ℭ𝔞𝔭𝔦𝔱𝔲𝔩𝔬 𝔗𝔯𝔢𝔰

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—No te ves tan mal. —aseguro Chris mientras apoyaba el hombro en el marco de la puerta y observaba mi cuerpo. Hice una mueca jalando las solapas del saco. Odiaba usar traje.

Era como estar envuelto en una jodida bolsa calurosa y que picaba en todos lados. No entendía como muchas personas podían usarlos todos los días, yo preferia mis jeans o deportivos y cualquier camisa suelta que cubra lo escencial para no pasar por exhibicionista.

Me miré nuevamente en el espejo de cuerpo completo. El traje no estaba mal en sí. Era de un tono azul marino muy oscuro que hacia que mi piel se viera palida en comparación, una camisa blanca debajo del saco y una corbata fina del mismo color que el resto del conjunto. Era bonito y me quedaba bien, ¡pero picaba!

—Vas a causarte una irritación —Chris palmeo la mano con la que me rascaba el cuello y arreglo el nudo de la corbata—. ¿Estarás bien? Conozco a Erick desde hace algún tiempo y no es la persona más amable del mundo.

—No lo sé —me encogí de hombros—. Es solo una prueba. El señor Zabdiel prometió librarme del contrato si era demasiado para mi.

Christopher me miró a los ojos como si estuviera midiendome nuevamente. Suspiró—. Sé que dije que eras perfecto para este trabajo, Joel, pero ya no estoy tan seguro.

—Estaré bien, Chris. —prometí—. No es como si el chico fuera un asesino en serie o algo así, si no puedo con él, renunciaré. Siempre puedo encontrar otro trabajo.

—O volver a la casa de tus padres y trabajar en la tienda de muebles. —bromeo.

Lo miré mal. Ese era un chiste de muy mal gusto a mi parecer. Empujando sus manos lejos, acomode mi ropa una vez más y me encamine fuera de la habitación. Habia trabajado como guardaespaldas una vez. Mi complexión grande y altura hacian que mi trabajo fuera bastante fácil, ya que con una mirada las personas solían correr lejos de mi. Me gustaba eso, no causaba problemas innecesarios. Pero esta vez el trabajo era diferente, era con mi "protegido" con quien debia luchar y no con un tercero.

Hablando de mierdas.

—¿Te vas conmigo o tomas el autobús? —pregunte a Christopher mientras guardaba mi billetera y celular en el bolsillo de mi pantalon.

—Voy contigo.

Tomando una manzana del canasto el rubio corrio delante de mi y salio del apartamento. Mi viejo Mustang se balanceo en sus ruedas cuando Chris saltó dentro del asiento del acompañante. Hice una mueca. Amaba mi auto más que cualquier otra cosa y si el idiota lo rompía, rompería su cuello.

El viaje hacia la mansión De Jesús Colón no era muy largo, tal vez una media hora a lo mucho. Christopher hablo todo el maldito camino y por un minuto tuve pena por el señor Zabdiel. Si el chico entablaba conversación de esa manera siempre, el pobre hombre debía estar medio sordo ya.

—¿Listo para esto? —preguntó Chris mientras estacionaba frente a la casa.

Asentí a medias, guardando las llaves en el bolsillo de mi pantalón mientras nos dirigimos a la puerta principal. Con un rápido recorrido y señalizaciones, Chris me puso al tanto de donde encontrar la cocina, baño y lo más importante, la habitación de Erick. Podía asegurar, que de entre todos los trabajos que habia tenido este era el que más me asustaba.

—Estaré en al cocina si me necesitas. — Christopher hizo un gesto sobre su hombro, al lugar indicado, antes de darme una sonrisa y perderse en esa dirección.

Tomando una gran bocanada de aire para darme fuerzas, subí las escaleras a paso ligero. Según las instrucciones de Chris, debia tomar por el pasillo de la derecha y caminar hasta toparme con su puerta, la cual reconocería con solo ver.

"Lárgate!"

El gran cartel en letras rojas me hizo comprender las palabras del rubio. Habia muchos otros papeles pegados sobre la madera. Señales de transito, lineas y dibujos prolijamente hechos que podrian asustar a cualquier niño que pasara por allí. Esto iba a ser un día en el parque, seguramente.

—¿Erick? —llamé suavemente, golpeando con mis nudillos la puerta.

—¡Lárgate! —simpático el niño.

—Erick, soy Joel de León —seguí de igual manera, importandome poco los sonidos de cosas rompiendose que se escuchaban desde adentro—. Soy tu nuevo guardaespaldas.

—Tu no eres mi guardaespaldas —abrio la puerta, sus ojos delineados de negro me miraron con ira—. Eres mi jodida niñera y será mejor que no te pongas comodo, idiota, porque haré hasta lo imposible para que mi tío arroje tu culo a la calle.

—Es un gusto verte, Erick. —sonreí de forma simpatica, ignorando su berrinche.

Sus ojos verdes se estrecharon con el enojo, podía ver como las ganas de darme un puñetazo hacian que sus pequeñas manos se cerraran apretándose. El niño quería golpearme y por alguna razón enferma, yo quería que lo hiciera. Tal vez si se desquitaba con algo podríamos mantener una conversación civilizada.

—Pudrete. —soltó luego de unos segundos, sus dientes se apretaron hasta el punto que creí escucharlos
quebrandose.

—Yo tambien espero que tengas un bonito día —mi voz era suave y lo más simpatica que pude lograr,
no lo dejaría perturbarme—. Tu tío me dijo que debes ir a la universidad.

—No me seguiras allí. —determino.

—A donde quiera que vayas y en cualquier momento, estaré detrás de ti. —le guiñe el ojo y eso pareció ser su punto de quiebre. Azotando la puerta en mi rostro pude escuchar el chillido de frustración que dejo
escapar una vez dentro.

Reí entre dientes dando unos pasos hacia atrás y apoyando mi espalda en la pared opuesta del pasillo. El niño intentaria escapar, seguramente, y no podía permitirlo. Por lo que quedarme de pie frente a su puerta
era mi mejor idea por el momento. Tal vez podía mencionarle, casualmente por supuesto, al señor Zabdiel los increibles aparatitos de rastreo que vendian por internet. Esos seguro serían de gran ayuda.

Jugueteando con mi celular espere con paciencia a que Erick se decidiera a salir. El niño era tan berrinchudo como me lo habia imaginado pero me gustaba que diera batalla, eso hablaba de un alma luchadora. Le serviria para la batalla que tenía por delante.

La puerta se abrió unos veinte minutos después y Erick me fulmino con la mirada.

—¿Porque sigues aquí? —gruñó.

—Debo cuidarte —me encogí de hombros—. Debo verte para eso.

—Pero yo no tengo porque verte a ti —se quejo, comenzando a caminar por el pasillo. Lo seguí—. Por cierto —miró sobre su hombro—, ese traje te queda horrible.

—Bueno, gracias —sonreí—. Siempre es agradable recibir ese tipo de alagos.

—¡Eres jodidamente insoportable! —grito, corriendo por las escaleras.

Apresurandome detrás de él, atrape su brazo en el momento justo en que sus pies se enredaron y comenzó a caer.

Lo miré con el ceño fruncido.— Ten cuidado.

—Jodete —se sacudio de mi agarre una vez estuvo equilibrado—. Y no me hables.

Sonreí siguiendo al azabache por las escaleras. Estaba comenzando a creer que estaba un poco desiquilibrado o era masoquista, aun no lo tenía claro.

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𝕭𝖗𝖆𝖛𝖊 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora