ℭ𝔞𝔭𝔦𝔱𝔲𝔩𝔬 𝔖𝔦𝔢𝔱𝔢

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Erick no salió ese día, ni tampoco el siguiente por lo que me dedique a socializar con los empleados de la casa. Con Nani ya parecíamos viejos amigos, conocidos de toda la vida, pero mientras estuve allí también conocí a Henry, el jardinero y a Mercie, la mucama que venía dos veces a la semana. Ambos me parecieron simpáticos pero me fastidiaba demasiado las expresiones que ponían cada vez que hablaba sobre Erick por lo que decidí que Nani y, como última opción, el pesado de Chris, serían mis únicos amigos allí dentro.

Erick se decidió a salir el tercer día luego de su crisis. No parecía haber dormido mucho pero su piel había recobrado un poco de su color natural y eso logró que una sonrisa se deslizara por mi rostro. Llevaba una camiseta simple oscura y una chaqueta marrón encima complementada con un jean negro. Los días habían estado un poco frescos últimamente, Richard me lo había recordado constantemente cuando se dio cuenta de que Doung no saldría al jardín con el clima frío.

Parándose en el umbral de la puerta de la cocina, Erick dio una rápida mirada a los presentes antes observarme directamente—. Voy a salir. —musito antes de voltearse y salir de la cocina.

Entendiendo eso como mi señal de salida, me puse de pie y corrí detrás de él. Saliendo por la puerta principal, visualice a Erick de pie cerca de la cochera con su mirada hacia el cielo. Sus ojos cerrados delataban las largas pestañas oscuras que descansaban sobre sus, ahora, sonrojadas mejillas, tenía los labios entreabiertos con una respiración lenta y constante. Como si simplemente estuviera disfrutando del suave aire frío que corría.

El cielo estaba encapotado de varios tonos de gris que prometían una linda tormenta pronto. Erick abrió los ojos y observo las nubes con el ceño fruncido. Su expresión de inconformidad me hizo sonreír y mis pies comenzaron a moverse en su dirección por voluntad propia.

—Creo que va a llover, ojos bonitos. —declaré. Erick me miró con curiosidad y supuse que estaba intentando entender el apodo con el que lo había bautizado. Sonriendo, pasé a su lado haciendo girar las llaves de mi auto en mi dedo índice—. ¿Iras en tu motocicleta?

Devolviendo la mirada al cielo, el chico hizo otra mueca antes de mirarme y murmurar con voz muy delgada—. ¿Puedes llevarme?

Sonreí de forma brillante, estábamos progresando bastante—. Sube.

Sin decir una palabra más, el chico camino hasta mi auto y se subió en el asiento del copiloto. Aun faltaban nuestras clases sobre "por favor" y "gracias" pero ya llegaríamos a eso, tenia intenciones de devolver al chico su alegría así me costara la mía propia.

—¿A donde, señor? —dije con tono elegante mientras giraba la llave.

—No lo sé —se encogió de hombros mientras miraba por la ventana—. Solo... necesito tomar aire.

Lo miré con confusión sin saber muy bien si esa falta de hostilidad era parte de su crisis o su personalidad en si. Tal vez el chico solo era explosivo y reaccionaba a la presión. O la crisis lo había dejado más cansado de lo que había pensado en un principio y ni siquiera encontraba fuerzas para gritarme mis verdades. No tenía ni idea pero no me gustaba mucho este Erick complaciente y débil, prefería al que me grito por ser su niñera.

Encendiendo el auto con un suspiro, lo saque por el camino de entrada y conduje por la carretera a ningún lugar en especifico. No tenía idea de a donde podía llevarlo. Las plazas no parecían un lugar muy viable por como el chico se encontraba, la playa ni siquiera era opción por lo que decidí llevarlo al único lugar que en verdad lograba tranquilizarme cuando me hallaba alterado. Dirigiendo mi auto por la carretera principal acelere mientras observaba por el rabillo del ojo las reacciones del moreno. No pareció perturbado con el camino que había escogido pero pude ver como sus ojitos se deslizaban por todos lados observando los detalles con detenimiento, como si estuviera intentando sacar fotografías mentales. Erick tenía alma de artista, podía verlo tanto en sus tatuajes como en los papeles pegados a su puerta y me pregunte si alguien se había dado realmente cuenta de ello antes. Si, el chico estudiaba arte pero ¿alguien se había detenido a mirar su trabajo y decirle cuando excelente era? Lo dudaba.

Mirando por el espejo retrovisor por última vez, tome el desvió que me llevaría al lugar al que deseaba ir. El camino estaba un poco desierto, no había muchas casas al principio y luego de unos kilómetros solo había arboles. Erick frunció el ceño mientras observaba por la ventana, sus ojos se deslizaron hacia mi por unos segundos pero de todas maneras no dijo nada.

El enorme lago de agua cristalina apareció poco después frente a mi automóvil y pude ver como Erick se erguía en su asiento para tener una mejor vista. El lugar era precioso. Rodeado de una medialuna de arboles inmensos, creaba una sombra cálida sobre el agua que le daba una sensación de cueva o refugio. Las flores de todos colores y tamaños se arrastraban por el suelo hasta casi llegar al agua, la cual era tan cristalina que podías ver el fondo del lago a través de ella. Me encantaba ese lugar, era muy privado y tranquilo. Me gustaba ir allí de vez en cuando para aclarar mi mente.

