CAPÍTULO 24

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Mi celular sonó y sin siquiera llevarlo bien a mi oído escuché a mi hermana reír, ella sabía que era Leonardo, llamaba siempre en la noche y si bien solíamos charlar afuera, en ocasiones simplemente hablar por teléfono estaba bien

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Mi celular sonó y sin siquiera llevarlo bien a mi oído escuché a mi hermana reír, ella sabía que era Leonardo, llamaba siempre en la noche y si bien solíamos charlar afuera, en ocasiones simplemente hablar por teléfono estaba bien. 

Me gustaba hablar de cualquier forma si se trataba de él.

Además ella era la que menos podía estar riendo si yo contestaba ansiosa el teléfono, porque era la primera que se emocionaba hablando de más si se trataba del chico que le gusta. Geraldine era un perico andante más si andaba en plan enamorada y coqueta.

—¡Se me ha ocurrido una súper idea! —dijo Leo. Un detalle particular de sus llamadas era que nunca había saludos cuando contestaba.

—Hola, Leo. Yo estoy muy bien, gracias. Ha sido un lindo día para mí, ¿qué tal el trabajo? —Lo escuché soltar una estruendosa carcajada que me hizo reír a mí también.

A veces necesitaba que le recordaran las normas de cortesía.

—Me alegra saber que ha sido un lindo día para ti, Cris. —Lo escuché reír otra vez—. Mi día estuvo bastante bien y en medio de un montón de trabajo me surgió la idea perfecta, así que estaba ansiando que se acabara el día para contarte.

—Vale, súper idea perfecta, cuéntame —le pedí.

—Baja y te contaré.

Resoplé en señal de fastidio fingido, la realidad era que prefería hablar con él frente a frente que por teléfono. Las llamadas sin duda tenían su magia, pero nunca podrán compararse con su cercanía.

—Bien —accedí—. Espero que sea una muy buena idea, sino...

—¿Sino, qué? —preguntó riendo.

—Sino, te echaré a Lulú, le gusta morder.

Su risa se incrementó más y fue inevitable que sonriera también.

—Lulú me ama, soy su mejor amigo.

—Claro... ahora bajo. —Colgué la llamada y salí de la habitación sin decir nada.

Bajé las escaleras con cuidado y abrí la puerta corrediza, esta vez la presencia de Leo no me asustó porque ya sabía que estaría ahí, siempre lo estaba.

—Sé que no es relevante para ti, pero estás preciosa —susurró en mi oído haciendo que mi corazón diera un vuelco.

Nunca me había importado ser hermosa y nunca me había gustado que me dijeran que lucía bien, pero cuando se trataba de Leo era una sensación distinta, era como si esas palabras hubiesen adquirido un nuevo significado y un nuevo aura. Me encantaba que me dijera que era bonita, en especial porque no tenía una mala intención o un trasfondo que fuese a dañarme al final. Era un halago sincero.

—Gracias. —Sonreí mientras le daba el frente.

Extendí mi mano para que la tomara y así pudiera guiarme, aunque conociera el patio como la palma de mi mano. Nos sentamos en el césped como siempre y el silencio nos arropó, de algún modo ninguno de los dos quería al parecer decir algo.

Seguramente me estaba mirando.

—Quiero ayudarte a cumplir tus sueños. —Rompió el silencio.

—¿Cumplir mis sueños? ¿Cómo harás eso?

—Un paso a la vez, primero debes entrar poco a poco al mundo de la música, que las personas te conozcan, crear un público. El internet es un buen aliado hoy día, podemos iniciar subiendo videos a Youtube, TikTok e Instagram cantando tus canciones favoritas.

Mordí mi labio inferior y mi ceño se frunció algo confundida.

¿Quería que hiciera videos para subir a internet?

—Puedo ayudarte a hacerlos, grabaremos los vídeos, un poco de promoción, sé que puede resultar. Tal vez no suene como la gran cosa. Pero créeme, Cris, sería un buen inicio cuando no se tiene nada. ¿Qué dices?

—Yo... —Mi voz tembló un instante, no sabía cómo sacar lo que rodeaba mi pecho, era una sensación tan fuerte que mis ojos se llenaron de lágrimas que no pude contener.

—¿Estás bien? ¿Por qué lloras? ¿Dije algo malo?

Extendí mis brazos hacia él y de manera torpe lo abracé. Era la primera persona que se había detenido a pensar en mis sueños y en buscar un plan de acción. Mi padre me apuntó a clases de música y sé que él fue la primera persona que vio algo en mí, pero es mi padre y no es lo mismo porque siempre verá algo en mí.

—¿Fue una idea tonta? —tentó.

—Me encantas. —Reí mientras lo abrazaba y ahogaba mi risa en su cuello—. No es una idea tonta. Es asombrosa.

Era el más gran acto de amor que había tenido hasta ese momento y aunque no se lo dije ahí supe que lo amaba.

Sus brazos se envolvieron en mi cintura está vez más relajado sabiendo que no había pasado nada malo.

—Me asustaste —susurró—. Y... te encanto.

—Unju.

Sus dedos se movieron con lentitud por mi espalda en un patrón rítmico de arriba hacia abajo haciendo que mi piel se erizara, aún seguíamos abrazados aunque ya hubiera pasado mi eufórico momento y solo nos envolviera el silencio no tan silencioso como solía ser.

Era muy consciente de que había terminado sentada sobre su regazo y que no parecía importarle, era muy consciente de sus roces en mi espalda, de su respiración en mi cuello y del calor que emanaba su cuerpo. Era una posición comprometedora y reconfortante en partes iguales.

—Cris...

—¿Sí?

—¿Qué pasaría si te besara?


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