Capítulo 2: Sueños y pesadillas

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Este bosque se me hacía tan conocido pero seguía teniendo dudas por culpa de la espesa niebla que lo rodeaba y que me impedía saber por donde pisaba. Terminé en el suelo un par de veces rallando mis rodillas con las ramas de los árboles.

Cuando observé la luna ya estaba en su punto más alto del cielo y yo comenzaba a estar consciente de que tenía que correr lo más rápido que pudiera para salvar mi vida, al menos la poca que había vivido.

Tenía miedo ¿Cómo negarlo? Todo en mi era un terror fantasmal, es por eso que en ningún momento miré hacia atrás para descubrir que era lo que me perseguía con tanta insistencia.

Solo podía escuchar sus gruñidos y la brisa que provocaba los zarpazos que quería marcar en mi espalda descubierta. No era consciente de que estaba desnuda y me fui dando cuenta de eso poco a poco.

Mi perseguidor no se detenía y yo comenzaba a cansarme por lo que no le fue tan difícil atraparme, tirarme al suelo y...

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Despertar sobresaltada a causa de una pesadilla no era nada lindo.

«Malditos sueños ¿Acaso ya no les basta con asustarme?»

Maldecía en susurros quitando las gotas de sudor que se pegaron a mi frente por debajo del cerquillo.

Observé la habitación y todo estaba oscuro a excepción de los rayos de luna que se colaban a través de la ventana de cristal. Agarré mi celular y el reloj marcaba las 4:36 AM. Debí haber dormido mucho tiempo debido al cansancio del viaje y el cambio de horario, porque 13 horas de diferencia no eran algo insignificante.

Aproveché mi falta de sueño para tomar un baño de agua caliente  Esto sin duda me regeneraría y sacaría de mi todo malestar o preocupación que me estaba estropeando física y mentalmente.

Regrese a la habitación cubierta por la gruesa toalla blanca que abuela había dejado para mi en el armario.  También encontré el uniforme escolar conformado por una salla corta, chaqueta azulada, camisa blanca de mangas largas y el moño rojo que se ataba alrededor del cuello. 

Me lo puse viéndome sumamente ridícula en el espejo. Aunque se suponía que sólo debía acostumbrarme a esta apariencia y luego ya no me molestaría. También me puse el par de medias altas que me había traído (más bien mamá las trajo) y dejé los zapatos a un lado para ponermelos al salir.

Decidí asomarme por la ventana y aspirar algo de aire natural. Me hizo mucho bien y la vista de la luna llena era estupenda. Cuando algunas nubes dejaron de estorbarle quedé impresionada con el bosque de la parte de atrás de la casa. Había mucha niebla y el viento no dejaba de hacer ruidos entre las hojas de los árboles. Daba miedo al igual que esa pesadilla horrible que tuve, ya dos veces.

Cerré la ventana sin pensarlo. Comenzaba a traumatizarme de mala manera así que continúe leyendo en internet sobre Japón para despejar la mente de mi nuevo y recién descubierto miedo a la noche y a las pesadillas.

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Ya eran las 6:30 AM así que baje directo a la cocina cuando escuche a la abuela levantarse.

—¿No te ha molestado el cambio de horario?— preguntó preocupada dándole el desayuno a su hijo de 40 años —Ayer te quedaste dormida.

—Estoy bien. Ayer estaba cansada pero creo que ya me acostumbré— me senté sobre mi cojín.

—Que rápido. A mi se me haría muy difícil acostumbrarme si fuera a visitar a mi hermano Mako— dijo Mozu poniéndose de pie y besando la mejilla de Saeko —Me voy a trabajar. ¡Nos vemos en la tarde Maiko Eve!— dijo cuando se fue y luego de echarle una mirada asesina le pregunté a la abuela.

Niebla: El zorro de nueve colas Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora