Capítulo 10: El Desquite

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Tan oportunos los amigos de Andrés. Llegando en el momento menos apropiado.

Los amigos de Andrés vuelven y tocan el cristal mirándome con un sonrisa mientras sujetan sus conos de helados.

Bajo el cristal y los miro.

—¡Hola Andrés! ¡Hola Jimena! —Andrés les saludó. —Vinimos a por unos helados, jamás pensamos encontrarte aquí. ¿Tú comiendo helados? ¿Desde cuándo te gustan? —Rieron.

—Siempre hay una primera vez. —Contesté.

—¿Y qué? ¿Enseñando a manejar a Jimena? —Vieron a Andrés en el lado del conductor.

—Sí, aprende rápido.

—Eso es raro de ti, nunca dejas que nadie maneje tu auto. Estas cambiando. —Sonrieron guiñando un ojo. —¿Tienen planes para hoy? —Andrés y yo nos miramos, ambos meneamos la cabeza en negación. —Bueno, pueden venir con nosotros a la casa de Rodrigo, va a hacer una noche de juegos, van a haber otras chicas Jimena, por si te interesa.

—Gracias. —Respondió Andrés.

—¿Se apuntan o qué?

—Sí, creo que iremos un rato. —Ya no podía negarme tanto a salir con los amigos de Andrés. Estos siempre me invitaban a su casa, y siempre les decía que no por qué no podía, pero ahora que en realidad Andrés y yo no teníamos mucho que hacer, era perfecto para salir con ellos un rato.

—¡Perfecto! ¿Nos recoges a mí y a Peter en mi casa a las seis? —Sonrió.

—Sí, no hay problema.

—Nos vemos entonces. ¡Hasta luego Jimena! —Se despidió haciendo un gesto con la mano en tanto se marchaban.

Andrés y yo nos miramos el uno al otro.

—¡Mierda Jimena! Tú no sabes conducir, ¿cómo llegarás conduciendo a casa de los chicos?

—Muéstrame cómo.

—¡No, no, no! La última vez que lo intentaste, me rompiste una farola delantera. ¿Sabes lo costoso que es arreglar éste tipo de autos deportivos? ¡No, no lo haré!

—¡Por favor Andrés, juro no hacerle nada a tu auto!

—No es suficiente. —Volteó el rostro haciéndose el fuerte.

—¿Qué quieres apostar? ¡Se que te gustan los juegos! —Sonreí.

A Andrés le encantaban las apuestas, esa era su debilidad. No las apuestas por dinero, no, sino, el tipo de apuestas las cuáles... bueno, involucraban algo sexual.

Andrés era uno de los chicos más sensuales que había conocido, por no decir el más. Todo su mundo giraba alrededor del sexo o todo lo que estuviera relacionado a éste, y las apuestas, eran lo suyo.

Rápidamente, Andrés me miró de arriba a abajo con ésa mirada que tanto me gustaba.

—¿Una apuesta? —Sonrió de medio lado lamiendo su labio inferior.

—¿Qué quieres apostar? —Suspiré. Mi corazón se me quería salir del pecho.

—No lo sé, es muy tentador. —Mordió su labio jugando con el volante del auto.

—¡Dime, lo que sea! —Lo que sea... me estaba arriesgando un poco. Estábamos hablando de Andrés el pervertido, la máquina de sexo. El darle libre albedrío no terminaría bien.

—Bueno, si lo dices así... —Sonrió. —Si le haces algo a mi auto, lo más mínimo Jimena... —Me miró directo a los ojos. —Te haré mía a mí manera. —Sonrio pícaramente.

Cambio de Cuerpo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora