ℭ𝔞𝔭𝔦𝔱𝔲𝔩𝔬 𝔇𝔦𝔢𝔠𝔦𝔫𝔲𝔢𝔳𝔢

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—¿Ya llegamos? —murmuro Richard cerca de mi oído por decima octava vez en media hora.

Conté hasta diez mentalmente mientras recordaba las razones por las que no podía ahorcarlo, el problema era que cada vez quedaban menos de ellas. Mirando sobre mi hombro le dirigí una mala mirada antes de volver a la carretera. Sabia bien que el puertorriqueño estaba haciendo eso solo para sacarme de mis casillas ya que él sabia perfectamente donde quedaba la casa de mis padres.

Escuché a Rich volver a su asiento y suspiré con alivio, lo que me duró unos cinco minutos antes de que el cartel de "Bienvenidos a Orlando" apareciera en mi linea de visión y el moreno comenzó a hablar. Erick se removió en su asiento y mi mirada se disparo hacia él, observando como sus ojitos verdes se abrían y parpadeaba rápidamente para alejar el sueño.

—Buenas, bebé. —sonreí, estirando una de mis manos para frotar su pierna—. ¿Dormiste bien?

Erick se frotó los ojos un momento antes de pasar su mano por su cabello, alejando algunas hebras perdidas que habían caído sobre su rostro. Sus orbes aun mantenían esa bruma de sueño que me dijo que el chico aun no estaba del todo despierto. Sonreí cuando su mirada se dirigió a mi y sus labios se curvaron levemente.

—¿Cuándo dormí? —preguntó con voz ronca antes de mirar por la ventana con el ceño fruncido—. ¿Dónde estamos?

—En Orlando. —informé—. Dormiste todo el viaje.

Erick se sentó erguido en su asiento y miró hacia afuera con los ojos abiertos de par en par. Su labio inferior fue atrapado entre sus dientes en un gesto nervioso que no había asociado a él, parecía que el niño había encontrado un nuevo nivel para su ansiedad. Prácticamente vibraba sobre su asiento.

Volviendo mi vista a la carretera conduje por varios minutos antes de detenerme a poco más de una cuadra de la casa de mis padres. Erick seguía temblando por lo que abriendo las puertas, le hice un gesto a Rich para que saliera y nos dejara solos. El moreno entendió la pista al instante y se deslizo de su asiento, saliendo del vehículo y comenzando a caminar en dirección a mi casa de infancia.

—¿Qué te sucede, Er? —pregunté suavemente, alcanzando su mano para llamar su atención.

El ojiverde me miró con su labio aun atrapado entre sus dientes pero no dijo nada. Alzando una mano, atrape su barbilla y jalé suavemente su labio hasta que lo soltó. Una pequeña sonrisa se deslizo en su rostro cuando nuestros ojos se encontraron.

—Mira como lo dejaste al pobre. —acaricie su labio suavemente con mi dedo, notando lo rojo e hinchado que estaba—. Parece como si te hubieses ensañado con él.

—No me trates como si fuese un bebé, Joel. —se quejo suavemente pero de igual manera no se alejo de mis caricias.

—No te estoy tratando como un bebé.

—Si lo haces —afirmó—, estas intentando distraerme.

—¿Y eso es malo? —sonreí antes de acercarme y dejar un pequeño beso sobre sus labios, alejándome en el momento justo que Erick intento profundizarlo—. ¿Estas listo para conocer a mi familia, pastelito?

Erick inclino la cabeza hacia un lado, mirándome con curiosidad—. ¿Pastelito? —pregunto.

Hice una mueca antes de rodar los ojos y soltar un suspiro—. Estoy nervioso, ¿si? Ponerte apodos me tranquiliza.

—Okeeey —murmuró, alargando la e y mirándome de forma extraña—. Eso no es raro ni nada.

—Al menos recuerdo traer pantalones. —replique.

𝕭𝖗𝖆𝖛𝖊 Where stories live. Discover now