Capítulo 1: De regreso a Japón

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-¡¿Qué?!- casi podía ver a los pájaros volar lejos de los árboles tras mi terrible grito de sorpresa -¿Por qué debo ir a Japón con la abuela?

-Hija, tu abuela está sola en Japón y hace mucho tiempo que no la visitas- mamá recogía mis maletas, ignorándo mi negación ante el repentino viaje.

-La abuela no está sola, el tío vive con ella- me quejé recordando a ese hombre amante de lo espiritual.

-Mi hermano no puede ocupar el lugar de una nieta, Maiko- me decía papá llevando en las manos el equipaje hasta el auto -Mamá también desea pasar tiempo contigo.

-¿Y por qué no viene ella?

-No quiero preocuparme sabiendo que viene sola en avión y mi hermano no puede acompañarla, él tiene sus propias responsabilidades- salió de la habitación con más de mi equipaje.

-Mamá, por favor ¿Qué hay de las clases de baile?

-Tu profesora dice que estás muy bien y ya es temporada de vacaciones. No te hace falta asistir- decía ella, intentando escoger entre dos piezas de ropas.

-No sé japonés.

-Tu papá siempre a querido enseñarte pero te has negado.

-Además no tienes por que preocuparte. La escuela a la que asistirás tienen profesores bilingües. También saben hablar el español y el inglés- mencionó papá cuando regresó por más maletas.

-¿Escuela, y ahora es que me lo dicen?- sonrieron y me pareció lo más estúpido del mundo.

-Aún estás en temporada escolar hija y cuando regresemos de nuestro viaje de trabajo podrás volver a casa- me explicaba mamá pero no logró convencerme en lo absoluto.

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De acuerdo, no tenía motivos para exagerar tanto. Quería mucha a la abuela y al tío, y no tenía nada en contra de Japón. En realidad mi principal problema era adentrarme una vez más a lo desconocido.

La última vez que visité a la poca familia de papá solo tenía 7 años y debido a que no conocía las costumbres y el idioma no pude hacer amigos, o quedaba como tonta enfrente de todos, por lo cual quedé algo traumada y comencé a negarme a visitar Japón o cualquier otro país distinto al mío.

Papá antes vivía en Japón, él había nacido allí junto a su hermano. La abuela los quería mucho y eran una excelente familia.

Recuerdo cuando mamá me contó la primera vez que conoció a papá. Ella desconocía esa cultura tanto como yo, le era difícil interactuar con alguien y era la típica extranjera. De no haber sido por papá ella se hubiera perdido.

Juntos descubrieron muchas cosas del otro y terminaron enamorandose. Aunque no todo fue felicidad, la abuela había quedado devastada cuando los jóvenes habían decidido casarse y vivir en el extranjero. Finalmente ella lo entendió y se quedó en Japón a seguir su vida con su segundo hijo quién comenzaba a dedicarse a asuntos espirituales.

Luego llegué yo, mitad y mitad de cada uno de ellos. Me parecía a mamá en los rasgos distintivos pero heredé el cabello liso y negro de papá, casi una japonesa según él, aunque ya no le creía mucho.

Hasta mi nombre daba a entender cuales eran mis raíces: papá decidió ponerme Maiko y mamá escogió como segundo nombre Eve. Pero no quedó ahí, a causa de que papá seguía las costumbres de su país terminé como: Tanaka Maiko Eve, mi apellido y mi sumamente extraño nombre.

Desde entonces crecí y me formé en este país estudiando danza, muy feliz de la vida hasta que mis padres decidieron viajar por trabajo y mandarme a vivir con la abuela para no quedarme sola en casa. Mi pesadilla volvía a hacerse realidad.

Niebla: El zorro de nueve colas Where stories live. Discover now