Capítulo 23: Un crudo dia

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Por alguna extraña razón, esa mañana la luz del sol pegando a mi rostro era todavía más molesta que de costumbre, apenas tomé conciencia apareció un repentino dolor que retumbaba en mi cabeza

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Por alguna extraña razón, esa mañana la luz del sol pegando a mi rostro era todavía más molesta que de costumbre, apenas tomé conciencia apareció un repentino dolor que retumbaba en mi cabeza.

Un momento, ¿cómo llegué aquí?, ¿en qué momento?. De lo poco que puedo recordar, es a mi tomando cerveza en el patio de aquel chico loco mientras hablaba con Alex, ni siquiera me acuerdo de que estábamos hablando, ahora sé a lo que se refieren con lagunas mentales. Supongo que él debió traerme hasta acá, me pregunto si Larry se habrá dado cuenta, porque si no, debería despedirme de mi pc por un buen tiempo.

Como fuera, no quería detenerme a sobre pensar mucho, cualquier torbellino de pensamientos que se me atravesara por la cabeza equivalía a treinta martillazos desde el interior de mí craneo, esta migraña cada vez se ponía peor y unas náuseas incontrolables aparecieron de la nada.

Salí corriendo al baño, suerte para mí —y porque en esta casa solo vivimos mi tío y yo— la tapa estaba levantada y no tuve necesidad de hacer nada más que vomitar como un proyectil dejando dentro del retrete hasta mi alma.

Larry, quien me escuchó desde el otro lado de la casa, abrió la puerta del baño y me encontró ahí moribundo a un lado del escusado.

—¿A qué hora llegaste? —me preguntó extrañado.

—No tengo ni puta idea.

—No me levantes la voz.

—No la levante —dije en voz baja, y siseé con el propósito de que él también bajara la voz, pues ya todos los sonidos me parecían exageradamente altos y me hacían doler aún más la cabeza—. Además, me siento fatal. Creó que algo me hizo daño.

—Lo dudo —se acercó para levantarme la barbilla y me miró el rostro con mayor detenimiento—, bebiste mucho, ¿no?

—No... define mucho.

Deje de tener uso de razón después de la segunda cerveza, pero no quería ponerme en ridículo frente a Larry.

—Tienes tremenda resaca.

—Vaya, mi primera resaca —me sentía moribundo, seco, mareado, asqueado, y con una migraña del demonio—. Supongo que no iré a la escuela, no podré en estas condiciones.

Me levanté del suelo, bien dispuesto para volver a mi cama y encerrarme en la oscuridad, pues toda esa luz me estaba matando.

—Oh. No, no, no, no... —Pero Larry lo impidió, me tomó del brazo para detenerme—. Nada de eso, claro que iras a la escuela.

—¿Qué? —reclamé incrédulo—. ¿Cómo puedes ser tan insensible? ¡Me siento muy mal!

—Tienes que ser responsable por tus acciones, Kyle. Sí tú sabías bien que tenías escuela al día siguiente, no debiste beber en exceso.

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