CAPÍTULO 14

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Me encontraba acostada en mi cama, a pesar de nuestra edad aún compartía habitación con mi hermana, nuestra casa no era muy grande por lo que lo ameritaba y  la habitación de la abuela que había fallecido dos años atrás aún nadie podía apropiarse ...

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Me encontraba acostada en mi cama, a pesar de nuestra edad aún compartía habitación con mi hermana, nuestra casa no era muy grande por lo que lo ameritaba y la habitación de la abuela que había fallecido dos años atrás aún nadie podía apropiarse de las cuatro paredes que hacían de su morada.

Mi abuela murió ya muy vieja, tenía 93 años de edad, la señora ya estaba ciega por causa de la vejez; tenía problemas cardiovasculares, un día su presión subió y ya no estaba con nosotros. Mi madre un par de meses atrás nos había propuesto a Gerald y a mí que alguna tomara la habitación que era de la abuela, pero ninguna se había dignado en hacerlo.

No sé si era por respeto a su memoria o porque ambas estábamos cómodas compartiendo habitación.

—Estás muy callada —comenté. Mi hermana no era una mujer de estar tranquila y aunque ya estábamos acostadas ella siempre encontraba la manera de abrir la boca y parlotear sin parar.

Si las personas ganaran premios sobre no hacer silencio seguro que Geraldine estaría entre los mejores puestos.

—Pensé que te gustaba que hiciera silencio.

—Me gusta que hagas silencio, pero es raro cuando no lo haces sin yo habértelo pedido. —Podía jurar que el único momento en que Gerald se mantenía tranquila era después de haberle gritado que ya era suficiente, eso sucedía todas las noches porque siempre, siempre tenía algo que decir y si no estaba hablando hacía mucho ruido.

Le molestaba el silencio.

—Vamos, cuéntame —le pedí e incluso me di la vuelta para estar frente a frente al sonido de su voz.

—No quiero abrumarte. —No pude evitar reír.

—Tu silencio me abruma.

—No me la estás poniendo fácil —se quejó.

—Yo no estoy haciendo nada. Tú eres la que no se lo pone fácil. Sé que ansias contarme. Lo puedo notar hasta en el sonido de tu respiración.

—¡Exageras! —exclamó.

—Vale —concluí sin más.

Me quedé callada esperando a que ella fuese quien rompiera con el silencio que nos rodeaba, podría contar los segundos que tardaría en hacerlo y cinco minutos sería más que suficiente, sonreí y esperé tranquilamente para luego escucharla resoplar en voz alta. 

No tomé el tiempo, pero estaba segura que no se había tomado casi nada para hablar.

—¿Cómo es que te das cuenta? —Me reí ante su queja.

—Tal vez porque rara vez te quedas callada.

—Implementaré el silencio más a menudo.

—Por supuesto —dije como si le creyese.

—Sabes que he estado saliendo con Adam —comenta y asiento—. Bueno, pues, me pidió ser su novia —confesó—. Le dije que sí y no sé... No puedo dejar de pensar en él, ni en el hecho de que nos besamos ni... —Hizo una larga pausa—. Creo que me volveré loca.

Reí un poco y no borré la sonrisa de mis labios. Esa era la segunda vez que pasaba, Geral se detenía a balbucear sobre el chico que le gustaba, claro que la primera vez las cosas no salieron muy bien que digamos, pero no siempre el primer amor es para siempre, tal vez el segundo era el indicado. Le tenía esperanzas, todo lo que había escuchado de ese tal Adam era bueno. 

—Suenas como alguien enamorada, es comprensible.

—Algún día te vas a enamorar y te escucharé susurrarme chorradas sobre cómo no dejas de pensar en ese alguien que trae loca tu cabeza.

Y lo hice, le conté de él porque es lo que se hace cuando se está enamorado.

Y lo hice, le conté de él porque es lo que se hace cuando se está enamorado

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