Erick bajo del auto cuando lo detuve y se dirigió directamente al borde del lago. Sonreí cuando lo vi agacharse y tocar con la punta de sus dedos el agua, sabía que se podían ver los pececitos nadando contra el borde. El lugar era un pequeño paraíso perdido en medio de arboles y yo había tenido la suerte de encontrarlo sin querer.

—Ten cuidado —pedí mientras bajaba del auto. Erick comenzó a caminar por el borde del agua con su vista rebotando por todo lo que podía encontrar.

Decidiendo que lo mejor era mantenerme cerca, comencé a seguir sus pasos mientras bordeaba el lago. Erick se sentó sobre la hierba luego de unos metros, sus dedos se deslizaban por los pequeños pastos a su lado. Tocando con la yema de sus dedos los pétalos de las flores cada que daba con una, observando todo con un alegría encerrada que me dio ganas de llorar. El chico parecía ver todo, intentando comprender cada detalle y me pregunte si eso es lo que hacia con todo.

—Es un lugar muy lindo. —musito luego de unos momentos, sin levantar la mirada de una pequeña flor violeta que había encontrado creciendo al ras del suelo.

—Lo es —acepte mientras apoyaba mi espalda en un árbol cercano.

Erick no dijo nada más pero lo noté muchísimo más tranquilo mientras observaba el paisaje. Su cuerpo no estaba en alerta, no parecía querer atacar en un futuro cercano por lo que con voz suave me atreví a preguntar:

—¿Por qué lo hiciste, Erick?

Sus ojos verdes se abrieron un poco mientras me observaba antes de negar con la cabeza—. Eso no te importa

—Si no me importara, no estaría preguntando.

—Preguntas porque eres un chismoso —gruño. Bien, allí estaba el chiquillo hostil que había conocido.

Genial.

—Pregunto porque me importa. —insistí.

Él soltó una risita sin humor y ese sonido hosco logró que me estremeciera. Ese sonido no debería provenir de un chico así, no de Erick. Como una persona tan joven podía guardar tanta tristeza sin que nadie se hubiera percatado, no lo entendía. Erick solo sacudió la cabeza una vez más sin agregar nada.

Sentándome bajo el árbol, apoye la espalda contra el tronco y observe el paisaje. No teníamos mucho que hacer, mi trabajo era cuidar del chico y sabia muy bien que nadie nos molestaría allí. El lugar estaba demasiado lejos como para que alguien llegara a él. Lo había encontrado durante un viaje de excursión y la única otra persona que sabia de él era Richard, aunque al moreno le importaba tres pepinos si había oro en el centro del lago. Odiaba la naturaleza en general.

Las pocas horas de sueño comenzaron a cobrarme factura cuando la tranquilidad del lugar comenzó a colarse en mis huesos. Dejando caer la cabeza sobre mis hombros, cerré los ojos por un momento. Sin darme cuenta, me deslice a la neblina del sueño de a poco.

Desperté con la sensación de mi celular vibrando contra mi pierna. Sin abrir los ojos, me moví para alcanzarlo pero el extraño peso cálido sobre mi costado logro que me quedara quieto. Abriendo los ojos lentamente, miré con sorpresa al cuerpo de Erick apoyado contra mi lado. Su cabeza descansaba sobre mi abdomen y sus manitos estaban aferradas a mi pantalón. Su respiración acompasada y sus ojitos cerrados me dijeron que estaba en un profundo sueño.

Acariciando suavemente su cabello, logré sacar mi celular sin despertarlo y llevármelo al oído.

—Joel —la voz de Zabdiel salió algo desesperada—. ¿Erick esta contigo? Lo he estado llamando pero su teléfono esta apagado.

—Quédese tranquilo —dije en voz baja—. Él esta conmigo, lo llevaré a casa en un par de horas.

—¿Esta allí? ¿Puedo hablar con él?

—Esta durmiendo en este momento —susurré—. Lo traje a un parque y al parecer la tranquilidad logró darle sueño.

—¿Durmiendo? —dijo sorprendido—. Eso es genial, Joel. Erick no suele dormir mucho luego de estos episodios. Déjalo dormir todo lo que quiera, no te preocupes por el horario.

Reí entre dientes—. No se preocupe, yo lo cuido.

—Lo sé —aseguró—. A pesar de conocerte hace tan poco tiempo sé que lo cuidas.

Despidiéndome rápidamente, guarde el celular nuevamente en mi bolsillo. Mis dedos se deslizaron por la suavidad de su cabello hasta su mejilla, la piel estaba tibia y tersa, parecida a la seda. Erick era un niño precioso, no podía negarlo.

—Voy a caer por ti, ojos bonitos —susurré, dándome cuenta de ello mientras miraba su rostro sereno—. Voy a caer fuerte por ti.

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𝕭𝖗𝖆𝖛𝖊 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora