CAPÍTULO 41

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Cerré la puerta tras de mí y un silencio extraño se extendió por toda la casa, seguramente me estaban mirando, no había duda de que era así y solo con pensar que también vieron que me besaba con Leo allá afuera me hacía sentir tan nerviosa, seguro...

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Cerré la puerta tras de mí y un silencio extraño se extendió por toda la casa, seguramente me estaban mirando, no había duda de que era así y solo con pensar que también vieron que me besaba con Leo allá afuera me hacía sentir tan nerviosa, seguro tenía un enorme sonrojo, incluso sentía mis mejillas calientes.

Caminé despacio entre los muebles hasta sentarme en el sillón rosa y reprimí que mis labios se extendieran en una sonrisa porque sabía que estaban muy pendientes de mí.

—Por más que hagan silencio sé perfectamente donde están y también sé que me están mirando. Me ponen nerviosa.

Geraldine se rió.

—Y me manda a callar todas las noches para luego decirme que mi silencio es abrumador —comentó Geral.

—Es que toda tú, abruma.

—Me dueles —dijo con dolor fingido y luego se asomó a mi oído para decir—: Papá estaba observandolos, tenía cara de poker cuando los vio besarse. Creo que solo estaba asimilando que su hija ya es grande y se besa con un chico. Yo en lo particular pienso que hacen muy linda pareja y que tienen una química simplemente fabulosa.

—¡Por Dios, Gerald!

Mi hermana soltó una carcajada tan cerca de mí que pedí piedad para mis oídos.

—Voy a mi habitación —comuniqué.

Que no dijeran nada era tan incómodo como que lo hicieran.

—Cristal —me llamó mi padre en cuento me puse de pie.

—¿Sí?

—Salgamos un momento.

—¿Salir? —inquirí desconcertada.

—Sí. Quiero hablar contigo.

Tomé mi bastón antes de salir. Bajamos los pequeños escalones en silencio y caminamos hacia el parque o al menos era lo que creía que hacíamos. Al inicio no decía nada por lo que la situación era un tanto incómoda y más que incómoda, torpe e intimidante.

—Nunca pensé que este momento llegaría. Tenía esta imagen tan centrada en mi cabeza de que siempre serías mi pequeña bebé. Y resulta que ya tienes un novio al que besas frente a la puerta sin importar que tu padre esté ahí viendo.

No dije nada. Era raro.

—No voy a fingir que estoy contento con ello. Mi meta de padre no es ver a mis hijas besarse. Y en vista de que al parecer eres muy consciente de lo que quieres tampoco puedo poner un alto a lo que haces. Pero aún sigues viviendo conmigo y aún eres muy joven, así que tendremos un par de reglas —dijo con voz firme aunque sin alterarse—. Nada de amanecer en casa de ese muchacho otra vez.

—Por supuesto —susurré.

—Y como sé que tu hermana quiere cambiarse de habitación de igual forma está terminantemente prohibido que el amanezca en la nuestra.

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