Capítulo 3: Mi compañero de equipo, el idiota.

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Mire atrás por última vez y casi me atraganto con mi propia saliva luego de ver al sujeto levantarse

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Mire atrás por última vez y casi me atraganto con mi propia saliva luego de ver al sujeto levantarse.

«Seguro mide cerca de un metro noventa...»

Y yo de estúpido hace rato tratando de intimidarlo con mi mirada de chihuahueño enojado. De haber sabido que él podría aplastarme de un pisotón, como una vil cucaracha, ni siquiera me habría atrevido a respirar su mismo aire.

Escuché como arrastró su silla por el suelo causando un ruido similar a un lamentó infernal que me hizo encorvarme como un gato. Se sentó a mi lado y soltó un pesado suspiro, para que así no me quedarán dudas de que odiaba la idea de estar en equipo conmigo.

—Hola —aún así, intenté congeniar con él. Traté de romper el hielo primero porque, para mi desgracia, iba a ser mi compañero en esta clase durante el resto del semestre—. Me llamo Kyle.

Se volvió a mirarme con poco interés, luego pasó a desenredar sus audífonos y se los colocó para dejar de prestarme atención.

No me dirigió la palabra en lo absoluto, siendo totalmente indiferente. Se despatarró en su asiento, cruzó sus brazos y volvió su mirada al frente, viendo la nada, solo por estar ignorándome.

Hace rato pensé que él era una persona seria, y que tal vez le costaba relacionarse con los demás. Ahora caía en cuenta que solo era un amargado —incluso peor que yo— que alejaba a las demás personas con su nefasta y repelente actitud.

Pero la cosa no se iba a quedar así, si quería seguir con su indiferencia conmigo me daba lo mismo, yo no buscaba congeniar, y menos con alguien tan nefasto como él. Quizá estaba acostumbrado a alejar a las personas haciéndoles la grosería, pero a mi la vida me había hecho tanto bullying que sus desplantes se me resbalaban como agua.

—¡Oye! —le grité.

Y como llevaba los audífonos puestos, me incorporé sobre la silla y agité mi brazo frente a su cara para llamar su atención. Buscaba ser un fastidio, y al parecer lo estaba logrando, porque luego de unos segundos tuvo que girar su cabeza a la dirección contraria para seguir ignorándome.

Me fijé que la entrada de los audífonos se le había salido por debajo del hoodie, no estaba conectado a nada, o sea que me estuvo escuchando todo el rato.

—Sé que solo finges no escucharme —le reclamé, pensando que así cambiaría su actitud.

Primer error.

—Pues que bueno que sepas —al fin lo escuché hablar, con su voz grave y pesada—. Así, con más razón deberías de callarte la boca.

Indignado me levanté de mi asiento y lo rodeé hasta llegar al otro lado de la mesa para verle la cara.

—Hola, de nuevo— forcé una sonrisa— No vas a librarte de mi tan fácil, ¿sabes?. Si te volteas al otro lado, puedo levantarme y rodearte. ¿Qué miras? —pregunté después de notar como agachó la vista por debajo de la mesa.

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