Capítulo 26: Nunca lo esperé de ti

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Llegué temprano a la escuela el día de hoy, aún habían muy pocas personas para cuando faltaban veinte minutos

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Llegué temprano a la escuela el día de hoy, aún habían muy pocas personas para cuando faltaban veinte minutos. Además de eso, el clima no beneficiaba mi humor, estaba nublado  y olía a tierra mojada. Todavía no era hora de que la lluvia arrivara, pero lo haría.

No me gustaban los días lluviosos, eran demasiado tristes para mi, eso y que yo tenía la creencia loca de que este clima era en realidad un mal augurio. Cosas malas podían ocurrir cuando el día lucía así de triste.

Más bien era un hecho.

Estadísticamente hablando los accidentes en carretera incrementan más de un diez por ciento cuando llueve.

Supongo que esa era la verdadera razón por la que no me gustaban los días lluviosos, me recordaban al día del accidente en el que murió mi madre.

En fin.

Distracciones, distracciones...

Tengo que encontrar una antes de verme afectado el resto del día por esto.

«¿Leer?»

Buena idea, así podría salir de mi realidad para sumergirme en un mundo ficticio. Mi manera de huida perfecta desde que podía recordar.

Saqué de mi mochila el libro que compré como un gusto culposo, «amanecer, de la saga de crepúsculo». Dije gusto culposo porque ahora cualquier cosa —novela o película adolescente— que este de moda ya era motivo de burla. Sobre todo para Alex, que si me encontraba leyendo esto me pegaría con el duro y gordo libro en la cabeza después de llamarme por algún apodo denigrante.

Pero tan pronto abrí la primera página empezó a llover, cerré el libro y cuando me volví para guardarlo en mi mochila pegué un brinco del susto al ver a Alex sentado a un lado.

—¡Carajo! —solté asustado.

Pero Alex se mantuvo ahí, inmóvil, con la mirada pegada a la nada y sin soltar una palabra ni una expresión de su rostro. Ni siquiera te darías cuenta si respiraba de lo quieto que estaba.

—¿Cuanto tiempo has estado sentado aquí? —le pregunté extrañado.

—No mucho —me contestó con voz lánguida.

—No te sentí llegar en ningún momento —reí, a lo que él solamente contesto con una mueca (intento de una sonrisa desanimada), ahí me di cuenta que algo le pasaba—. ¿Estás bien?, te ves como un muerto viviente.

No mentía, lucía demacrado, mucho más ojeroso y pálido. Ayer que estuvimos en el parque de skate no tenía esa apariencia, incluso su humor mostraba contraste con el día anterior.

—No dormí.

—Ah, bueno —dije aliviado—. Pensé que andabas drogado.

Nunca mencionaba nada, porque yo no estaba en su lugar, ni tenía la más remota idea de como lidiar con un vicio como tal. Pero que Alex se drogara era algo que no me gustaba, veía el daño que se hacía y eso me causaba tristeza.

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