capitulo 6 Tú no...

213 93 303
                                    


                             Alexander.



Mi rutina se había vuelto monótona, y me estaba desesperando. Tome unos tragos de whisky y otros de vodka, mi vista se estaba volviendo distorsionada así que me senté en el suelo mientras observaba la pintura de mi familia, miraba aquel niño que aún tenía a sus seres queridos y así se iba a quedar toda la vida.

En frente estaban las fotografías de los momentos felices que alguna vez tuve; comencé  a reír ya que yo dejé de intentar suicidarme por qué me di cuenta que mi castigo era cargar con la muerte de mis seres queridos, el no poder salvarlos se había convertido en mi tortura, muchos dicen: “Aquel que tenga dinero tendrá el control”.
Pero para mí el dinero no tiene el poder de traer a los que amas de la tumba.

—¿Cuántas veces lo intente?—me preguntaba constantemente.
Miraba una pulsera que le había comprado a mi hermana, se que ya no está aquí. Aún así le compró cosas. Soy una mierda de hermano. Si ella me viera así…, se asustaría mucho.

¿Por qué el mundo se empeñaba en mantenerme con vida?. Si mis padres me vieran en este momento estarían decepcionados por mis acciones. Aquella casa que antes desbordaba un inmenso calor familiar ahora estaba sumergida por la tristeza y un profundo dolor, lo que antes era el aroma a café junto con una hermosa cena se convirtió en nicotina, acompañado de otras drogas que ahora he olvidado sus nombres, no me interesa que daño puedan causarme.

A este punto debería estar acostumbrado al dolor, mis sentimientos se desbordan en resentimiento mientras destruyó todo a mi alrededor. Estaba a punto de destruir el retrato de mi familia cuando de pronto miro el rostro de mi madre y recuerdo mi nombre saliendo de su boca mientras ella caía por aquel barranco. Me detuve mientras soltaba un pedazo de vidrio de una de las botellas que había roto anteriormente.

El personal de seguridad entro a la casa y lo único que les pedí que hicieran era que me sedaran antes de que cometiera otra estupidez.

Ya he pasado por esto tantas veces que ni siquiera me resisto, es como un bucle del cual yo soy prisionero. Al fin de cuentas jamás seré libre, yo soy el único que puede salvarme pero no quiero hacerlo.

Debo pagar por mis pecados en esta vida.

Dudo mucho que exista un Dios que todo lo ve y que se apiade de mi alma.
Eso solo es un maldito cuento de hadas del que la sociedad es esclava. Pero hagamos esto divertido.
Una vez estaba más tranquilo en mi cama, decidí retar a Dios.
—Si de verdad existes, dame algo por el cual luchar, quiero una puta razón para vivir.

Vaya que estaba idiota por pedir algo como eso a algo que no puedo ver ni sentir. Creo que debo dejar de beber, ya estoy diciendo y haciendo estupideces.
La chica de hoy y su amiga son algo peculiares.

Ella me da una sensación extraña, la manera en la que me mira es anormal, jamás aparta sus ojos de los míos, a pesar de ello, siento que se acerca a mi de manera lenta, ¿qué carajo estará tramando?. Solo se que debo alejarla de mi y mi mundo. No quiero que otra persona salga lastimada por mi culpa. Mi hermano jamás me perdonara por lo que hice y eso está bien. El mundo debería odiarme, así jamás extrañará mi presencia.


                            Verónica.


Cuando llegamos a casa lo único que podía pensar era el hambre que tenía por el maldito coraje que me había hecho pasar ese todas mías de Blackwood, tan solo pensarlo me da malestar. Mi amiga le estaba tomando más importancia de lo que creí, si él quisiera cambiar lo haría y no estaría causando sus putos problemas a los demás.

—De verdad, como me cae mal, no lleva ni un día y ya lo odio—agarre un pedazo de pastel que tenía en el refrigerador y un vino, ¿por qué no?

—Vero, ¿no dijiste que ya no beberías tanto?, no sé por qué estás molesta.

Nuestra Maldición Donde viven las historias. Descúbrelo ahora