CAPÍTULO 7

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Abracé a mi padre como si fuese a dejarme y no volviese a estar junto a mí

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Abracé a mi padre como si fuese a dejarme y no volviese a estar junto a mí. Estos momentos solían ser muy emotivos, un par de lágrimas, un par de risas y un buen almuerzo para variar. No importa que fuese una costumbre que estuviera fuera de casa por varios días, de algún modo se sentía como si fuese la primera vez. 

Luego de invadir de manera intensa el espacio personal de papá nos sentamos todos en la mesa y mi padre nos contó de sus últimos vuelos a Europa. 

Cuando la noche cayó y ya era hora de dormir salí con mi hermana afuera y nos acostamos a ver estrellas, mi padre también estaba allí, ya era como algo familiar. Bueno, no del todo porque mi madre nunca se acostaba a ver estrellas. Realmente solo se limitaba a mirarnos a nosotros o cualquier otra cosa, creo que las metáforas nunca han sido lo suyo y por esa razón se mantenía al margen.

—¿Sabes que tu madre siempre se sienta en la silla junto a la puerta a descifrar qué rayos le vemos a las estrellas? —dijo papá entre una risa suave—. Está ahí con su atención puesta sobre nosotros como si fuésemos extraterrestres.

Me reí.

—Tal vez somos extraterrestres.

—Mamá, ¿escuchas como te critican estos dos? —Extendí mi mano derecha y le di un manotazo a mi hermana. 

Soltó un quejido, pero también una suave carcajada porque el golpe no le dolió, solo le causó gracia.

—No seas aguafiestas —le dije.

—¡No van a tener pastel mañana! —vociferó mi madre su intento de amenaza. Seguro que ella era la que no se resistiría  a servirnos pastel.

—No le creas, secretamente está encantada de ser el tema de conversación —susurró mi padre en mi oído y no pude evitar sonreír otra vez.

Mi padre acarició la palma de mi mano y empezó a hablar sobre su estadía en Francia, el característico olor a baguette o cómo se sintió aquel día lluvioso. Él solía tener una manera de ver el mundo como si realmente no lo viera. Mi padre era una de las personas más inclusivas que pudiera existir, no estoy segura de si había adoptado esa habilidad el día en que nací o si siempre había sido de ese modo; lo que sí sabía era que siempre buscaba el modo de entender tu situación y hacerla lucir como nada, como nada que pueda impedirte soñar.

La tranquilidad de la noche junto a las caricias de mi padre que ahora estaban en mi cabello hacía que mi mente se apagara y quisiera echarme a dormir. Se estaba tan bien entre los brazos de alguien a quien amas, así que perdía el hilo de lo que decía mientras me dejaba atrapar por el sueño y por el rico clima que nos rodeaba, no era un día frío, pero tampoco era caluroso.

—Grabé algo para ti —dijo y asentí con mi cabeza obligando al sueño a que se alejara de mí porque quería saber qué era esa nueva cosa que había grabado para mí.

—¿El qué?

—El Sena —dijo en voz baja—. Había un francés cantando cerca del puente y pensé en ti.

—¿Sí? ¿Qué cantaba?

La vie en rose —pronunció en un muy buen francés y sonreí.

La vie en rose —repetí el nombre mientras él preguntaba si quería escucharlo para llevar una afirmación de mi parte.

Escuché cómo sacó su grabadora, porque mi padre siempre tenía una grabadora para traerme momentos lindos que escuchar y pronto escuché la voz de un hombre pronunciar en un acento francés muy marcado una canción que ya sabía de memoria. Su voz era bastante Grave, pero su manera de cantar no le quitaba dulzura a la canción, sino que la hacía algo especial y diferente.

Quand il me prend dans ses bras, il me parle tout bas, je vois la vie en rose —canté mientras escuchaba la canción porque era una de las pocas que sabía en francés y era una de mis favoritas. Además algunos decían que tenía buena voz para el canto—. Il me dit des mots d'amour, des mots de tous les jours, et ça me fait quelque chose...

Tarareé para mi familia, en especial para mi padre que sabía cómo le gustaba escucharme cantar, pero pronto estaba perdida en otro sonido lejano que no era la canción y mi voz se fue apagando ante esa sensación de que era escuchada.

Era una ventana siendo abierta y esperé a que el olor a su cigarrillo llegara pero no lo hacía, incluso si era algo así como una rutina para él.

C'est lui pour moi. Moi pour lui dans la vie, il me l'a dit, l'a juré pour la vie —continué con la canción porque sabía que era raro que hubiese dejado de hacerlo de la nada. En realidad ni siquiera sabía por qué me importaba que no hubiese encendido su cigarrillo en cuanto abrió la ventana.

Lo que sí sabía era que él estaba escuchando. No fue el único día que, aunque estuvo en silencio, lo escuché observarme y con el tiempo empecé a cantarle a él.

 No fue el único día que, aunque estuvo en silencio, lo escuché observarme y con el tiempo empecé a cantarle a él

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