Capítulo 31: Mi yo del pasado

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Tenía que parar esto, borrar el post desde su lugar de origen, y como no era ningún hacker solo me quedaba solo una opción

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Tenía que parar esto, borrar el post desde su lugar de origen, y como no era ningún hacker solo me quedaba solo una opción. Debía ir con Alex, le exigiría que lo borrara, y si se resistía lo haría yo mismo a como diera lugar, incluso si tuviera que robarme su laptop.

Ya era de noche y pensé en escabullirme de Larry para lograr salir de casa.

—¿Adónde crees que vas?

Me atrapó infraganti con la patineta en mano a punto de irme por la puerta.

—Debo salir.

—¿Debes? —cuestionó irónico.

—Sí, es una emergencia.

—¿Y cuál es la emergencia para salir a las once de la noche, doctor?, ¿cuál es el lugar en el que te requieren con tanta urgencia?

—La verdad Larry... voy a ir a casa de mi amigo, o ex amigo, el drogadicto, porque el hijo de puta creo un blog donde exponía a otro amigo colgando el romance gay que tuvo y que sacó de su diario. Y yo me siento tan culpable que no puedo esperar otra hora más para mejorar ¡aunque sea un poco las cosas!

Pero no le dije eso, obviamente.

Tenía que inventarme algo que no sonara tan mal pero a la vez urgente para que mi tío me soltara el permiso.

—Debo ir a casa de Alex, porque...

—Espera —me interrumpió sin permitirme que mis ansiosas e hiperactivas neuronas terminan de crearse una excusa creíble—, ¿cuál Alex?

—Alex, mi amigo.

—¿El alto?, ¿el mismo que vive en ese barrio de mala muerte?

Por eso no debía darle la dirección de los lugares a donde iba todo el tiempo.

—Sí... verás, no esta tan mal. En realidad, no es tan peligroso.

—No iras hasta allá Kyle, ni de broma.

—Pero Larry, es de verdad una emergencia. Alex no se siente bien y...

—Kyle, no irás y punto. Es demasiado tarde, lo cual hace más peligroso que vayas a ese lugar solo que si fueras de día—sentenció firme con los brazos cruzados.

Pero yo no me iba a rendir tan fácil, ¿verdad?

—¿Sabes?, no tengo porque ir solo, tú puedes llevarme en tu auto.

—No. Mañana tengo que ir a trabajar temprano, y tú tienes escuela, ya vete a dormir.

—¿Y si me lo prestas para ir? Regresaré rápido.

—Número uno: no tienes licencia señorito, número dos: si te llevas mi auto allá seguro me lo desmantelan —señaló levantando sus dedos por cada razón que me dió—. Así que no gracias.

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