ℭ𝔞𝔭𝔦𝔱𝔲𝔩𝔬 𝔙𝔢𝔦𝔫𝔱𝔦𝔠𝔦𝔫𝔠𝔬

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—No me voy a escapar, te lo prometo. —rio Erick mientras lo apretaba más contra mi pecho, rodeándolo con mis brazos y piernas.

Había pasado un día entero desde que Erick había despertado y salido de su crisis pero aun no lo dejaba salir de la cama. Él había insistido en que podía salir cuando quisiese pero el cansancio había podido más que su fuerza de voluntad y termino dormitado la mayor parte del tiempo. Aun sentía escalofríos al recordar sus gritos rogándome que lo dejara tener una última dosis, ni siquiera quería pensar en ello.

Llevando a Erick más al centro de la V que formaban mis piernas, lo obligue a apoyar su cabeza en mi pecho y miré la televisión. Mamá había declarado que Erick obtendría el tratamiento del resfriado, el cual consistía en no levantarse de la cama en todo el día y obtener todas las galletas que quisiera. Me gustaba esto ya que yo también estaba bajo el tratamiento.

Observando el peluche con forma de elefante, hice una mueca ante el rosa chillón de la tela, Harry definitivamente tenia que ser daltónico. Entre sus esponjosas patas que brillaban bajo la luz de la ventana, el bicho aferraba un cartel con el lema: Mejórate pronto. Era horrible, definitivamente. Todo ojos saltones y grandes orejas, y encima la frase demasiado trillada.

No me gustaba.

—¿Por qué guardaste esa cosa? —pregunté, apuñalando al bicho entre los ojos con mi dedo y ganándome un golpe de parte del pequeño—. Es feo.

—No es feo, a mi me gusta.

—Es feo, bebé. —aseguré—. A Harry le extirparon el sentido del gusto cuando nació.

—Es lindo, además tu primo me lo regalo con buenas intenciones.

—Créeme, Harry nunca hace nada con buenas intenciones —tomando la trompa del peluche, la jalé para demostrar mi punto—. ¿Por que crees que te regalo un elefante?

Erick frunció el ceño, mirando del peluche a mi y nuevamente al peluche. La comprensión no tardo en llegar a él y una risita tonta escapó de sus labios.

—Entonces ya tengo un nombre para él.

—¿Por qué le pondrías nombre a un peluche? No es como si pudieras llamarlo ni nada. —interrogué.

Erick rodó los ojos—. Pues a mi me gusta ponerles un nombre y este se llamara Joey. 

Lo miré con los ojos entrecerrados, intentando esconder una sonrisa.— Definitivamente tu y Harry se llevaran perfectamente, son un par de pervertidos.

Erick rio como un niño, apoyándose en mi hombro y mirándome con ojos brillantes. Dios, como lo amaba, no sabia que se podía caer tan rudo por alguien en un tiempo tan corto. Pero sabia a ciencia cierta que ya no podría vivir sin la sensación del moreno en mis brazos o su risa cantando en mi oído.

—¿Por qué me ves así? —preguntó con una sonrisa.

—¿Así como? —besé su barbilla antes de pasar mis labios sobre los suyos.

—Con cara de tonto.

—No tengo cara de tonto —me queje antes de inclinarme para alcanzar la caja de bombones que Rich le había obsequiado a Erick.

La mayor parte de mi familia había estado al tanto de lo que Erick había pasado y todos habían ido llegando uno detrás de otro, durante esos cuatro días, trayéndole un obsequio al pequeño para felicitarlo por su esfuerzo y fuerza. Hasta Bella había traído uno de sus peluches, un conejo blanco pomposo, que ahora se acomodaba sobre mi escritorio. Los gemelos, sorprendiéndome totalmente, le habían obsequiado su colección completa de películas de acción y eso era mucho para ellos, como quitarles una extremidad más o menos.

𝕭𝖗𝖆𝖛𝖊 Where stories live. Discover now