5. Xiǎo píngguǒ

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El sol filtró sus rayos  a través de nubes grises, mientras el viento helaba la piel al simple contacto.  Aún sin nieve, el invierno anunció su llegada. Las palabras se hicieron visibles de lejos en forma de pequeñas nubes de aliento, poco después de las siete de la mañana.

Con un permiso especial, Lan Fei llegó al jardín, en compañía de Manzanita, que llevaba sobre su lomo, dos canastas grandes de mimbre. Por el horario, no pudo acompañarle otra persona más.

Desde su llegada al Receso de Nubes, aquella joven de cara redonda ganó de inmediato la confianza de Hanguang Jun y Lan Sizhui. Hacía casi dos años que un pequeño clan rural la dejó, para su formación como cultivadora. Entonces quedó bajo el cuidado y formación de la madre de Lan Jingyi, que gentilmente le fué acompañando en su aprendizaje.

Cuando llegó Mo Xuanyu por primera vez al Receso de Nubes, un burro se resistía a ser controlado. Ocurría con Jingyi, Sizhui o con alguno de los jóvenes aprendices, cada que intentaban darle un baño, o encerrarle en un cobertizo. Al animal le gustó su nueva libertad, y al sentirla recién ganada, gracias a quien decía ser su nuevo amo, se rehusaba a volver de nuevo a un establo.

Su ímpetu indomable se calmó, al reconocer a una joven de cara redonda, que cierto día le ofreció una manzana en la montaña Dafan, y además, con paciencia, acariciaba agradablemente su lomo y su hocico, dándole tranquilidad. Lan Fei y Manzanita se habían vuelto grandes amigos.

Con pesar para el borrico, era separado de la muchacha cuando los jóvenes discípulos Lan lo llevaron a investigaciones, como la que hicieron en Ciudad Caiyi. Después volvían y Lan Fei cuidaba de él de nuevo. Luego si Wei Wuxian necesitaba, el jumento cumplía a regañadientes con su deber de transportarlo, inclusive el día en que Hanguang Jun y Wei Wuxian volvieron a Receso de Nubes, oficialmente casados.

Así, tuvo que acompañarles en uno y otro viaje, hasta que Wei Wuxian fué expulsado de Gusu Lan.

Después de ese momento, Manzanita ya no tuvo que salir a otra misión, y para su felicidad, Lan Fei estaba ahí con él.

La joven de cara redonda tenía la consigna de cuidar y alimentar ciento siete conejos, repartidos en varias madrigueras en el jardín, al exterior de la Secta de la Nube. Inicialmente auxiliaba a Sizhui, después al ver que había ganado la confianza de las inquietas bolas peludas y orejonas, tan suaves como el algodón, le fue encargado el cuidado de los conejos sin supervisión. Cuando Sizhui fue expulsado de Gusu Lan, Lan Fei se volvió su cuidadora oficial, en ausencia de Hanguang Jun.

Esa mañana, el Segundo Jade aún no regresaba de una cacería nocturna, por lo que le tocaba a Fei proteger a los conejos del frío. Sobre sus túnicas blancas, un abrigo del mismo color y solapa aborregada le protegía de la baja temperatura. Haciendo uso de su fuerza de voluntad, retiró los guantes de sus manos,  sintiendo sus dedos helar al contacto del aire, para tomar con precisión cada conejo y colocarlo cuidadosamente en una de las canastas de mimbre, que habían quedado en el suelo. Mientras tanto, Manzanita esperaba con paciencia, hasta que una vez llenadas las canastas, fueran puestas sobre su lomo, y llevadas a la cueva de Lan Yi.

El grueso abrigo dificultaba los movimientos de Lan Fei. Los conejos que se refugiaron en sus madrigueras, facilitaron su recolección. Lan Fei los tomaba uno a uno  para depositarlos en las canastas. Después de atrapar a un escurridizo conejo café, Lan Fei volteó a ver a Manzanita, que había rebuznado para llamar su atención.

En la oscuridad, entre los árboles que circundaban el jardín, espeluznantes gruñidos se escuchaban cada vez con mayor claridad.

Era un lobo negro como la noche sumergida en tinieblas, su tamaño era el de un buey adulto de crianza. Sus extremidades musculosas terminaban en garras oscurecidas por lodo y sangre. El pelo erizado, tan áspero como púas, estaba empapado de sangre cerca del área de las fauces, por las presas que había devorado a su paso. Sus ojos eran rojos y luminosos, como si fuera a lanzar fuego de ellos. Al gruñir, enormes colmillos afilados como cuchillas escurrían saliva espesa, con un hedor repugnante que de por sí, se percibía a distancia.

Sol de JadeOn viuen les histories. Descobreix ara