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Ya era día viernes y Jimin se hallaba en el auto del pelicastaño camino al cine, tal como habían acordado. Ambos estaban en prendas casuales para lo que se podría considerar como su primera cita.

La escuela había sido una tortura durante el resto de la semana, por más que tuvo a su mejor amigo a su lado todo el tiempo y veía a Jungkook por las tardes, el de lentes se veía incapaz de seguir soportando burlas crueles hacia su persona por parte de otros alumnos. Pero la semana ya había terminado, y estaba más que dispuesto a ponerle un fin a las cosas.

"Ya llegamos", dijo el pelicastaño una vez se estacionó afuera del cine, "ahora hay que correr porque la función empezó hace cinco minutos".

"No te preocupes", le respondió el pelinegro ríendo, "solo nos perderemos los anuncios".

"¡Los anuncios son una parte muy importante de ver películas en el cine!", le reprendió Jungkook, "es tu culpa por tardar en salir de tu casa".

"Pareces un bebé", le respondió Jimin rodando los ojos, "ahora vamos o estaremos aún más atrasados".

Entonces se encaminaron hacia la entrada uno al lado del otro, y fueron rozando sus manos hasta que se armaron de valor suficiente como para entrelazarlas.

Una vez dentro, el pelinegro compraba los boletos mientras Jungkook daba pequeños saltos diciéndole que se apresurara o sino se perderían el inicio.

Inmediatamente después de que el de lentes terminó de pagar, el más alto lo agarró del brazo para arrastrarlo hacia la sala que les indicaban los boletos.

"Jungkook, no me tires", le dijo Jimin molesto, una vez pasaron por los puestos de comida, "¿no compraremos popcorn?".

"¿Para qué quieres comida?", le respondió el pelicastaño mientras llegaban a su sala, "el punto de venir a una sala oscura y vacía es que si te da hambre, puedes comerme a mí".

"Eres un imbécil", le dijo el más bajo sonriendo, "puedes ser muy atractivo, pero la comida siempre será mi único y verdadero amor".

"No puedo creer que quieras cambiarme por un montón de azúcar", dijo Jungkook mientras le rodeaba la cintura con el brazo y lo pegaba a su cuerpo.

"Ya vas a comenzar con tu basura de atleta sobre comer saludable", bromeó Jimin, "apuesto a que ni siquiera sabes qué es el azúcar".

"Sé lo suficiente", le respondió el más alto riendo, "además, tú eres dulce y te comería entero".

Jimin, sonrojado, se dedicó a ignorar al contrario por el resto del camino intentando mirar el suelo y no a su acompañante que se veía demasiado bien como para ser real.

Una vez estaban dentro de la sala, vieron que los anuncios habían terminado y la película que iban a ver estaba apunto de comenzar. Notaron que había solo un par de personas aparte de ellos, y que estaban alejadas de sus asientos.

Cuando llegaron a sus lugares, se sentaron rápidamente en lo que la película iniciaba, y Jungkook no esperó ni un segundo para abrazar al de lentes y apoyar la cabeza en su hombro. Jimin solo se dispuso a peinarle el cabello mientras que con su mano libre se dedicaba a golpear la mano del pelicastaño que insistía en deslizarse hacia sus muslos.

Y mientras se acariciaban sin dejar de prestar atención a la enorme pantalla, se sintieron seguros y cómodos. Por unos momentos, todo fue perfecto.

Dos horas después.

La película había terminado, y si le hubiesen preguntado a alguno de los dos sobre la trama, los actores o siquiera el nombre, no habrían sido capaces de responder.

Tal vez eso se debiese a que salieron de la función con la ropa desarreglada y los cuellos repletos de marcas, pero ellos hubiesen respondido que la película estaba aburrida y habían preferido tomar una siesta.

Una vez fuera, se dirigieron al estacionamiento para que Jungkook pudiese ir a dejar al de lentes a su hogar. No dijeron palabra alguna en el trayecto, pero no fue necesario, pues ciertas cosas habían quedado más que claras entre besos y caricias bajo la escasa luz de la sala de cine.

"No puedo creer que hayas hecho marcas tan visibles", le reprendió Jimin al más alto al borde de entrar en pánico mientras miraba su cuello en el espejo del asiento del copiloto, "parece que alguien me hubiese ahorcado".

"¿Cómo es que eres capaz de convertir todo lo romántico o sexual en algo completamente distinto?", bromeó el más alto mientras conducía, "además, a mí me gustan, así todos sabrán que eres mío".

"Idiota", le respondió el de lentes por lo bajo.

Mientras se dirigían a la casa de Jimin con la música sonando en la radio siendo interrumpida por el sonido del viento que entraba a través de las ventanas del auto, ambos tenían la cabeza en lugares completamente diferentes.

Por un lado, Jungkook no podía dejar de pensar en los inexpertos labios del pelinegro contra su cuello, y en sus manos tocándole los abdominales por encima de la camisa. Por el otro, Jimin se cuestionaba todo lo que acababa de ocurrir, sintiéndose algo culpable.

Había estado toda la semana oyendo a sus compañeros burlandose de él a sus espaldas, diciendo que era solo un juguete para el más alto y que era un idiota ingenuo si creía que tenía una oportunidad real.

Si bien él estaba constantemente defendiendo la postura de que los rumores no definen a las personas, y que los malos comentarios no tienen peso alguno, no podía evitar sentir que aquellas burlas tenían por lo menos un poco de razón. 

Pero Jungkook le había demostrado que sin duda quería ser más que su amigo, y lo había tratado sumamente bien desde el primer momento en el que hablaron. Aún así, una voz en su cabeza le decía que era demasiado bueno para ser real.

Por eso mismo, cuando el más alto se estacionó afuera de su hogar y ambos caminaron hasta la puerta para despedirse, no le soltó la mano luego de que se besaran en el umbral de la puerta.

"¿Pasa algo?", le preguntó Jungkook confundido.

"No exactamente", le respondió Jimin nervioso mientras se cruzaba de brazos, "pero creo que deberíamos hablar".



Crush ⎯ KOOKMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora