CAPÍTULO 16

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¿Se puede detener el curso de una sonrisa? ¿Se puede detener el latido de tu corazón cuando alguien decide darte una dosis de palabras bonitas? Creo que no, porque cuando lo escuché decir aquello no pude detener lo que sus palabras hicieron con mi...

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¿Se puede detener el curso de una sonrisa? ¿Se puede detener el latido de tu corazón cuando alguien decide darte una dosis de palabras bonitas? Creo que no, porque cuando lo escuché decir aquello no pude detener lo que sus palabras hicieron con mi corazón, tampoco pude evitar que se diera cuenta de que sus palabras habían hecho algo en mí porque ya estaba sonriendo.

Nos sentamos en la grama del patio de mi casa y la conversación tomó un curso más ligero de pronto.

—¿Cómo estás? —preguntó en cuanto me acomodé en el frío césped.

—Muy bien, ¿qué tal tú?

—Ahora estoy bien. —Fue su respuesta.

—¿Ahora? —inquirí.

—Tuve un mal día en el trabajo, recordé lo que dijiste de las estrellas y pensé que salir afuera me ayudaría a tener un mejor día, pero... —se detuvo.

—¿Pero? —insistí.

—Aún no conecto tan bien con las estrellas, tú las entiendes mejor que yo, son una vista preciosa, pero eso no importa ¿no? Porque lo ves de una manera más profunda. Quiero ver las estrellas como tú las ves.

La vida es realmente extraña. Cuando era pequeña y debía ser guiada por otros, cuando el mundo tenía que explicarme lo que significaba la vista yo quería poder verlas así como lo hace Gerald, mi padre o cualquier otro. Ahora me veía en una situación todo lo contrario, Leonardo quería ver las estrellas como yo las veo.

—¿Por qué quieres verlas como yo? ¿Acaso no es placentero verlas tal y como realmente son? —pregunté ligeramente confundida.

—Lo son, pero simplemente verlas no hace más nada que parecerte algo bonito. Desde que me dijiste que ser guapa no era algo por lo que sentirte orgullosa me estuve cuestionando muchas cosas. Tú, las estrellas y muchas personas son bonitas, pero no es eso lo importante, no brillan por eso, no están ahí por eso. Estuve en una relación donde la chica solo se quedó más tiempo conmigo porque me veía bien. Y al escucharte hablar de ello, me di cuenta que es cierto, el atractivo tal vez tenga sus ventajas, pero también tiene sus desventajas.

—Te estaba usando —comenté.

—Me estaba usando —repitió—. Pero ya pasó.

—¿Por qué tuviste un mal día? —No pude evitar preguntar, en especial porque no quería quedarme estancada en lo que había dicho con anterioridad.

—Clientes, las personas por todo quieren hacer un escándalo, incluso si no tienen la razón, a veces estresan.

—Vale —susurré. Las personas estresan de cualquier manera, nunca he trabajado en mi vida, pero sin duda son estresantes.

—¿Cuál es tu sueño? —preguntó, tal vez para no dejar morir la conversación como al parecer yo la había destinado ante mi respuesta tan corta y monosílaba.

Siempre me ha apasionado la música, más después de haber aprendido a tocar la guitarra y entrenar mi voz para el canto, pero no estaba segura de que en algún momento se cumpliera algo como eso en un mundo con tantos prejuicios y donde la inclusión parece no rozar ni el diez por ciento de la sociedad.

—Me gustaría ser cantante. —Fui sincera—. Ser un ejemplo para todos los que no pueden ver como yo.

—Seguro lo serás.

—Apenas puedo salir al patio de mi casa, Leo. ¿Crees que puedo volar tan alto cuando no me han dado alas?

—No necesitas que te den alas para volar.

Seguro lo que necesito es un avión, quise decir en broma, en cambio resoplé.

—Ni siquiera necesitarías de una escalera.

—¿Ahora quieres hacerte el filosófico? —dije mientras soltaba una pequeña risa.

No había que darle muchas vueltas como para saber que estaba soñando en grande, demasiado en grande. El mundo de la música no es una zona muy fácil de ganar, no tenía recursos para eso, mucho menos el patrocinio necesario para triunfar como cantante. Además lo único que quiere vender hoy en día es lo que está de moda. Era un tanto absurdo, pero como siempre dicen que soñar no cuesta nada ahí estaba yo soñando con tocar las estrellas cuando apenas puedo verlas metafóricamente.

—Sí, me hago el filosófico. Ahora déjame terminar mi momento de palabras sabias.

—Mmm. Claro.

—No necesitas que alguien más te dé alas, porque aunque no lo sepas ya las tienes. Si lo que quieres es cantar, tu voz es suficiente transporte como para alcanzar las nubes, las estrellas y si quieres todo lo que está allá arriba y no puedes ver.

Me quedé un momento en silencio para luego sonreír.  

Él era muy lindo, su alma era preciosa.

—Creo que eso fue lo más sabio que has dicho en tu vida.

Lo escuché reír ante mis palabras, tal vez tenía razón, pero eso no significaba que por tener las herramientas ya podría construir mi casa o que sería fácil.

Lo escuché reír ante mis palabras, tal vez tenía razón, pero eso no significaba que por tener las herramientas ya podría construir mi casa o que sería fácil

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