Capítulo 6: La Fiesta

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Rápidamente corrí a la ventana y vi cómo Andrés había caído al contenedor de la basura.

—¡Estoy bien! —Gritó sonriendo subiendo su dedo pulgar extendiendo su mano.

Inmediatamente, escucho la madre de Andrés tocar la puerta.

—Hijo, ¿estás bien? —Preguntó desde el otro lado de la puerta.

Corro hacía allá y abro la puerta tratando de tener una expresión neutra en el rostro.

—¡Hola mamá! —La miré.

—¿Estás bien? Creí escuchar voces. —Trató de mirar sobre mi hombro buscando si había alguien conmigo en la habitación.

—Solo fue la radio. Disculpa, bajaré el volumen para la próxima. —Sonreí nerviosa.

—Está bien cariño. Solo me aseguraba de que estuvieras bien. ¿Saldrás? —Preguntó al verme bien vestida.

—Sí, voy con unos amigos. Volveré tarde hoy.

—No te preocupes, que disfrutes. —Se acercó, me besó la mejilla y se dirigió hacia las escaleras.

Rápidamente, me asomé por la ventana y vi que ya Andrés no estaba en el basurero.

Probablemente ya estaba fuera escondido esperando a que yo saliese de la casa.

Me dirigí hacia la puerta principal bajando las escaleras en tanto me despedía de la madre de Andrés.

—¡No me esperes despierta! —Grité cerrando la puerta.

Al salir, pude ver a Andrés escondido frente al auto esperando por mí.

—¡Por dios! ¿estás bien? ¡Te acabas de tirar de un segundo piso! ¿Estás demente? —Murmuré entrando al auto al lado del pasajero.

—Estoy bien. Sabía que ése basurero estaba ahí. ¿No creerías que te iba a lastimar? —Subió al auto, lo encendió y arrancamos rápidamente.

—¡Creo que ya te has escapado varias veces de esa manera! —Le miré de reojo en tanto nos dirigíamos a mi casa en busca de ropa y un bikini.

Andrés me miró con una leve sonrisa en los labios.

—No necesito tirarme por la ventana para salir de casa. A diferencia de ti, yo puedo salir cuando quiera. No tengo que mentirle a mis padres diciendo que estaré en casa de una amiga cuando en realidad estoy sabe dios dónde y con quién. —Alzó un ceja en tanto aceleraba el auto.

Me quedé con la boca abierta. ¿Cómo se atreve a hablarme así? Ni que fuera mi padre para reclamarme.

No sabía que decirle o contestarle, éste, me había dado un tapón de boca inmenso. Tenía razón, y eso era lo más que me molestaba.

Andrés y yo nos quedamos callados. Este sólo conducía.

—¿Te comió la lengua el ratón? —Rió.

—No tengo por qué discutir mi vida privada contigo. No te interesa lo que haga o deje de hacer cuando no estoy en casa.

—No me lo tienes que decir, seguramente teniendo sexo sin compromiso con algún chico que esté lo suficientemente bueno, pero, que no te éste a tú altura. Ósea, que sea un imbécil nada popular. —Rió irónicamente.

Volteé el rostro y me quedé mirándolo fijamente.

—Y si es así, ¿qué pasa?

—¡No, no pasa nada! Solo me pregunto, ¿con cuantos habrás hecho lo mismo? Seducirles y decirles que no quieres compromisos para luego ver cuantos caen en tu trampa sexual. —Me miró de reojo con una expresión sarcástica.

Cambio de Cuerpo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora