ℭ𝔞𝔭𝔦𝔱𝔲𝔩𝔬 𝔙𝔢𝔦𝔫𝔱𝔢

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—Con los años te vuelves más y más descuidado, Joelito. —se quejó mamá mientras ayudaba a que Erick se levantara y lo examinaba con ojo de halcón—. ¿Te lastimaste, cariño? ¿El tonto de mi hijo te hizo daño?

—Estoy bien, señora, no se preocupe. —Erick le dio una pequeña sonrisa, tranquilizando al instante a mi madre.

Nunca en mi vida había visto a Karen de León tan feliz con una persona en su vida que como ahora. La mujer estaba que saltaba sobre la punta de sus pies con Erick, no tenia ni idea de que se traía pero no me estaba gustando nada. Mamá podía ser demasiado intensa cuando alguien le agradaba y parecía que quería a Erick como su nuevo mejor amigo. Reí internamente mientras me lo imaginaba saliendo de compras junto a Richard y mamá. Eso sería algo épico: el duende, la ama de casa y el chico malo recorriendo tiendas. Debía sacarle una foto y enmarcarla.

—No te preocupes, mamá, puedo levantarme solo. —me quejé cuando la mujer comenzó a platicarle algo sobre un pastel a Erick, arrastrándolo a la casa sin darme una segunda mirada.

—Ella esta contenta. —rio mi padre, tendiéndome una mano para ayudarme a levantar—. Desde Rich no has traído a nadie para que ella conozca, supongo que se aburre demasiado cuando no estas alrededor.

—Mamá se aburriría en el centro de una multitud. —me burle.

Papá rodó los ojos pero tampoco intento negarlo. Sonriéndome con calidez dijo:—. Me alegra que estés en casa, hijo.

—Me alegra estarlo, papá.

Dafne se movió en su corta minifalda negra, mirándome con ojos hambrientos desde la cima de la escalera. Me sentía como un rato a punto de ser devorado por un león... despeinado. Sus rizos teñidos de un color rubio arena se movieron cuando ella comenzó a bajar los escalones hacia mi. Eso no auspiciaba nada bueno. Yo debía estar adentro pegado a Erick, no observando como mi vecina/acosadora/loca/desquiciada se aproximaba a mi.

—¿Por qué no sacamos las maletas del auto? —papá, bendito sea, apretó mi hombro un segundo antes de darme un empujoncito hacia el auto.

Abriendo la cajuela, tome las maletas de Erick observando como papá le daba una extraña mirada a las amarillas con la cara de Bob Esponja -propiedad exclusiva de Richard Infantil Camacho- antes de tomar las mías.

—Dejemos que Richard se las apañe solo. —sonrió—. Aun no olvido los fuegos artificiales que provoco en su ultima visita.

Reí entre dientes mientras me volteaba para apresurarme hacia la casa. Dafne no estaba a la vista por suerte, lo que logró calmar un poco el picor de mi piel. La chica me causaba urticaria. O tal vez se debía a que Erick había pasado más de cinco minutos fuera de mi campo de visión, por suerte sabia que Rich estaba dentro y seguramente estaría enfrascado en alguna conversación sin sentido con mi mamá en la que estaba intentando integrar a Erick.

Al entrar a la casa, me encontré con un panorama no muy distinto al que había previsto. Los tres estaban sentados en los sofás de la sala conversando. Lo malo era que Dafne también estaba allí y Erick se veía incomodo como el infierno mientras se retorcía en su asiento.

—Oh, trajeron las maletas. —mamá me sonrió dulcemente, sin darse cuenta de la incomodidad de mi moreno—. Tu y Erick compartirán tu habitación. Rich estará en la de invitados.

—Mamá, no sé si sea...

—Ve a dejar las maletas, Joel. —pidió con un gesto—. Después hablamos sobre los arreglos.

Rodando los ojos, le dedique una mirada de disculpa al moreno antes de encaminarme a la escalera. Mi habitación quedaba al final del pasillo, totalmente opuesta a la de mis padres lo que me dio bastante privacidad en mis años rebeldes. Empujando la puerta adornada con un enorme cartel que obligaba a los intrusos a irse, me sorprendí al darme cuenta de que no cedía. Mis ojos se deslizaron hacia el picaporte y mi ceño se frunció al encontrar un cerrojo allí que no había estado en mi ultima visita.

𝕭𝖗𝖆𝖛𝖊 Where stories live. Discover now