ℭ𝔞𝔭𝔦𝔱𝔲𝔩𝔬 𝔇𝔦𝔢𝔠𝔦𝔰𝔢́𝔦𝔰

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Girando la llave, escuche con satisfacción el ronroneo del motor cuando mi viejo auto volvió a la vida y lo saque del estacionamiento del edificio. Erick se acurruco en el asiento del acompañante, apoyando su cabeza en la ventana mientras sus ojos volaban por los edificios y demás que pasaban como rápidas manchas del otro lado del cristal.

El silencio dentro de vehículo no era incomodo pero tampoco parecía correcto. Sentía que debía tocar el tema de la recaída pero no tenia ni idea de como hacerlo. Observando a Erick por el rabillo de mi ojo, solté un suspiro cansado.

—¿Puedes detenerte? —la voz suave del moreno me sorprendió totalmente, tanto que no me detuve de saltar sobre mi trasero antes de mirarlo.

—¿Quieres que me detenga aquí? —pregunte mirando por la ventana hacia los desgastados edificios decorados con coloridos graffitis.

—Si. —murmuro.

Mirando con duda a mi alrededor, hice lo que me pidió. Deteniendo el auto cerca del cordón, apague el motor y esperé para lo que fuera que Erick me había hecho detener. Su pequeño cuerpo, aun envuelto en mi ropa, temblaba descontroladamente cuando se giro hacia mi. Sus ojos castaños me miraron fijamente por unos segundos como si estuviera teniendo una lucha consigo mismo.

—Lo siento.

Lo miré con el ceño fruncido, confundido.— ¿Porque?

—Traicione tu confianza. —susurró—. Eres la única persona que ha confiado en mi en mucho tiempo y te falle.

Pasando mi mano por mi nuca, miré por la ventanilla unos segundos antes de extender mi mano para apretar su pierna. Sus ojos cayeron hacia mi mano y pude ver que estaba luchando por controlarse. Su cuerpo vibraba con los temblores pero no sabia que hacer.

—Tu nunca me fallaras, ¿me escuchas? —levanto la mirada, sus ojos brillaban de un color claro gracias a la luz del sol—. Todos tropezamos en algún momento del camino, bebé, pero lo importante es aprender a levantarse luego de caer.

Sus dedos jugaron con los míos sobre su pierna. Sus ojos estaban fijos en sus movimientos, su labio inferior apretado entre sus labios.

—Intenté detenerme. —susurró—. Pero luego de que lo haces una vez, es difícil poner un freno. El solo ver la aguja te lleva a un frenesí que es difícil de detener pero lo logré.

Parpadee hacia él, sorprendido.—. ¿No consumiste?

—Mas o menos. —sacudió la cabeza—. La aguja entro en mi piel, sentí el pellizco y quería empujar el embolo con todas mis fuerzas pero luego me acorde de ti. Recordé que dijiste que siempre estarías apoyándome y me costo mucho, en serio, pero me la quite y te llamé.

Eso me sorprendió totalmente. Él no había consumido. El niño había luchado su primer batalla y había vencido. El alivio recorrió mi cuerpo cuando lo alcance, enroscando mi brazo en su cintura antes de arrastrarlo hasta mi regazo.

—No sabes lo orgulloso que estoy de ti. —lo apreté en mis brazos, sintiendo toda la alegría consumirme—. Eres el niño más valiente que he conocido.

—¿En serio? —me miró—. ¿Estas orgulloso de mi?

—Lo estoy, mucho. —aseguré acunando su rostro mientras acariciaba su mejilla con mi pulgar—. Mi niño valiente.

Erick sonrió brillantemente antes de acercarse y poner su cabeza en mi hombro, escondiendo su rostro en mi cuello.

—Me gusta eso.

—¿Que?

—Me gusta que me digas que soy tu niño. —murmuro y casi pude sentir el sonrojo subir a su rostro—. Eres mi mejor amigo Joel y siento mucho ser tan amargado y malhumorado a veces, tu no mereces que te trate de ese modo. No quiero que te alejes de mi.

—Bebé, podrías arrojarme con toda la vajilla que tu tío Zabdiel tiene guardada y de todas maneras siempre estaré allí para ti.

—¿Lo prometes? —sus dedos acariciaron los botones de mi camisa con incomodidad y no pude evitar sonreír mientras los alcanzaba abriéndolos para él. Había descubierto que el niño encontraba una especie  de tranquilidad cuando enredaba sus dedos en el pelo de mi pecho, no entendía porque pero no se lo iba a negar.

—Te lo prometo. —aseguré—. Soy un hijo de perra muy insistente, cariño, no me harás a un lado fácilmente.

Erick rio entre dientes y pude sentir su cálido aliento chocando contra la piel de mi cuello.— Me alegra escuchar eso.

Un pequeño beso cayo en la parte inferior de mi barbilla antes de que el chico se acomodara mejor sobre mi. La verdad no tenía ningún apuro en moverme de donde estábamos por lo que deje que el niño cerrara los ojos.

—¿Joey? —murmuró luego de unos minutos.

—¿Si?

—¿Me dejarías dibujarte? —lo miré con curiosidad.

—¿Por qué quieres dibujarme?

—Es para un proyecto de la uni. —explico—. Quiero hacerlo sobre ti.

Fruncí los labios un momento, mirando por el parabrisas—. ¿Por qué no contratas un modelo? Estoy seguro de que puedes encontrar a alguien mucho más atractivo que yo para plasmar con solo dar un paseo por tu universidad.

—Pero ellos no significan nada para mi, en cambio tu te has vuelto la persona más importante en mi vida. —aseguro antes de darme un jalón fuerte en el vello del pecho—. Y no vuelvas a decir que eres poco atractivo o me veré obligado a golpearte. Eres uno de los chicos más sexys que he conocido.

Siempre había tenido problemas de autoestima. Los insultos, las burlas y los golpes durante mi infancia/adolescencia habían traspasado más allá de mis muros dejando una gran cantidad de dudas sobre mi aspecto que crecieron junto conmigo. Siempre me había visto como un chico común, sin nada realmente llamativo. No entendía lo que Erick veía en mi pero no iba a discutirlo.

Hundiendo mi rostro en su cuello, respiré suavemente el olor del jabón aun adherido a su piel antes de asentir suavemente.

—Esta bien. —murmuré—. Seré tu modelo si eso es lo que quieres.

—Gracias, Joey. —enrosco sus brazos en mi cuello fuertemente por unos minutos antes de que su voz rozara mi oído en un suave suspiro:— Te quiero, Joel.

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𝕭𝖗𝖆𝖛𝖊 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora