Capitulo 2 La maldición de los Blackwood

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                          Alexander.


Aquel día no lo podré olvidar, fue algo que quedó grabado en mi mente y en mi cuerpo. Iba a cumplir 7 años cuando fue el “accidente” de mi familia, nos dirigimos a casa para poder celebrar mi cumpleaños, el cielo aunque estaba nublado no dejaba de ser hermoso. Pasamos por una carretera llena de árboles a su alrededor, el clima era frío lo cual me agradaba, jamás me gustó el calor. Ese día estaba llevando un traje que mi madre me había regalado días antes. Ella usaba un vestido blanco que combinaba con su anillo de matrimonio. Sus ojos cafés y su cabello castaño eran una de las cosas que quise tener, pero eso fue para mí hermano Erick. Yo por otro lado tengo los ojos verdes y cabello negro, igual a mi padre. Todo era perfecto ese día, si no fuera porque mis padres olvidaron la maldición que los acechaba desde hace décadas.

Mi padre que estaba en el volante, intento esquivar las balas de los carros que nos seguían, mi madre me cubría con su cuerpo para que no me pasará nada, cuando creímos haberlos despistado un tráiler embistió la camioneta. Misma que termino por desviarse del camino rodando por un barranco junto con el tráiler. Antes que cayera el carro, mi  madre en su último intento por protegerme logro sacarme del auto, con la visión borrosa y casi sin fuerzas fui testigo de como mis padres perdían la vida ese maldito día. Mi cuerpo estaba adolorido, intente por mantenerme despierto pero mis fuerzas ya no lo podían soportar, termine por desmayarme. Siempre me pregunte porque ellos no regresaron y me mataron junto con ellos, a veces deseaba que eso hubiese pasado.

Las ambulancias y el ejército no se hicieron esperar, lo último que puedo recordar es la voz de mi madre gritando mi nombre.

Cuando desperté mi tía Dragnil estaba a mi lado junto con Erick y mi hermana pequeña Lif, no pude contener mis lágrimas cuando me dieron la noticia de que habían muerto, a ese punto ya no sabía si llorar por tristeza o por el dolor que sentía en mis huesos. Fui al funeral en silla de ruedas, por extraño que parezca, ya no podía sentir el dolor, pero había uno que hasta la fecha es uno de los más grandes.

Dragnil nos envió a terapia, pero yo no quería hablar con alguien en esos momentos, mi hermanita Lif era quien más me preocupaba ya que era un bebé y por lógica quería estar con nuestra madre, esos años fueron duros a pesar de que ella no los logro conocer de esa forma, siempre preguntaba: “Hermanito ¿por qué mami y papi nos dejaron?”, otras veces decía: “¿Se fueron al cielo?” a lo que yo le respondía que si, que estaban en el cielo cuidándola.

Para que ella estuviera feliz cada mes ella escribía una carta y nosotros hacíamos linternas volantes con las cartas amarradas y las lanzábamos, muy dentro de mí quería que de verdad leyeran esas cartas, pero sabía que eso nunca pasaría. Desde pequeños nunca se nos inculcó ningún tipo de religión, pero era bueno que ella tuviera ese pensamiento inocente para que sobrellevara el dolor.

Un día, ya no recuerdo ni siquiera porque estaba pelando con Erick pero fue en ese momento en que dijo algo que a nuestra hermana le afecto. Había gritado que nuestros padres estaban muertos, que estaba aterrado por qué se sentía inquieto, sentía que iban a ir tras nosotros también. Solo lograron calmarlo con medicamentos. Desde ese día Lif no puede hablar, sospecho que ella lo escucho todo y por ello es así.
A mi corta edad yo no tenía ningún tipo de idea religiosa, ya que era muy inteligente, a mis cuatro años comenzar a leer los libros de la biblioteca de mi padre los cuales eran de física y matemáticas, mis padres eran católicos, bueno, más mi madre que mi padre. Erick solamente creía que existía un Dios y luego a estaba yo que no creía en nada sobrenatural ni en ninguna deidad. Por el hecho de que si era verdad que existía, ¿por qué permitió que eso pasara?, que si era tan justo y bueno no hubiera pasado nada de eso. Cuando tenía catorce años Erick trajo a una amiga a la casa, su nombre era Sara he iba en el mismo grado que él, alguien no tan diferente a mí.

—Hola mucho gusto mi nombre es Sara, tú debes ser el hermano mayor, Alexander—su tono de voz me daba a demostrar confianza en sí misma, tenía los ojos miel, que con su cabello café y algo rizado la hacían ver realmente bien.

—El gusto es mío, no sabía que tenías una amiga hermano—volteo para ver a Erick el cual se notaba nervioso.
Jamás lo había visto así, él ya me había contado sobre ella, solo lo decía para que no se vea tan raro. Es más, no dejaba de mencionar lo increíble que era al igual de lo inteligente y bonita. Creo que nuca entenderé ese sentimiento.

—Nunca lo mencioné porque quería presentarla a nuestra Tía—solto una risa nerviosa ye vio con sus ojos de “No digas nada “. En eso llega Lif bajando de las escaleras para abrazarme, la cargo para que pueda saludarla.

—¿Ella es Lif cierto?. Es más linda de lo que pensé, hola me llamo Sara y soy amiga de tus hermanos—mi hermana solo la saluda con la mano.

—Está usando su lenguaje de señas, apenas está aprendiendo; pero por tu cara de sorpresa supongo que Erick no te dijo nada de esto.

Ella niega con la cabeza—No me comentaste nada de esto.

—Supusimos que se le quitaría con la terapia, pero llegó a un punto en el que simplemente ya no podía hablar—noto como la expresión cambia de su rostro.
Por suerte llegó Dragnil para hacer menos incómodo el ambiente.

—No te preocupes ella está acostumbrada a que no le entiendan, lo extraño es que le gusta hacer señas que ellos no entienden—todos empezaron a reír con eso último.

Sara era demasiado gentil con mi hermana, creo que Lif la quería más a ella que a mí. Usualmente salían de casa para pasear y comprar ropa. En ocasiones la encontraba estudiando con Erick, mi hermano no es nada discreto cuando se trata del amor. Quería que el encontrará ese sentimiento. Cuando Sara me abrazaba mi corazón palpitaba de forma incontrolable. Pero en el fondo sabía que ella no era para mí.

La relación entre ellos iba tomando fuerza, notaba que ella sentía lo mismo por mi hermano. No me importaba que se alejara de mi lado, porque sabía que estaría con él. Sacrificaría mi felicidad con tal de verlo feliz.

Después de todo, soy el hermano mayor. Cargo con este peso, no es fácil, pero nada lo es. Mi destino es la soledad, dudo encontrar a alguien que de verdad vea en lo más profundo de mi ser y sea capaz de entenderme. Esa es una de las cosas que suelo discutir con Sara.

En estos momentos solo soy fuerte porque los tengo a ellos, aún duele mi herida.

Pero me dolería más que ellos me vean mal.

Con el pasar del tiempo empecé a entender el lenguaje de mi hermana y es fecha que no sé dé donde aprendió a decir groserías con señas, todo parecía ir bien, sino fuera por otro ataque, está vez no fue hacia mí.

Sara llegó junto con unos guardaespaldas, con raspones en las rodillas y un golpe en el cuello.

Nuestra Maldición Where stories live. Discover now