Capítulo 10: Némesis

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Abrí los ojos con pesadez, por fin era sábado y podía levantarme a la hora que se me antojara

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Abrí los ojos con pesadez, por fin era sábado y podía levantarme a la hora que se me antojara.

Tras remover las lagañas de mis ojos y acabar de despertarme, me senté en una esquina de la cama. Fue raro, cargaba con una sensación muy extraña en el cuerpo, como si no estuviera ahí. Casi como si fuera un personaje de uno de mis videojuegos.

Fui hasta la cocina creyendo que me encontraría con Larry, más eso tampoco ocurrió.

Mi tío no estaba, era como si se lo hubiera tragado la tierra, generalmente me avisaba si tenía planeado salir. Quien sabe, con lo apurado que iba siempre, se ha de haber olvidado mencionarme algo antes de irse.

En la salida me pare de golpe cuando noté cómo la puerta principal estaba entreabierta, «Larry sí que iba tarde, ¿eh?» fue lo que me dije antes de salir y emparejarla. Incluso yo me sorprendí por no detenerme a buscarle otra explicación, o por verme más intrigado al respecto. Sólo seguí caminando sin un rumbo previsto en mi cabeza.

No me encontré con una sola alma al recorrer mi camino fuera de casa, ni una sola.

¡Nadie estaba fuera!, ¡nadie!

¿Una ciudad fantasma en fin de semana?, claro que es algo raro, incluso hasta de dar miedo.

Continué avanzando.

Pase al lado de una iglesia y me desvíe hacia esta, ¿razón?, incierta... la verdad era poco probable que media ciudad se encontrara dentro de aquel viejo y tétrico edificio. Aunque como la situación se volvía cada vez más terrorífica era una posibilidad que, si entraba todos se volverían a verme con una mirada asesina mientras sostenían trinchetes en la mano, al puro estilo de una película de horror de los ochentas. El cielo comenzó a nublarse, se tiño de un gris oscuro que volvió la escena todavía más lúgubre. Un cuervo cantó haciéndome alzar la mirada hacia la cúpula del edificio, tenía sus horribles ojos saltones clavados en mí, aparte la mirada de inmediato antes de que viniera volando a picotearme. Me adentre a la iglesia y, lo mismo, nadie estaba ahí.

Más tarde pegaría un brinco del susto al escuchar los pesados pasos de una persona, me di media vuelta y vi pasarme por un lado la silueta de alguien. Era un muchacho, delgado, de cabello oscuro; no pude verle bien el rostro por la poca iluminación que había dentro de la iglesia, y ahora me estaba dando la espalda.

—Oye... —lo llamé antes de que saliera de la iglesia. En ningún momento dejó de darme la espalda—. Oye, disculpa. ¿Sabes dónde está todo el mundo?, sé que tal vez sea una pregunta rara, pero desde que salí de mi casa...

El muchacho ni siquiera espero a que yo terminara de explicarle, salió corriendo a la velocidad de la luz.

—¡Oye!

Y yo, imprudente como siempre, me fui a perseguirlo.

Incrementó la velocidad con la que iba corriendo con cada paso que daba, extrañamente yo también. De pronto comencé a sentir los pies más ligeros, yo era de los que se quedaban al último siempre que el entrenador nos ponía a correr en gimnasia —todo por mi mala condición física y piernas cortas—, pero aquí y ahora estaba corriendo como un atleta.

El misterioso chico llegó a lo que parecía ser el estacionamiento de pisos de un centro comercial, en otra ocasión yo me habría parado en seco porque me aterraban las alturas, pero continué persiguiéndole —como todo un loco—subí cada uno de sus cinco pisos, en el último este se me perdió. Logré encontrarlo en el piso más alto del estacionamiento, tiré de su brazo y pude darle la vuelta, me quité de encima esa urgencia que sentí por verle el rostro. Pero me quede con la intriga, pues no logré reconocerlo, nunca lo había visto.

Lo solté, y luego de eso este se encaminó hasta una de las esquinas del edificio, se subió al escalón y abrió los dos brazos como un ave que estaba lista para volar.

«No...»

¡Se iba a suicidar! Alargue una mano para alcanzarlo, pero no logré nada.

—¡No! —grité de forma desgarradora mientras tenía medio cuerpo por fuera, lo ví caer y cerré mis ojos antes de escuchar el crudo golpe secó de su cuerpo destrozándose contra el concreto.

Lloré con un enorme sentimiento. Fue como si lo conociera, a pesar de que jamás lo haya visto en mi vida.

Me reincorporé y sequé mis lágrimas, debía regresar a casa.

Justo antes de darme la vuelta sentí la fuerza de unos brazos empujarme, el impulso me hizo caer. Mientras mi cuerpo iba descendiendo en el aire escuché una voz llamarme a lo lejos, decía mi nombre, y junto con esta, esa terrible realidad en la que había vivido unos cuantos minutos se iba desintegrando, mientras continuaba cayendo por el precipicio.

 Mientras mi cuerpo iba descendiendo en el aire escuché una voz llamarme a lo lejos, decía mi nombre, y junto con esta, esa terrible realidad en la que había vivido unos cuantos minutos se iba desintegrando, mientras continuaba cayendo por el prec...

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