CAPÍTULO 6

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Mi madre solía ponerse histérica cuando llegaba mi padre, de algún modo ese día había más cosas que limpiar, más responsabilidades que hacer, curiosamente había que ir al supermercado porque ya no había leche o simplemente se le hacía tarde de la ...

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Mi madre solía ponerse histérica cuando llegaba mi padre, de algún modo ese día había más cosas que limpiar, más responsabilidades que hacer, curiosamente había que ir al supermercado porque ya no había leche o simplemente se le hacía tarde de la nada. Así que cuando llegué a casa esa tarde después de mi clase sin siquiera entrar ya sentía que estaría en una carrera de caballos y ni siquiera había ido a una.

Olía a pastel recién horneado que me hizo suspirar con ganas de probarlo. Lulú estaba feliz de llegar a casa y ser perezosa por un momento y en cuento el perro ladró dentro de las cuatro paredes logré escuchar como algo de cristal caía al suelo.

Hice un mohín ante el estruendoso sonido y me acerqué a ella.

—¿Estás bien, mamá? —pregunté preocupada.

—Sí, sí —dijo con rapidez—. ¿Cómo llegaste? ¿Quién te trajo? ¡Oh Dios mío! Se supone que iba a buscarte.

Sonreí ante su parloteo y extendí mi mano para que la uniera con la mía.

—Sé llegar sola a casa —le contesté—. Además sabía que esto iba a pasar. —Lo supe cuando ya eran cinco minutos desde la hora de salida y ella no estaba ahí, solía ser muy puntual, su ansiosa manía de mantenerme segura no le permitía tardar más de tres minutos, literalmente.

—Ay, cariño, lo siento —dijo tomando mi mano con la suya. Me incliné hacia ella y dejé un beso en su frente justo como ella hacía conmigo.

Mi madre me envolvió en sus brazos y juraría que Lulú se quería unir también porque no dejó de ladrar con insistencia. Lulú era el mejor perro guía de todos, incluso si solamente había tenido uno en mi vida no tenía duda de que sería irremplazable; no solo tenía mi seguridad en sus pequeñas patitas, sino que también tenía parte de mi corazón porque más que mi guía era mi compañero. 

—Llevaré esto a mi habitación —dije refiriéndome al violín que llevaba en una de mis manos.

—¡Tu padre llegará en media hora, no te pierdas por ahí! —Como si eso fuese posible.

Entré a mi habitación y dejé el instrumento a un lado de la cama, estaba a punto de salir de ahí para robarle un par de pastelitos a mi madre, pero el sonido de lo que parecía ser una moto llamó mi atención por lo que me acerqué a la ventana con curiosidad.

Escuché como aceleraban un motor y volvían a hacerlo como si fuese una práctica de alguna nota musical, el sonido se detuvo por unos momentos y luego de un poco de silencio lo único que escuchaba eran cosas moverse de un lado a otro. Debían estar arreglando una motocicleta.

—¿Te gusta?

—¿Qué? —Me giré hacia la voz de mi hermana.

—Ese chico. —Se recostó a mi lado en la ventana—. Te vi hablar con él hace dos noches.

Geraldine siempre andaba siguiendo mis pasos. No sé si era para protegerme o si era que simplemente le gustaba el chisme. Una parte de mí tiene la ligera impresión de que solo le causa curiosidad el cómo lidio con ciertas cosas como encontrar mis prendas en la habitación o los utensilios en la despensa. En este caso como lidio con el vecino, incluso si solo he hablado con él un par de veces.

—Nos presentamos, dijo que se había mudado —comenté.

—¿Y te gusta? —volvió a preguntar.

También es de las que sacaba teorías de la nada. ¡Por el amor de Dios! Preguntarme si me gustaba el vecino era algo que no entendía de dónde salía. Es imposible que te guste alguien que no conoces. Es como elegir un cantante favorito, no puedo decir que Olivia Rodrigo es mi cantante favorito cuando no he escuchado más que la canción que tiene a la moda por pura casualidad, así mismo creo que funciona enamorarse, la gente no se enamora solo por verse o por compartir tres palabras.

—No te puede gustar alguien que no conoces —manifesté en voz alta lo que estaba pasando por mi mente.

—Yo creo que tú le gustas.

Me reí. Era la cosa más estúpida que había escuchado decir a mi hermana. ¿En qué planeta vivía? ¿Quién en su sano juicio iba a gustar de mí? Podría ser todo lo guapa que el mundo quisiera pintar, pero a la hora de la verdad a nadie le interesaba tener una persona ciega en su vida.

Como le había dicho a Leo: La belleza no vale cuando se es ciego.

Geraldine tenía demasiada fe en mí.

—Hablaba en serio.

Me sacudí hacia atrás con otra carcajada.

—¿Estás viendo muchas novelas? Por favor, Geral, no digas cosas estúpidas.

—Pues si no le gustas algún interés debes causarle porque te está viendo.

Me volteé hacia la ventana otra vez como si de verdad pudiese percibir que su atención estaba en mí. ¿En realidad sabía que le estaba prestando atención? ¿Estaba mirando hacia mí? La idea me puso un poco nerviosa y no sabría asegurar la razón. 

—¿No estás hablando en serio? —murmuré temiendo que desde aquí él pudiera escucharlo.

—Hablo muy en serio. Tú le estabas escuchando y él te estaba viendo.

Me quedé en silencio, no podía realmente creer que él estuviese mirando todo este tiempo a mi ventana mientras yo sentía curiosidad sobre lo que hacía.

Quizá los corazones están conectados y se sienten incluso sin darse cuenta.

Quizá los corazones están conectados y se sienten incluso sin darse cuenta

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