alrededor de sus muñecas para después atarlo al cabecero de la cama, la funda de la almohada era tan resistente como cualquier otra cosa que usaría para atarla, era una improvisación bastante buena.

—Ahora silencio, no quiero que tus padres me reclamen mañana por estar haciendo gemir a su hija —le guiñó un ojo.

Encendió el vibrador y le separó las piernas. Zaida estaba preparada para lo que venía a continuación, pero no estaba preparada para cumplir con la petición de guardar silencio, lo supo en cuando sintió las vibraciones en su clítoris.

Él sonrió socarrón y solo le aumentó la velocidad, arrancándole un profundo gemido que ni ella se esperaba soltar.

—Shh —puso la mano sobre sus labios—. Muerde, chupa, grita contra ella si quieres.

Lo hizo, claro que no hizo, pero no porque quisiera sino porque a eso le llevaban sus impulsos. Dejó el vibrador apoyado en su coño y usó su mano libre para acariciar sus piernas, ascendiendo por estas. Le besó la pelvis y sopló en su ombligo.

—No, no te retuerzas de placer, más a mover el vibrador y dejará de tocarte. Si se cae voy a golpear tu culo, princesa.

La propuesta sonaba caliente pero no quería dejar de sentir esas pequeñas oleadas de placer que llenaban su cuerpo con cada vibración. Estaba mojada. Estaba excesivamente mojada.

Eso si que eran húmedas sensaciones, si, Alan no había mentido con sus palabras.

Su lengua se pasó por debajo de sus pechos, definiendo estos, y luego atrapó uno de sus pezones con su boca, saboreando su piel. Le gustaba. Estaba volviéndose adicto a ella. A su calor. A su humedad. A sus gemidos. A su piel.

—Vamos, princesa... —retiró el vibrador, escuchando como ella se quejaba—. Déjame esto a mi.

Recorrió con su boca su centro húmedo, recogiendo hasta la última gota de su humedad, intercambiando esta por su saliva. Palmeó su coño, sintiéndolo palpitar bajo su mano y tras sonreír volvió a hundir su rostro en este.

Cada quien encontraba su lugar seguro a su manera y Alan ya había encontrado el suyo.

Húmedas sensaciones Where stories live. Discover now