Capítulo 28: El club de los demonios

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Kiba protagonizaba su papel de mascota bastante bien, ni la abuela ni el tío sospechaban de algo raro en el nuevo perrito de la casa. Comía, corría y jugaba como cualquier otro cachorro y ladraba solo cuando era necesario. De la puerta de mi cuarto hacia adentro era una persona completamente diferente: andaba con su cuerpo semi-humano y se fascinaba con cualquier cosa que no conocía y ni hablar de todas las preguntas que solía hacer, era todo un niño pequeño.

Esta mañana llevé a mi recién adquirido hermano menor hasta la casa de Tuksaka para el entrenamiento que me correspondía, pero más que luchar más bien...

—¿¡Puedes dejar de jugar con esa rata?! Intento enseñarte algo nuevo— la ceja de Tuksaka temblaba de pura frustración al verme arrojar una bara a mi nuevo amigo para que la persiguiera.

—¿También quieres jugar?— agité una rama más grande en su cara. La pregunta acabó con su paciencia.

—¡No soy un perro!— gritó así que sonreí ante su enfado y lancé la bara unos metros atrás. Literalmente no se inmutó pero acabó por romperle la vena hinchada de su frente.

—Atrápalo, tonto— le insulté mientras casi le daban ganas de estrangularme —¿Por qué tan enfadado hoy, acaso tienes pulgas?

—¡Arrggg! ¡No me digas así! Y estoy enfadado porque tú no estás prestando la mínima atención desde que esa cosa de alcantarillas llegó a tu vida.

—Tsk ¿estas celoso?— vi la rara expresión en su rostro que me dió la certeza. «Algo es algo» pensé ilusionada aunque tenía ciertas sospechas de que Sasuke era otro objeto de odio para mi sensei.

—Hey chicos ¿todo bien?— los Dai-Dai irrumpieron en el claro antes de quedarse estáticos al ver a Kiba ante ellos —¿Se va a quedar mucho tiempo?— preguntó Daichi temblando de pies a cabeza «Por supuesto, el Kitsune y su fobia a los perros» bufé llamando a mi perrito para que regresara. Se lanzó a mis brazos con forma de niño y con un claro gesto de enfado.

—¿Ellos quieren que me valla?— hizo pucheros y entrelazó los brazos sobre el pecho.

—¿Quién no quiciera?

—Tú callate, Tuksaka— le recriminé con los dientes apretados —Nadie quiere que te vallas, Kiba, además eso es su problema porque el mío es cuidar de ti.

—¡Gracias nee-chan!

—¿Y bien, algo para hoy?— quiso saber Daisuke, quien peinaba su coleta desgreñada.

—Tsk ¿ahora les gusta pasar el tiempo libre aquí? Esto se está volviendo un parque de diversiones.

—Siempre tan gruñón, viejo— contestó de mala gana.

—En fin— dió la vuelta para mirarme —El rey demonio nos a pedido asistir a su palacio para una reunión acerca de lo sucedido con la zona oscura.

—Ow ¿debemos ir?— sus ojos eran inexpresivos —Vale, ya está, iré. «Pero es que no quiero ver a esa princesa...Bueno, más bien no quiero que tú la veas» aún y con mi plan de ganar una competencia amorosa que me había inventado sabía que Shisanine tenía todas las de ganar y ni siquiera sabía que era una de las contrincantes «Que imaginación la mia» —¿También irán?— les pregunté a los Dai-Dai pero sus expresiones me decían otra cosa —¿Sucede algo? 

—En realidad....

—...hemos sido vetados del mundo espiritual.

—¿¡QUE!? ¿Acaso eso es posible?— mi boca cayó por los suelos ¡Demonios vetados de su propia casa!

—¿Olvidas quienes son? Un par de yakos insoportables a los que ni el Reino ni el rey aguantaron sus bromas— explicó Tuksaka —Haber sido condenados a vivir en el Mundo humano me parece un costo bastante bajo.

Niebla: El zorro de nueve colas Where stories live. Discover now