ℭ𝔞𝔭𝔦𝔱𝔲𝔩𝔬 𝔑𝔲𝔢𝔳𝔢

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—Estos pueden servirte —Erick extendió unos pantalones de chándal negros un poco bastante más grandes de lo que me había dado en un principio. Su mirada estaba lejos de mi pero aun así podía ver la sonrisa luchando en su rostro, el niño estaba gozando de la situación—. Son de mi tío pero él nunca los usa.

—Esta bien —los tomé—, gracias.

Colocándome los pantalones me sentí un poco mejor al ver que estos si me quedaban bien, aunque no tenía una camiseta para cubrir mi torso ya que había renunciado a colocarme las de Erick. Las costuras parecían querer explotar cada vez que me movía, no podía estar con eso puesto. Por suerte, gracias a la gran tormenta, Erick no iba a salir a ningún lugar y gracias a la calefacción de la casa no necesitaría una camiseta pronto.

—¿No te pondrás una camiseta? —pregunto el pelinegro con los ojos demasiado grandes para su rostro.

—No tengo una —me excuse—. Tus camisetas me quedan muy ajustadas.

—Pero no puedes andar por la casa así —gruñó.

—¿Por qué no? —lo mire directamente, observando como su mirada volaba de mi al suelo antes de volver a mi torso. Era extraño verlo nervioso, con el pasar de los días estaba descubriendo más y más facetas del niño y todas ellas me fascinaban.

—Yo... —se aclaro la garganta antes de fruncirme el ceño y empujarme a un lado para salir de la
habitación—. ¡Has lo que quieras, no es problema mío!

Observe la puerta por donde había salido con sorpresa. Erick tenía una personalidad muy explosiva a la que me estaba acostumbrando lentamente. Con un suspiro rendido, salí de la habitación y me dirigí a la primer planta. Directo a la cocina.

—Tu y tu exhibicionismo, Joel —Chris arrojo un trozo de pan en mi dirección que golpeo el centro de mi pecho.

—Los que hablan son tus celos, Vélez —me burle, pasando una mano por mi torso como si realmente estuviera apreciando mi cuerpo. No estaba mal, mis cuerpo estaba bastante marcado gracias a las horas en el gimnasio y los trabajos esporádicos arreglando tejados, estaba en forma. Unos pocos tatuajes adornaban mis brazos y me daban un aspecto algo intimidante, me gustaba. 

Un pequeño gemido logró que arrancara mi mirada de mi pecho y observara directamente a los bonitos y brillantes ojitos verdes que me miraban desde el otro lado de la cocina. Erick tenía las mejillas sonrosadas y los labios entre abiertos. Esa fue la primera vez que me pregunte sobre la sexualidad del chico. Su mirada delataba un hambre que solo podía ser clasificada como lujuria.

—Liam ve a vestirte —ordenó Nani, logrando que apartara la mirada de Erick para mirarla.

—No tengo camiseta —me queje—, las de Erick son muy pequeñas. 

—Entonces ponte una toalla por encima —arrojo una de las mismas hacia mi—, puedes resfriarte.

—Si, mamá —me burle. 

Nani me golpeo con un paño de cocina.— No te burles de tus mayores, jovencito.

—Lo siento, Nani. —susurré, escuchando la estúpida risa de Chris desde el otro lado. Maldito idiota. 

Sentándome en la mesa frente a Chris, me envolví en una toalla y observé con curiosidad como Erick parecía hundirse en la libreta frente a él. El bolígrafo en su mano se deslizaba con facilidad sobre el papel, como si simplemente estuviera haciendo líneas al azar. Pero podía ver que poco a poco se formaba el boceto de un rostro frente a mis ojos. 

—Buenos días —respondí el saludo del señor Zabdiel de forma ausente cuando el mismo entro a la cocina—.Chris, debemos salir, tengo una reunión importante a la que no puedo faltar.

—Pero esta lloviendo —gimoteo el rubio y tuve que morderme el labio para no reír ante su expresión de horror mientras observaba por la ventana sobre el fregadero—, me voy a mojar.

—Vamos a ir en el auto, Christopher —dijo Zabdiel amablemente—. No te vas a mojar.

—Ya escuche eso hoy y me moje igual. —replico, cruzándose de brazos.

𝕭𝖗𝖆𝖛𝖊 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora